sábado, 30 de diciembre de 2017

LA VIDA Y EL AMOR


Reflexión homilética para el Domingo 31 de Diciembre de 2017.
Festividad de la Sagrada Familia

En el domingo que sigue a la solemnidad del Nacimiento de Jesús celebramos cada año la fiesta de la Sagrada Familia. Esa realidad tan humana tiene una larga historia, que la memoria de Israel sitúa y contempla ya en los orígenes del pueblo.

“Mira hacia el cielo y, si puedes, cuenta las estrellas. Así será tu descendencia”. He ahí la promesa que Dios dirige a Abraham, al constituirle padre de una multitud de naciones (Gén 15,1-6). Como se ve, los hijos son el signo y el resultado de la alianza que Dios ofrece al anciano patriarca. La familia es una bendición.

El texto de la carta a los Hebreos que hoy se lee (Heb 11,11-12) recuerda esa misma alianza: “De un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar”.

El mensaje es claro. El Dios de la vida promete y promueve la vida. La vida es, por tanto, el primero de los dones de Dios. Es un regalo gratuito. Sin embargo, ese don divino comporta la aceptación humana. La vida de los hombres surge en el seno de la familia.

LA ESCUCHA Y EL ASOMBRO

El evangelio de esta fiesta recuerda la presentación de Jesús en el templo (Lc 2,22-40). José y María cumplen cuidadosamente las normas de la Ley, y contemplan la irrupción del Espíritu en un hombre justo y piadoso. Simeón reconoce en el Niño al Mesías del Señor. En él descubre al que ha de ser la gloria de su pueblo y la luz para los pueblos paganos.

El padre y la madre de Jesús quedan admirados por lo que oyen decir de él. El mismo evangelio de Lucas ha referido que los pastores que velaban y cuidaban sus rebaños en la noche, se acercaron a ver al Niño y contaron lo que habían oído pregonar a los ángeles.

- Los relatos sugieren la importancia de los mensajeros que Dios envía a la familia de Jesús. El don de aquella vida es tan grande que requiere la confluencia de muchas voces. También hoy el don de la vida requiere un testimonio compartido sobre su valor.

- Pero ambos relatos nos sugieren que José y María habían de escuchar una y otra vez el mensaje sobre aquel Niño. A la escucha más atenta sucedió y ha de suceder siempre el asombro y la admiración ante el misterio.

DONES Y TAREAS

Después de presentar a Jesús en el templo y después de escuchar las palabras de Simeón y de Ana, José y María regresaron a su ciudad de Nazaret. “Y el niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él”.

- El crecimiento parece garantizado por el tiempo. Pero requiere el esfuerzo de toda la familia. La salud integral, siempre amenazada, exige vigilancia y cuidados sin cuento.

- La sabiduría no se reduce al aprendizaje de técnicas. La familia es taller y escuela. Su ideal es enseñar y transmitir los valores que verdaderamente valen.

- La gracia de Dios se derrama generosamente sobre todos sus hijos. Pero la familia ha de cultivar el terreno para que esa gracia produzca los frutos de las buenas obras.

Dios y Padre nuestro, en la familia de Nazaret nos has dado un precioso modelo de vida. Ayúdanos a imitar en nuestras familias sus virtudes y a vivir siempre en el amor. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

sábado, 23 de diciembre de 2017

EL HIJO DE DIOS


Reflexión homilética paara el Domingo 24 de Diciembre de 2017. 4º Domingo de Adviento.

“Cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas y consolidaré el trono de su realeza. Yo seré para él padre, y él será hijo para mí”. Esa es una parte muy importente de la promesa de Dios, que el profeta Natán transmite a David (2Sam 7, 12.14).

Dios promete estar con el rey, plantar a su pueblo en el territorio y asegurar la paz al reino. No era poco. Pero además, el profeta se refería a los tiempos que habían de seguir tras la muerte del rey. Dios prometía la estabilidad de la dinastia davídica. Y se comprometía a reconocer como hijo al futuro desciente del rey.

