Reflexión del Evangelio del Domingo 25 de Octubre de 2020. 30º del Tiempo Ordinario.
2. Todo lo que no sea eso, evangélicamente hablando, es una falacia. Ya lo veía así el autor de la 1ª Jn 4 donde plantea con una radicalidad teológica inigualable lo que es la identidad cristiana del amor. Si Dios nos ha amado, entonces, entre otras cosas, no se dice que debemos amarlo a El, sino que debemos amarnos los unos a los otros. Es verdad que Dios quiere ser amado, necesita ser amado, como lo necesitamos cada uno de nosotros. Y es desde esa dimensión religiosa desde la que hablaba Jesús, quien con su predicación y con su praxis se empeñó tanto en descubrir a Dios como Abba, porque él y nosotros lo necesitamos así.
3. Por lo tanto, la praxis
evangelizadora de Jesús nos descubre un Dios nuevo y a la vez, y por ello
mismo, nos descubre un hombre nuevo. Es verdad que Jesús de Nazaret lo
descubrió desde Dios. Esto es absolutamente irrefutable. Esta frontalidad nos
expresa pues, que evangelizar es humanizar en todos los órdenes y desde todas
las perspectivas. Jesús hizo coincidir con su evangelización la gloria de Dios
y la del hombre. El hecho, pues, de que hoy se insista tanto en la humanización
no depende de que vivimos en el siglo en el que el hombre está enamorado de sí
mismo, de lo que ha hecho y de lo que tiene que hacer, sino que la misma
esencia de la fe y de la identidad cristiana, en el Nuevo Testamento como
totalidad, son todavía mucho más humanizantes y humanizadoras que lo que hoy se
nos propone.
Fray Miguel de Burgos
Núñez
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