Homilía para el Domingo 24 de Febrero de 2014. 7º del
Tiempo Ordinario, ciclo A.
“No odiarás de corazón a tu
hermano…sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Es interesante esa
relación entre la prohibición y el mandato. Si se prohíbe el odio es en razón
de la importancia del amor. Así se incluye la llamada regla de oro de todas las
éticas en el contexto de la Ley de Moisés (Lev 19, 17-18).
Junto a ese binomio aparece la
exhortación a reprender al pariente cuando peca y la prohibición de la venganza
y el rencor contra los más allegados. Es verdad que los textos bíblicos habrían
de ampliar el círculo hasta aconsejar la compasión hacia el prójimo en general
y aun a los extranjeros que aceptan vivir en paz con el pueblo que los acoge.
La introducción a estas palabras
nos sitúa en un terreno que no es muy popular en nuestros días: “Seréis santos,
porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo”. Eso significa que el creyente no
puede limitarse a ser “políticamente correcto”. Ha de tratar de hacer presente
y visible la santidad del mismo Dios.
LA TÚNICA Y LA CAPA
Este mensaje se completa en el
evangelio de hoy, situado en el marco del Sermón de la Montaña (Mt 5, 38-49).
Jesús recuerda la ley del talión: “Ojo por ojo y diente por diente”. Solemos
pensar que era una licencia para la venganza. En realidad, era una restricción
de la misma a términos de equidad. Nadie tenía derecho a exigir más de lo que
le habían quitado.
Pero Jesús va más allá de aquella
antigua norma. En el texto aparecen cinco ejemplos de exigencias incómodas: los
que agravian, abofetean, pleitean por la túnica, exigen compañía y piden dinero
prestado. El Maestro exhorta a sus discípulos a que no rehuyan a estos
insolentes, aprovechados o impertinentes.
Su mensaje sugiere tres actitudes
contrarias que suponen un heroísmo más que habitual: “Amad a vuestros enemigos,
haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y
calumnian”. No se trata de caer en un victimismo enfermizo. Se trata de
aprender a amar con gratuidad. Amar a los que nos aman y saludar a los que nos
saludan es normal. Hasta los paganos lo hacen. Al creyente se le pide algo más.
EL SOL Y LA LLUVIA
¿Cuál es la razón para ese
comportamiento tan generoso? No puede ser ni la cobardía ni la comodidad de
quien no sabe o no quiere defenderse. Tampoco puede ser la falsa bondad de
quien espera ser aplaudido por la sociedad. Sólo hay un motivo. Hay que poner
amor donde no lo había… porque eso es lo que hace Dios. Antes de ser una
exhortación moral, el texto es una revelación del mismo Dios.
• Dios hace salir su sol sobre
malos y buenos. No es la bondad humana la que mueve a Dios a regalarnos la luz.
Y no es la maldad humana la que puede impedir a Dios hacerse presente en
nuestras vidas.
• Dios manda la lluvia a justos e
injustos. No es la justicia humana la que determina la justicia de Dios. Es la
lluvia de su misericordia la que produce sobre la tierra la verdadera justicia
que es, a fin de cuentas, el rostro del amor.
- Señor Jesús, con tu palabra y
con tu ejemplo nos has enseñado que no basta con olvidar las ofensas ni basta
con perdonar al ofensor. Es preciso aceptarlo y amarlo como a un hijo del mismo
Padre común. Sabemos que no es fácil. Que tu luz nos ilumine. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
No hay comentarios:
Publicar un comentario