Esa promesa es recogida por el salmo responsorial que hoy se canta en la misa (Sal 88). Es grande la misericordia de Dios, que se muestra fiel a su alianza.

Ante tal muestra de su providencia solo es posible dar gloria a Dios por Cristo Jesús, revelación del misterio mismo de Dios (Rom 16,25-27).

EL ANUNCIO

El evangelio de este domingo cuarto del Adviento recuerda una vez más el relato de la anunciacion del ángel Gabriel a una doncella de Nazaret (Lc 1,26-38). Junto a la profecía de Isaías y el mensaje de Juan el Bautista, ella aparece como la figura más importante del Adviento. En ella se hace realidad la antigua profecía de Natán:

“Darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús”. Su nombre es ya un grito profético. Significa “Dios es Salvador”. Por él viene la salvación.

“Se llamará Hijo del Altísimo”. El hijo de María será hijo del Dios Altísimo. En él se encuentran lo humano y lo divino, el pecado y el perdón, la necesidad y la dádiva.

“El Señor Dios le dará el trono de David su padre”. El niño que va a nacer pertenece a la dinastía real. En él se cumple la alianza de Dios. Pero su reino supera al reino de David.

Al recordar el cumplimiento de las antiguas profecías, nos disponemos a celebrar con alegría el nacimiento de Jesús.

EL HIJO DE DIOS

En la historia de Israel son numerosos los relatos sobre algunas mujeres que se decían estériles y, sin embargo, dieron al mundo patriarcas, héroes o jueces de su pueblo. Las palabras del ángel a María evocan esas memorias.

“El santo que va a nacer se llamará hijo de Dios”. El niño que va a nacer es más que todos los antiguos héroes. Él será el Santo por excelencia. Él será la fuente y el modelo de toda santidad.

“El santo que va a nacer se llamará hijo de Dios”. Ese niño “va a nacer” en un lugar y en un tiempo concreto. No era conocido previamente. No había sido soñado ni programado. Él es la gran noticia y la gran novedad para el mundo.

“El santo que va a nacer se llamará hijo de Dios”. El niño que anuncia el ángel Gabriel es hijo de María. Pero con toda razón Dios lo llamará hijo suyo. Él revelará al mundo el nombre y el amor de su Padre.

Señor y Dios nuestro, te damos gracias por habernos enviado a tu hijo como nuestro Salvador. Él nos ha mostrado tu amor y tu misericordia. Al aceptarlo por la fe, hemos recobrado la esperanza de poder vivir en el amor. Bendito Seas, Señor.
D. José-Román Flecha Andrés

domingo, 17 de diciembre de 2017

PREPARAR EL CAMINO



Reflexión homilética para el Domingo 17 de Diciembre de 2018. 3º de Adviento, B.

“Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios”. Esas palabras, tomadas de la tercera parte del libro de Isaías (Is 61,10), resumen el ambiente de alegría que caracteriza a este domingo tercero del Adviento. Nos alegramos, anticipando ya la celebración del nacimiento de Jesús.

En el salmo responsorial se retoma el canto de María, que resuena todas las tarden en la oración oficial de la Iglesia católica: “Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava”. La alegría humana es un eco y una celebración de la intervención divina en la historia.

Y el tema de la alegría retorna en la segunda lectura de la misa de este domingo. En ella se evoca el primer escrito apostólico, para recoger una preciosa exhortación de san Pablo a los cristianos de Tesalónica: “Estad siempre alegres. Sed constantes en orar” (1Tes 5,16). Se ve que la oración y la alegría se exigen mutuamente.

LOS SENDEROS

El evangelio de este domingo tercero del Adviento recuerda de nuevo la figura y el mensaje de Juan el Bautista. Hay dos imágenes que lo definen:

“No era él la luz, sino testigo de la luz”. Ninguno de los profetas era la luz. En todo caso, anunciaban su aparición futura. Juan ya está un paso más cerca del único que es la luz del mundo. Desde él, todos los creyentes en Cristo tenemos esa gozosa y arriesgada misión de ser en nuestro mundo testigos creyentes y creíbles de la Luz.

