Comentario del Evangelio del Domingo 8 de Noviembre de 2020. 32º del Tiempo Ordinario.
El evangelio, texto exclusivo de
Mateo, nos propone la parábola de las vírgenes necias y las prudentes. No
siempre hemos logrado penetrar adecuadamente en su sentido, ya que la narración
está recargada de significados específicos diversos. Se habla de "diez',
quizás porque era el número exigido para la calidez de la plegaria en la
sinagoga o fuera de ella. Por lo mismo se apunta, o precisa el autor del
evangelio de Mateo, que es una parábola de sesgo comunitario a todos los
efectos. Incluso la boda, con toda su significación bíblico-mesiánica, es útil
para enmarcar el punto final: la llegada o venida del esposo. Sin esposo no hay
boda ni nada lamento de sus amigas, en este caso vírgenes, lo que quiere decir
simplemente "no casadas" y que también un día serán desposadas. Entre
tanto, acompañan a su amiga a lo más importante de su vida pero, sin el esposo,
nada tiene sentido. Algunos autores han apuntado a las interpretaciones
rabínicas del Cantar de los Cantares que ven en el coro de las "hijas de
Jerusalén" el grupo de los discípulos que llevan en sus manos la luz de la
"Thora" y vigilan la llegada del Mesías. El aceite era en el
judaísmo, además, el signo de las buenas obras, así como de la alegría de la
acogida (Sal 23,5; 104,15; 133,2) e incluso de la unción mesiánica (Sal 45,8;
89,21).
Jesús, en ella, se vale del marco
de una fiesta de bodas para hablar de algo trascendental: la espera y la
esperanza, como cuando la novia está ardiendo de amor por la llegada de su
amado, de su esposo. Pero los protagonistas no son ni el novio (lo será al
final de todo), ni la novia, en este caso, sino las doncellas que acompañaban a
la novia para este momento. Eso quiere decir que ellas se gozaban en gran
manera con este acontecimiento, como si ellas mismas estuvieran implicadas,
tanto como la novia, y sin duda la narración da a entender que debían estarlo;
pero para este acontecimiento de amor y de gracia hay que estar preparados, o
lo que es lo mismo, deben abrirse a la sabiduría; el júbilo que se respiraba en
una boda como la que Jesús describe es lo propio de algo que alcanza su cenit
en la venida del esposo.
La iglesia primitiva ha
alegorizado, sin duda, la propuesta de Jesús en razón precisamente de la
"parusía" que no llegaba, pero que podía llegar en cualquier momento.
Este es un problema muy discutido. La frustración en la primera o segunda
generación cristiana, sobre la llegada de la "parusía" o el fin del
mundo, es decir, la plenitud del Reino de Dios, no se ha resuelto adecuadamente
(solamente en Lucas tenemos una enseñanza más acorde con el retraso de la
parusía). Por ello, las diez vírgenes son representación de una comunidad, de
la comunidad cristiana. ¿Habría aceite en las lámparas para ese momento? En
definitiva ¿Habría sabiduría? Así es como se enlaza con el sentido de la
primera lectura, que como dijimos, marca la pauta de la liturgia de hoy.
Sabernos que esta es una parábola de "crisis", no para atemorizar;
sino para mantener abierta la esperanza a esa dimensión tan importante de la
vida.
Entonces, ¿Qué es la parusía? ¿Qué
significa el fin del mundo) (lo veremos mejor cl próximo domingo). Lo
importante es estar preparados para la venida del esposo, el personaje que se
hace esperar. Se habla de una "presencia" (que eso significa
"parusía) ante los que esperan. Por tanto, no es cuestión de entender el
terna en términos cósmico-físicos, sino de cómo nos enfrentamos a lo más
importante de nuestra vida: la muerte y la eternidad: ¿Con sabiduría? ¿Con alegría?
¿Con aceite, con luz? ¿Con esperanza? Este mundo puede ser "casi"
eterno, pero nosotros aquí no lo seremos. Estamos llamados a una
"presencia de Dios" (parusía) y eso es como unas bodas: debemos
anhelar amorosamente ese momento o de lo contrario seremos unos necios y no
podremos entender unos desposorios de amor eterno, de felicidad sin límites.
Fray Miguel de Burgos
Núñez
No hay comentarios:
Publicar un comentario