Reflexión Homilética para el Domingo 28 de Octubre de 2018. 30º del Tiempo Ordinario, B.
“¡El Señor ha salvado a su
pueblo, ha salvado al resto de Israel! Los traeré del país del norte, los
reuniré de los confines de la tierra. Entre ellos habrá ciegos y cojos, lo
mismo preñadas que paridas: volverá una enorme multitud”. En esta primera
lectura, Jeremías transmite un oráculo de Dios que anuncia al pueblo de Israel
el retorno del exilio (Jer 31,7-9).
Nadie queda excluido de la esperanza.
Los ciegos y los cojos evocan un pasado de pobreza y sufrimiento. Las
embarazadas y las jóvenes madres anuncian el futuro de la nueva vida. Dios es el
verdadero Señor de la vida. En el mismo texto se recoge la mejor de sus
promesas: “Seré un padre para Israel”.
El salmo responsorial se hace eco
de la alegría de los que habían sido deportados a Babilonia y ahora pueden
regresar a su patria: “Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares”
(Sal 125,5).
Según la carta a los Hebreos,
todo sumo sacerdote “puede comprender a los ignorantes y extraviados, porque
también él está sujeto a debilidad” (Heb 5,2). Si esta afirmación valía para el
antiguo culto, con más razón puede palicarse a Jesucristo.
EL ITINERARIO DE LA FE
Tras revisar las apetencias
humanas con relación al placer, al terner y al poder, el capítulo décimo del
evangelio de Marcos nos ofrece un texto inolvidable que parece una especie de
evangelio dentro del evangelio (Mc 10,46-52). Un relato en el que se presentan
al menos tres contrastes.
- A la vereda del camino que sale
de Jericó hacia Jerusalén está sentado un mendigo que es ciego. Sin embargo, es
uno de los pocos enfermos curados por Jesús que tiene nombre propio. Se llama
Bartimeo, es decir, “el hijo de Timeo”. Los creyentes en Jesús nunca deberán
olvidar que el pobre tiene dignidad.
- Bartimeo está ciego, pero oye
los comentarios de los caminantes y se entera de que junto a él pasa Jesús. Los
que acompañan al Maestro en su subida hacia Jerusaén pretenden hacerle callar,
pero él lo invoca a gritos con un título mesiánico: “Hijo de David, ten
compasión de mí”. El texto sugiere que la fe llega por el oído y se expresa en
oración.
- Antes del encuentro con Jesús,
el ciego era un mendigo sentado al borde del camino y pidiendo limosna. Pero el
encuentro le ha hecho recobrar la vista y le ha decidido a seguir a Jesús por
el camino. Mendigar al borde del camino, reconocer a Jesús como Maestro y
seguirle por el camino. Ese es el itinerario de la fe.
LA SANACIÓN Y LA FE
Frante a las súplicas del ciego,
el relato evangélico recoge también tres frases de Jesús que revelan lo que él
es y anuncian lo que puede aportar a quienes se acercan a él.
- “Llamadlo”. Jesús vino a buscar
a los pobres, y a los enfermos, a los marginados y a los ciegos. Además quiso
buscar algunos colaboradores para esa misión de sanación y de salvación. Todos
somos exhortados a hacer llegar esa llamada a los que buscan al Señor.
- “¿Qué quieres que haga por ti?”
Esta es la misma pregunta que Jesús dirigió a Santiago y Juan, hijos del
Zebedeo. Ellos pretendían que Jesús les concediera poder y privilegios. Pero
Bartimeo solo quiere la luz que puede conceder el que es la luz del mundo.
- “Anda, tu fe te ha curado”. La
sanación viene siempre del Señor. Es absolutamente gratuita. Pero el Señor
valora la fe de los que se acercan a él con humildad y confianza. Quien lo
confiesa como hijo de Dios puede llegar a descubrirlo como guía del camino.
Señor Jesús, tú conoces bien
que somos pobres y que estamos ciegos. Mucho tiempo llevamos esperando tu
llegada. Ayúdanos a reconocerte cuando pasas a nuestro lado. Solo tú puedes
abrirnos al misterio de esa luz que ilumina una vida para siempre. Que no nos
domine la cobardía. Y que, en medio de nuestras tinieblas, encontremos la
audacia de que nos habla el papa Francisco, para poder suplicarte: “Maestro,
que pueda ver”. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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