Homilía para el Domingo 3 de enero de 2016. 2º de Navidad, C.
“La sabiduria hace su propio
elogio, se gloría en medio de su pueblo”. Así comienza un hermoso poema que se
encuentra en el libro del Eclesiástico, con referencia a la sabiduría de Dios
(Eclo 24,1).
El texto continúa proclamando que
la sabiduria ha brotado de la boca del Altísimo, actúa en sintonía con su
voluntad y pone su morada entre los hijos de los hombres.
Evidentemente, esa sabiduría de
origen divino, que preside la obra de la creación, no puede asimilarse a la
simple erudición humana. Es la fuente viva. La fuente de la vida, que renueva
todas las cosas de este mundo.
La sabiduría divina trasciende
todos los planes humanos. Y no se limita a ofrecer a los hombres este o aquel
saber. Más que el arte del saber, es el don del sabor.
LA VIDA Y LA LUZ
El evangelio que hoy se proclama
ha sido leído también en la tercera misa de la fiesta de la Navidad, así como
el día 31 de diciembre. Esa reiteración subraya la importancia de este texto
con el que comienza el Evangelio de Juan (Jn 1, 1-18). Son ideas como dardos.
• “Al principio ya existía la
Palabra”. Antes de los mundos y de nuestras historias, más o menos importantes,
ya existía la Palabra de Dios, el proyecto de Dios, que, en realidad, coincide
con su amor y su misericordia.
• “En la Palabra estaba la vida”.
No son nuestras palabras las que generan la vida. No son ellas las que dan
sentido a la vida. Nuestras palabras sólo tienen valía cuando son un reflejo de
la Palabra eterna de Dios.
• “La vida era la luz de los
hombres”. Es sorprendente esa identificación: palabra-vida- luz. Sin la Palabra
de Dios, nuestra vida es mortecina y nuestro caminar es un deambular a tientas
en medio de las tinieblas.
LA CARNE Y LA GLORIA
Con todo, el poema con que se
abre el evangelio de Juan no nos remite solamente a la eternidad divina. En él
se da cuenta del valor de la temporalidad humana.
• “La Palabra se hizo carne”.
Siempre ha habido gentes y movimientos que han tratado de ignorar el valor del
cuerpo y de la peripecia humana. Pero la Palabra de Dios no es un sonido vacío.
Se ha hecho carne en Jesús de Nazaret.
• “La Palabra habitó entre
nosotros”. Puso su tienda de campaña entre nosotros. Caminó por nuestras
sendas. No sólo se dejó oír, sino que se dejó ver y tocar. Por eso puede ser
aceptada o rechazada. Por eso puede guiar nuestros pasos.
• “Hemos visto su gloria”. En la
Palabra que se ha hecho carne hemos descubierto la gloria de Dios y la
humanidad de Dios. Pero en ella hemos podido descubrir también la gloria del
hombre y la divinización del hombre por obra y gracia de la misericordia de
Dios.
Señor Jesús, sabemos que estás
lleno de gracia y de verdad. No permitas que te ignoremos. Permítenos
recibirte. Nuestra hospitalidad tendrá como premio tu presencia misericordiosa
en nuestra vida. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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