A la Inmaculada Concepción
Gerardo Diego
Estirpe de David, nieta nueva,
Para ti, Nina
mía, ya no rigen
condenas heredadas, ni te
afligen
obligadas pensiones de la gleba.
Tú eres la Paz del cielo, iris que
prueba
el impalpable oriente de tu
origen.
El Padre y el Espíritu te eligen
purísima
excepción -isalve!- de Eva.
Para que encarne el Hijo de tu flor
trémula
es justo y digno que tu carne emula
traiga a
la vida olor de paraíso.
Y que desde el no ser al ser se
intime
hinchiendo su inocencia que la exime:
toda interior fulgor, nácar sumiso.
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