
Homilía Domingo 14 de Febrero de 2016. Iº de Cuaresma, C.
“Traigo aquí las primicias de los
frutos del suelo que tú, Señor, me has dado”. Con esta ofrenda concluye el
llamado “credo” del Israelita, que se contiene en el libro del Deuteronomio (Dt
26,10). Un texto venerable, que une el pasado y el presente del pueblo elegido
por Dios.
Del pasado remoto, se recuerda la
época del pastoreo, pero también el hambre que obligó a los antepasados a
emigrar a Egipto. Buscaban allí los medios para sobrevivir, pero se vieron
obligados a servir en una dura esclavitud.
Un segundo momento estaba marcado
por la súplica insistente ante el Señor. Y, sobre todo, por la intervención de
Dios, que misericordiosamente abrió ante el pueblo los caminos de la liberación
y le entregó una tierra que manaba leche y miel
El tercer momento es el presente.
El israelita se acerca al templo a ofrecer al Señor las primicias de los frutos
del campo. Con ese gesto no hace más que devolver a Dios una pequeña parte de
lo que ha recibido de Él. Solo Dios es el Señor de su historia, de su vida y de
sus bienes.
TRES OBRAS DE MISERICORDIA
El evangelio del primer domingo
de cuaresma nos recuerda todos los años las tentaciones de Jesús. Este año se
proclama el texto del evangelio de Lucas (Lc 4,1-13). Entre las numerosas
aplicaciones de este pasaje, el año de la Misericordia puede sugerirnos estas
tres.
Ante la primera tentación, que
nos ofrece panes, la primera obra de misericordia nos exhorta a “dar de comer
al hambriento”. Pero el Señor nos recuerda que el hambre de nuestros hermanos
no se satisface solo con alimentos de la tierra. Hay un Pan que da vida eterna.
Ante la segunda tentación, que
nos ofrece poder y gloria, pensamos en la obra de misericordia que nos lleva a
“vestir al desnudo”. El vestido defiende la intimidad y subraya la dignidad de
la persona. Pero la gloria verdadera sólo nos la da la escucha de la Palabra de
Dios.
Ante la tercera tentación, que
nos sugiere poner a prueba al mismo Dios, evocamos la obra de misericordia que
nos pide “dar buen consejo al que lo necesite”. Por imprudencia y orgullo
atentamos contra el amor, la vida y la familia, para culpar cínicamente a Dios.
DE JESÚS A DIOS
Pero el relato evangélico que hoy
se proclama no se limita a ofrecernos unas reflexiones sobre el buen
comportamiento con nuestros semejantes. Como siempre, el evangelio nos habla
sobre todo de Jesús. Y, en consecuencia, nos presenta al Dios de Jesús.
De Jesús se nos dice que en lugar
de dialogar con Satanás, como había hecho Eva en el paraíso terrenal, el Hijo
de Dios se refugia en la Palabra de Dios y responde con la fuerza de esta
Palabra. Esa es la sugerencia que nos ofrece el papa Francisco.
De Dios se nos dice que es el
verdadero y único Señor. Satanás afirma tener el poder sobre todo, pero miente.
Pretende ser adorado para entregarnos ese poder, pero nos engaña. Solo podemos
adorar a Dios. Y lo hacemos gratuitamente, sin aspirar al poder y al tener.
Señor Jesús, sabemos que
también hoy la humanidad se pregunta si eres el Hijo de Dios. Nuestra fe lo
confiesa sin necesidad de someterte a prueba, como hizo el diablo. Apoyados en
la Palabra de Dios, como tú, queremos proclamar tu vida y tu verdad. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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