“Yo soy la voz que grita en el desierto”. En la segunda parte del libro de Isaías se daba cuenta de una voz celestial que exhortaba a preparar a través del desierto un camino para Dios, que se identificaba con su pueblo. Ahora Juan se presenta como una voz terrena que se alza en el desierto. Los creyentes de hoy no podemos ignorar esa voz.

Es más, ya vemos que entre nosotros han surgido hombres y mujeres que han alzado su voz en el desierto. Nos han recordado la misericordia de Dios. Nos han exhortado a ver a Dios en los más pobres y humillados de la tierra. Y han dado la vida por su coherencia. Este tiempo es la hora de los testigos y de los portavoces.

EL ENCUENTRO

Siempre nos llama la atención tanto el extraño vestido del Bautista como su dieta de saltamontes y miel silvestre. Pero casi siempre olvidamos su humildad y su mensaje.

“En medio de vosotros hay uno que no conocéis”. Esa voz de Juan se dirige hoy a cada uno de nosotros. El Señor se ha acercado cientos de veces a nosotros y otras tantas veces hemos decidido ignorar su presencia.

“En medio de vosotros hay uno que no conocéis”. Esa voz del Bautista se dirige también a toda la Iglesia. El Señor está en la comunidad que él ha convocado. Pero todos podemos caer en la tentacion de la mundanidad, denunciada por el papa Francisco.

“En medio de vosotros hay uno que no conocéis”. Esa voz del profeta del desierto ha de dirigirse también hoy a toda la humanidad. ¿Cuántas crisis y cuántas guerras harán falta para que preste atención al paso de Dios por la historia?

Señor Jesús, Ayúdanos a caminar en tu luz y a escuchar la voz de los profetas de hoy que nos recuerdan tu presencia entre nosotros.
D. José-Román Flecha Andrés

sábado, 16 de diciembre de 2017

ENCUENTRO DEL GRUPO DE CONFIRMACIÓN

Hoy sábado ha tenido lugar como en otros tiempos litúrgicos el que será el último encuentro antes de la celebración de la Confirmación el próximo 20 de enero de 2018.


Con motivo del Adviento la celebración ha girado en torno a la Oración del Credo. Uno a uno los catequistas han procedido a la lectura de textos que lo desmenuzaban haciendo llegar a los asistentes la grandeza de la Fe en un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.


El acto con gran carga simbólica se ha cerrado con el deseo del Párroco de que lleguemos a la Navidad por un camino de Adviento en vela, despiertos a las necesidades de los demás, espectantes y esperanzados en la venida de Dios que se hace Hombre.

sábado, 9 de diciembre de 2017

PREPARAR EL CAMINO


Reflexión Homilética para el Domingo 10 de Diciembre de 2017. 2º de Adviento. 

 “Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios”. Estas palabras justifican el título  de “Libro de la Consolación”, que suele darse a esta segunda parte del libro de Isaías”. El pueblo de Israel ha padecido la deportación y el exilio en Babilonia. Pero suena ya la hora del retorno a su tierra.  Así que el consuelo no es una palabra vacía de contenido.

“Una voz grita: En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios” (Is 40,3). ¿Hay que preparar un camino al Señor o al pueblo que ha sido humillado? ¿No será una confusión del profeta? ¿O será que Dios se identifica con aquellos que han sido deportados y  maltratados en tierra extraña?

Es hora de olvidar los sufrimientos del pasado. “La salvación está ya cerca de sus fieles… La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos”. No puede ser vana esa promesa que canta el salmo responsorial (Sal 84).

Pero si Dios no se olvida de nuestra miseria, algo hemos de hacer nosotros.  Al menos, hemos de mirar hacia delante. Eso es. “Esperar y apresurar la venida del Señor” (2 Pe,3,12).

LOS SENDEROS

 El evangelio de este segundo domingo del Adviento modifica levemente el mensaje del profeta: “Una voz grita en el desierto: Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos” (Mc 1,3). El desierto era antes la vía de retorno de los desterrados. El desierto es ahora el lugar donde resuena la voz de Juan Bautista. Pero la exhortación es la misma.

