
Homilía para el Domingo 17 de Enero de 2016. 2º del Tiempo Ordinario, C.
“Como un joven se casa con su
novia, así te desposa el que te construyó: la alegría que encuentra el marido
con su esposa, la encontrará tu Dios contigo”. Esas palabras cierran la primera
lectura de la misa de este domingo segundo del Tiempo Ordinario. Están tomadas
del libro de Isaías (Is 62,5).
Con ese oráculo se manifiesta el
amor que Dios profesa a su pueblo. Si alguna vez parecía haber sido abandonado
por Dios hasta llegar a ser devastado por sus enemigos, un día será reconocido
como el pueblo elegido y amado por Dios.
Lo más sorprendente del texto es
que el oráculo utilice imágenes y palabras tan estrechamente ligadas al
compromiso matrimonial. Así dice el Señor a su pueblo: “El Señor te prefiere a
ti y tu tierra tendrá marido”. La elección y la providencia de Dios aseguran la
presencia de la vida y un futuro de prosperidad.
LA FIESTA DE LA VIDA
La liturgia de hoy nos traslada a Caná de
Galilea. Allí se celebra la fiesta de una boda. Y a la fiesta han sido
invitados María, Jesús y los discípuos que ha ido eligiendo (Jn 2, 1-12).
Conocemos bien este relato y muchas veces lo hemos incorporado a nuestra
oración.
En primer lugar nos indica que
Jesús no rehúye las fiestas de la humanidad. Participa en ellas con sinceridad
y con serenidad. En este caso comparte la fiesta del amor y de la vida. Dos
grandes valores humanos que quedan santificados por su presencia.
Además, vemos la atención que
María presta a las necesidades de las personas. Es ella la primera en percibir
la dificultad en la que pueden encontrarse los nuevos esposos. Con razón la
proclamamos como Reina y Madre de Misericordia.
Y con alegría descubrimos que
Jesús hace posible que el agua de nuestras fatigas se convierta en vino
excelente para animar la fiesta de la familia.
LOS SIGNOS Y LA FE
El evangelista concluye este
relato con una anotación que nos introduce de lleno en la identidad y en la
misión de Jesús: “Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó
su gloria y creció la fe de sus discípulos en él”.
Los signos habrían de ir marcando
su camino. Un itinerario de compasión. La ayuda prestada a los esposos, la
curación de un ciego, el reparto de los panes y la resurrección de Lázaro
presentaban a Jesús como el rostro de la misericordia de Dios.
La gloria de Jesús era la gloria
misma del Padre. No buscaba su propio interés. Pretendía seguir la voluntad del
Padre y hacerla visible a sus discípulos. No puede ser diferente la intención
de los que siguen su camino.
La fe es un don de Dios. Hay que
pedirla en la oración. Pero es también una tarea que implica toda la
existencia. Crecer en la fe, anunciarla y dar testimonio de ella es una tarea
que da sentido a la existencia de los seguidores de Jesús.
Señor Jesús, nos alegra saber
que estás presente en nuestra existencia, tanto en las celebraciones de la vida
y del amor como en la hora de la muerte y del duelo. En un momento y en otro
queremos hacer lo que tu nos digas, como nos lo indicó tu Madre. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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