Reflexión Homilética para el Domingo 10 de Febrero de 2019. 5º de Tiempo Ordinario, C.
“¡Ay de mí, estoy perdido! Yo,
hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros,
he visto con mis ojos al Rey y Señor de los Ejércitos!” (Is 6,5). Ese lamento
de Isaías responde a sus sentimientos más profundos. En el templo ha tenido la
experiencia de ver la gloria de Dios.
Ante la grandeza del Dios santo,
Isaías descubre su propia pequeñez. Confiesa que es un hombre de labios
impuros, que comparte la situación de impureza que caracteriza a su pueblo. Sin
embargo, a pesar de ese sentimiento de in-dignidad que lo embarga, Dios lo
purifica, lo elige y lo envía como profeta a anunciar la salvación a las
gentes.
El salmo responsorial refleja la
humildad y la gratitud de quien ha tenido la experiencia de la cercanía y de la
compasión de Dios: “Señor, tu
misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos” (Sal 137,8). Esa compasión divina es la que da fuerzas a
san Pablo: “Por la gracia de Dios soy lo que soy y su gracia no se ha frustrado
en mí” (1 Cor 15,10).
UNA PESCA INSOSPECHABLE
Isaías percibió la revelación de
Dios que tuvo en el templo. A Simón
Pedro se le revela la divinidad de Jesús en la barca en la que sale a pescar
al lago de Galilea. Aquí no hay
serafines que proclamen la gloria de Dios, sino una gran redada de peces. Y no
ve al Dios de los astros del cielo, sino a Jesús de Nazaret. Sin embargo, las
palabras de Pedro reflejan la hondura de su experiencia (Lc 5, 1-11):
“Maestro, nos hemos pasado la
noche bregando y no hemos pescado nada; pero, por tu palabra, echaré las
redes”. El discípulo tal vez se considera un experto pescador. Sin embargo,
tiene que admitir el fracaso de una fatigosa noche de pesca. Al mismo tiempo,
manifiesta la confianza que pone en las palabras de un maestro que le ha
llamado a la orilla del lago.
“Apártate de mí, Señor, que soy
un pecador”. La confianza en Jesús ha dado un fruto insospechable. Ante la
enorme captura de peces, Simón cambia el título con el que se dirige a Jesús.
El Maestro es reconocido ahora como Señor. Frente al poder de Jesús, Simón
descubre su distancia y su in-dignidad. A pesar de ello, también él será
enviado.
UN FUTURO INESPERADO
A pesar de la indignidad de
Isaías, el Dios Santo lo elige como su profeta. Y a pesar de la conciencia de
pecado de Simón Pedro, Jesús lo elige como su apóstol. En ambos casos, a la
llamada reatuita corresponde la generosa disponibilidad del llamado. Merece la
pena recordar las dos frases que el Maestro dirige a Simón:
“Rema mar adentro y echad las
redes para pescar”. Como se puede ver, Jesús requiere la colaboración del amigo
pescador, suscita en él un dinamismo nuevo e interpela al mismo tiempo sus
capacidades y su confianza. El resultado responde más a la iniciativa de Jesús
que a la pericia de Simón y de sus compañeros en el oficio de pescadores.
“No temas: desde ahora serás
pescador de hombres”. Admás, Jesús sabe bien que el asombro ante el misterio
puede provocar el temor, pero tranquiliza al amigo. Lo que ha hecho hasta el
presente se convierte en signo profético para su misión en el futuro. Jesús
conoce la historia y las aptitudes del amigo. Las valora y les confiere un
nuevo destino.
Señor Jesús, sabemos que tú nos
conoces y confias en nosotros. Cremos que te manifiestas en las tareas que nos
ocupan y nos preocupan cada día. Te damos gracias porque quieres contar con
nuestra colaboración para anunciar tu mensaje. Ayúdanos a ser fieles testigos
de tu presencia en el mundo. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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