- “Preparar el camino al Señor”.  Dios es discreto, pero no es indiferente. Es el Señor de este mundo y ama a todos sus hijos. Es cierto que muchos parecen vivir alejados de él. Pero no podemos quedar paralizados por el “pesimismo estéril” que denuncia el papa Francisco. Hay que tender puentes para que Dios pueda encontrarse con sus hijos.

- “Allanad sus senderos”. Muchos  encuentran dificultades para  andar por el camino del Señor. Unos gritan su rechazo con blasfemias y otros lo demuestran con su indiferencia. Hay rocas institucionales que habrá que dinamitar. Pero ahí están también todos los escandalosos altibajos que presentamos los que decimos creer en Dios.

Es cierto que vivimos en un desierto. Pero es cierto que en el desierto resuena una voz que grita para despertarnos.  Es urgente allanar senderos para facilitar el encuentro.

EL ENCUENTRO

Nos llama la atención tanto el extraño vestido del Bautista como su dieta de saltamontes y miel silvestre. Pero olvidamos su humildad y su mensaje.

- “Detrás de mí viene el que puede más que yo”. Anunciar al que viene. Porque el Señor está viniendo. He ahí el resumen de  la tarea que nos ha sido confiada. Esa es la forma de superar las tentaciones de la desesperanza y de la orgullosa presunción.

- “Él os bautizará con Espíritu Santo”. Hemos sido bautizados con agua. Y no es poco, si ese bautismo significa el don de la fe y el compromiso de vivirla cada día. Pero el baño del Espíritu nos hará abandonar nuestros miedos y vivir con la osadía de su fuerza.

Señor Jesús, sabemos que estás viniendo a nuestro mundo. A nuestro mundo, que es el tuyo. Necesitamos recuperar la fe y el coraje para preparar los caminos que hagan posible tu encunetro con tus hermanos. Tus hermanos, que son los nuestros. No podemos olvidarlo. Ven, Señor Jesús.

D. José-Román Flecha Andrés

jueves, 7 de diciembre de 2017

DONDE LA GRACIA ESTÁ


Reflexión Homilética para la Solemnidad de la Inmaculada Concepción. 
8 de Diciembre de 2017

“Reina y Madre, Virgen pura, que sol y cielo pisáis, a vos sola no alcanzó la triste herencia de Adán. ¿Cómo en vos, Reina de todos, si llena de gracia estáis, pudo caber igual parte de la culpa original?  De toda mancha estáis libre: ¿y quién pudo imaginar que vino a faltar la gracia en donde la gracia está?” Es hermoso este romance de Francisco de Borja (1577-1658) que recitamos en la fiesta de la Inmaculada Concepción de Santa María Virgen.

En el tiempo del Adviento, la fiesta de la Concepción Inmaculada de María nos alienta en el camino de la esperanza. Somos conscientes  de nuestros errores y pecados. A pesar de ellos, Dios ha querido ofrecer a la humanidad un horizonte de perdón y de misericordia, de gracia y de belleza.

Esta fiesta de María nos lleva a celebrar esta nueva creación. Nuestra oración de hoy brota de una íntima alegría. La de saber que lo que perdió EVA, “la madre de todos los que viven”, ha sido felizmente recuperado gracias al AVE que el ángel Gabriel dirige a María, Madre de todos los redimidos.

LLENA DE GRACIA

Hoy se nos repite el relato evangélico de la Anunciación a María. En él escuchamos las palabras que le dirige el ángel del Señor: “María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios”. Ese saludo convierte a María en imagen de todo el género humano. Con él se inicia el gran Adviento de la historia humana. Con él renace la esperanza.

Desde lo más hondo de su existencia, María refleja fielmente la misericordia de Dios y sabe traducirla en fidelidad. Dios nos crea y nos sostiene. María gozó durante toda su vida de la plenitud de la gracia y de la salvación. Fue una persona fiel en todo al proyecto de Dios. También a nosotros, Dios se nos da gratis, pero espera nuestra respuesta.

