Homilía Domingo 24 de Enero de 2016. 3º del Tiempo
Ordinario, C.
“Hoy es un día consagrado a
nuestro Dios… Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones
a quien no tiene… No estéis tristes, pues el gozo del Señor es vuestra
fortaleza”. Son hermosas estas exhortaciones con las que el sacerdote Esdras
introduce la lectura del libro de la Ley (Neh 8, 10).
Este texto que se proclama en
este domingo es importante por dos motivos. En primer lugar, nos recuerda la alegría
del pueblo de Israel al poder escuchar la lectura de los libros santos. La
reunión de la asamblea de los creyentes se apoya en dos importantes pilares: la
oración y la meditación sobre la Palabra de Dios.
Además, nos enseña que la lectura
de la palabra de Dios es motivo de alegría para los verdaderos creyentes y, al
mismo tiempo, es una invitación para compartir con los pobres y necesitados los
dones recibidos de Dios.
ELECCIÓN Y MISIÓN
Pues bien, el evangelio nos
traslada a un escenario semejante. Entramos en la sinagoga de Nazaret. También
en un pueblo tan pequeño como ese, los vecinos se reúnen el sábado en la
sinagoga. No son muchos. Se conocen todos “desde toda la vida”.
Después de una breve ausencia,
Jesús ha regresado al poblado. Por los alrededores ha ido extendiéndose la voz
de que habla con autoridad. Así que las gentes de su aldea le ofrecen la
oportunidad de leer y comentar los libros santos (Lc 4, 14.21). Jesús lee un
texto que se encuentra en el rollo de Isaías. Dos ideas atraen la atención de
los presentes:
“El Espíritu del Señor está sobre
mí, porque él me ha ungido”. Era fácil aceptar que el profeta que había escrito
así describía su vocación y reflexionaba sobre su propia identidad. Su vida
había de ser testimonio de esa elección.
“Él me ha enviado para anunciar…
la salvación, la liberación… y la gracia”. Era un motivo de alegría recordar
que los antiguos profetas habían sido elegidos y enviados como portavoces de la
compasión y de la misericordia de Dios.
MENSAJE Y MENSAJERO
Jesús podía haberse limitado a
comentar el texto mirando al pasado. Podía haber invitado a sus vecinos a dar
gracias a Dios por la misión de los antiguos profetas de Israel. Podía haber
cantado la grandeza de la liberacion que Dios había ofrecido a su pueblo. Pero
fue más allá. De hecho, recalcó la actualidad de aquel antiguo mensaje,
“Hoy se cumple esta escritura que
acabáis de oír”. Al igual que el sacerdote Esdras, Jesús subraya la importancia
del “hoy”. El pasado ha dejado espacio a un presente de gracia. La palabra
proclamada se hace realidad ante sus vecinos.
“Hoy se cumple esta escritura que
acabáis de oír”. Jesús se presenta como profeta. Y se atribuye una misión que
es una buena noticia para los pobres y los oprimidos, los marginados y los
extranjeros.
“Hoy se cumple esta escritura que
acabáis de oír”. Como dice el Papa Francisco, “a los que estaban cargados de
dolor, agobiados de pobreza, les aseguró que Dios los tenía en el centro de su
corazon”.
Señor Jesús, enséñanos a leer
las Escrituras. Tú eres el mensajero y el mensaje. En ti se nos revela el
rostro misericordioso de Dios. Bendito seas por siempre. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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