Comentario homilético del Domingo 24 de Noviembre de 2013. 34 Tiempo Ordinario C
“Hueso y carne tuya somos”. Con
estas palabras se dirigen las tribus de Israel a David. Con ellas le anuncian
que lo han elegido como rey. Y justifican su decisión, afirmando la comunión de
origen y de destino que los unen al que ya reina en Hebrón (2Sam 5, 1-3).
Los enviados le ofrecen el reino
con la esperanza de que logre reunir a todas las tribus. Su decisión se apoya,
además, en la palabra que Dios mismo había dirigido a David: “Tú serás el
pastor de mi pueblo, Israel, tú serás el jefe de Israel”.
Pero en el texto hay un tercer
motivo. David ofrece un pacto a los representantes del pueblo. Evidentemente,
el relato trata de sugerir que ese gesto del elegido como rey retoma y hace
suyo el pacto que el Señor ha hecho con su pueblo.
LA TENTACIÓN
Algún novelista ha escrito sobre
la última tentación de Jesús. Según el evangelio, esa tentación no es
precisamente la del placer. Tampoco es la tentación del tener. La última
tentación del Mesías es la del poder. No tanto el dominio político como el
poder bajar de la cruz (Lc 23, 35-43). Entre burlas y chanzas, los que le rodean
se convierten en tentadores.
-
En primer lugar, hablan las autoridades y el pueblo, que parecen
desconfiar de las pretensiones mesianicas de Jesús: “A otros ha salvado: Que se
salve a sí mismo, si él es el mesías de Dios, el Elegido”.
- En segundo lugar, hablan los
soldados. Son extranjeros y seguramente paganos. Su burla no tiene un sentido
religioso sino político. Ofreciéndole
vinagre, parecen desafiarle: “Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti
mismo”.
- En tercer lugar, resuena en la
escena el sarcasmo de uno de los malhechores colgados con Él. Si pretende que
Jesús baje de la cruz es con el deseo de ser liberado también él de ese
suplicio: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”.
La cruz es un desafío para las
gentes de todos los tiempos. La fe, la política y el interés se unirán siempre
para pretender que Jesús baje de la cruz. Y para obligar a los cristianos a que
presenten una fe sin referencia a la cruz.
EL PARAÍSO
Pero Jesús no bajó de la cruz.
Entre la burla y la ironía, Pilató mandó escribir sobre ella: “Jesús Nazareno,
Rey de los Judíos”. Y desde ella reina el Mesías de Dios. En torno a la cátedra
de la cruz se desarrolla el último diálogo del Maestro con su último discípulo:
• “Jesús, acuérdate de mí cuando
llegues a tu reino”. En la súplica del ladrón arrepentido resuena el Antiguo
Testamento. En la fe de este malhechor se manifiesta la esperanza del Reino de
Dios. Él lo ve llegar en Jesús, el Justo crucificado junto a él. Su oración se
hace eco de los que durante siglos pedían a Dios que se acordase de ellos.
• “Te lo aseguro: hoy estarás
conmigo en el paraíso”. La respuesta de Jesús refleja la gran certeza que abre
el Nuevo Testamento: el Reino de Dios ha llegado ya. Ese Reino evoca la armonía
del paraíso primordial. Y Jesús, el Justo injustamente ajusticiado, es el nuevo
Adán de una nueva creación. Es el Rey que reina desde la cruz.
- Señor Jesús, que tu cruz nos
lleve a recordar tu señorío sobre el mal y a celebrar la salvación que nos
libera de él. Y que tu mensaje y tu ejemplo de vida nos ayuden a reformar
nuestra vida y las estructuras de nuestra sociedad. Porque tuyo es el Reino,
tuyo el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
D. José-Román Flecha
Andrés
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