martes, 5 de junio de 2012

VIVE SENCILLAMENTE...


VIVE SENCILLAMENTE
PARA QUE OTROS, SENCILLAMENTE,
PUEDAN VIVIR.

 
La fiesta del Cuerpo y Sangre  del Señor nos invita a examinar nuestra caridad. O nuestro egoísmo. A redescubrir la templanza y la austeridad  para compartir nuestros bienes con los necesitados que viven junto a nosotros.

La templanza ha sido alabada por los pensadores de todos los siglos. A Cicerón se atribuye la sentencia que reza: “La templanza es un gran capital”.  Quevedo pudo añadir que “Mucho peligro corre todo lo que templanza no tiene”.  

Sin embargo, en épocas de prosperidad la virtud de la templanza parece ser una virtud olvidada. Hasta su mismo nombre suena extraño y desoído. Llegados los tiempos de la crisis no nos acostumbramos a vivir con sencillez y austeridad. No sabemos renunciar.

Es preciso rescatar el valor antropológico de la templanza. En nuestros tiempos hay pocas palabras más desprestigiadas que las de "renuncia" o "abnegación". En un mundo que busca la eficacia a corto plazo, pase lo que pase y pese a quien pese, la renuncia parece inhumana por antiproductiva. 

Y, sin embargo, la renuncia no es la virtud de los que se conforman con poco, sino la expresión del sueño de los que aspiran a todo lo que de verdad vale. La abnegación no es un barato consuelo para beatos: es el esfuerzo valeroso de aquellos que están dispuestos a dar un poco por el todo. El hombre que no ha aprendido a renunciar, nunca segará un trigal ni vendimiará una viña.

 Para San Agustín, “la templanza es aquella virtud del alma que modera y reprime el deseo de aquellas cosas que se apetecen desordenadamente”.

En un sermón cuaresmal, San Juan de Ávila contrapone al consejo de San Pedro el del mismo demonio: “Hermanos, dice el príncipe de los apóstoles, sed templados. Tiene mucha razón por cierto. ¡Qué de males causa este comer! ¡A cuántos derriba el enemigo! Hácelos hartar hasta no más, y vase riendo de ellos, y envía a otro peor que él, y dice: ‘¡Cuál te lo dejo! Ve tú y tiéntalo como quisieres, que bueno queda y aparejado para todo lo que de él quisieres hacer’”   

El ser humano vive ante lo otro, los otros y el absolutamente Otro. En cada una de esas relaciones, adquieren un puesto importante los valores tutelados por la virtud de la templanza:

• Con relación a lo otro, se impone vivir el sentido de la sobriedad, como signo del señorío del hombre frente a las cosas que lo rodean. La austeridad de la vida y la superación de la fiebre consumista son signos que reflejan la comprensión de una persona que sabe valorar su libertad.

  Con relación a los otros el ejercicio de la templanza refleja el valor de la fraternidad y de la solidaridad con los más necesitados. 

• Respecto al Absolutamente Otro, vivir en la templanza significa aprender a descubrir un espacio y un sentido para la adoración gratuita. La templanza es la respuesta valiente y generosa frente a todas las tentaciones de idolatría.

El lema de Cáritas nos invita a vivir con sobriedad y a pensar en las necesidades de los demás: "Vive sencillamente para que otros sencillamente puedan vivir" .

José-Román Flecha Andrés

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