Reflexión Homilética para el Domingo 19 de Agosto de 2018. 20º del Tiempo Ordinario.
“Venid a comer mi pan y a beber
mi vino que he mezclado” Esas palabras parecen apropiadas para la publicidad de
una posada medieval. El mesonero ofrece a los caminantes su pan y su vino.
En la celebración de este
domingo, el mesonero es otro la Sabiduría de Dios personificada. El texto del
libro de los Proverbios (Pr 9, 1-6), que hoy se lee, a la invitacion primera añade una exhortacion
que explica por que se invita al caminante: “Dejad la inexperiencia y viviréis;
seguid el camino de la prudencia”.
En la Biblia, la sabiduría no es simple erudición. Es el
discernimiento que ayuda a jerarquizar los valores. Es la sintonía con el
proyecto de Dios. Es la Sabiduría divina quien nos alimenta y reconforta. Solo
ella marca el camino verdadero y orienta y guía a los caminantes. Sin el pan y el vino de la Sabiduría podemos
extraviarnos y perecer agotados.
LA VIDA ETERNA
Tras la multiplicación y reparto
de los panes y los peces, Jesús pronuncia un denso discurso en la sinagoga de
Cafarnaúm. En él, Jesús se compara con
el maná que alimentó a los hebreos en el desierto. Y se presenta a sí mismo
como el pan bajado del cielo para dar la vida a los hombres.
En el texto que hoy se proclama
(Jn 6, 51-58) Jesús identifica su pan con su propia carne y sangre: “Mi carne
es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”. Ademas, Jesús explica su
pensamiento con dos frases complementarias.
- “Si no coméis la carne del Hijo
del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”. Esta expresión
negativa nos advierte del riesgo de vivir junto a la fuente y morir de sed. En
la totalidad reflejada por el cuerpo y la sangre, Jesús se nos entrega como el
alimento imprescindible, que no puede ser despreciado.
- “El que come mi carne y bebe mi
sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día”. Esta expresión afirmativa nos propone el gran
don de una vida que supera los límites del tiempo y de la muerte. Jesús es la
resurrección y la vida para todo el que se alimenta de su mensaje.
LA INTIMIDAD
Por fin añade el Maestro: “El que
come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. La oferta de la vida
se completa ahora con la oferta de la intimidad.
- “El que come mi carne y bebe mi
sangre habita en mí y yo en él”. Nos pasamos la vida cambiando de vivienda, y
no sólo en el sentido material de la casa. Buscando un lugar espiritual en el
que echar raíces. Un espacio que pueda ser nuestra morada. Un corazón en el que
descansar. Eso y más es Jesús para el que se alimenta de su vida.
- “El que come mi carne y bebe mi
sangre habita en mí y yo en él”. Jesús dijo una vez que no tenía donde reclinar
su cabeza. En el Apocalipsis se dice que Él está a la puerta y llama para
compartir nuestra mesa. Quien se alimenta de su cuerpo y de su sangre le
ofrece, casa y descanso. Y comparte su intimidad.
Señor Jesús, tú conoces nuestra
necesidad de vivir de verdad, de convivir en intimidad y de pervivir para
siempre. Al entregarte en cuerpo y sangre, Tú nos ofreces esa posibilidad.
Bendito seas por siempre, Señor. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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