La sintonía de María con la salvación ofrecida por Dios a la humanidad es un don gratuito, pero encontró en ella una respuesta libre y generosa. Muy pobre es nuestra fe si  no logra superar el temor y no nos ayuda a aceptar el don de la gracia que Dios nos ofrece cada día.

La humanidad no tiene nada que temer de la divinidad. Dios no es un enemigo de la causa y de la libertad humana. Dios nos ofrece su amable cercanía. Como dijo Benedicto XVI, “el hombre que se dirige hacia Dios no se hace más pequeño, sino más grande, porque gracias a Dios y junto con él se hace grande, se hace divino, llega a ser verdaderamente él mismo”.


ABOGADA DE GRACIA

Hoy nuestro corazón se esponja en la contemplación de la decisión de Dios de ofrecer a la humanidad un rayo de esperanza. Con el prefacio de la misa de esta solemnidad nos gozamos en la limpieza de María:

- “Purísima había de ser, Señor, la Virgen que nos diera el Cordero inocente”. Esta mirada al pasado de nuestra historia nos invita a dar gracias por el don de la salvación. A la vista del mal y de la corrupción de este mundo, con frecuencia nos dejamos vencer por el pesimismo.

- “Purísima la que, entre todos los hombres, es abogada de gracia y ejemplo de santidad”. Y esta mirada a nuestro presente nos lleva a recobrar la esperanza. Tratemos de descubrir los signos de esperanza que se encuentran en nosotros mismos, en los demás y en toda la sociedad.


“Oh Dios, por la concepción inmaculada de la Virgen María preparaste a tu hijo una digna morada. En previsión de la muerte de tu Hijo la preservaste de todo pecado. A nosotros concédenos por su intercesión llegar a ti limpios de todas nuestras culpas. Amén”.
D. José-Román Flecha Andrés

sábado, 2 de diciembre de 2017

ESPERAR EN VELA


Reflexión homilética para Domingo 3 de Diciembre de 2017. I de Adviento. B.

“¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!” (Is 63,19). El pueblo de Israel se siente atribulado a causa de sus enemigos. Pero siente también su parte de responsabilidad. Sabe que ha perdido el camino. Ve que se ha endurecido su propio corazón y que ha olvidado el temor o respeto al Señor.

Como se ha dicho en los versículos precedentes, es preciso que Dios se muestre una vez más. Que muestre su poder y su ternura, su fuerza y su compasión. Que muestre que es el Padre de su pueblo. En ese contexto, el orante manifiesta un deseo que se convierte en súplica apasionada y ferviente. ¡Que Dios rasgue los cielos y baje!

El salmo responsorial se hace eco de ese anhelo irrefrenable: “Señor, Dios nuestro, que brille tu rostro y nos salve” (Sal 79). Estas súplicas, tan apropiadas al Adviento que hoy comienza, encuentran apoyo en las palabras de San Pablo. A los que aguardan la manifestación de Jesucristo les asegura que el Señor los mantendrá firmes hasta el final (1Cor 1,7-8). Es la promesa más oportuna para los que tratamos de mantener viva la esperanza.

ATENCIÓN Y VIGILANCIA

A lo largo del año lítúrgico que hoy comienza se nos ofrecerá la lectura del evangelio según san Marcos. En este primer domingo del Adviento escuchamos una invitación de Jesús a mantener una esperanza despierta y vigilante (Mc 13,33-37).

“Estad atentos y vigilad”. Es este un aviso importante para creyentes y no creyentes. Hoy todo nos invita a vivir apresuradamente. La frivolidad se ha convertido en nuestro estilo habitual. Las noticias y los acontecimientos pasan con toda velocidad. Prestar atención a lo que sucede es una buena medida de prudencia.

“No sabéis cuándo es el momento”. Por numerosos que sean los adivinos y los agoreros, no somos capaces de adivinar el futuro. Creyentes y no creyentes vamos caminando en la oscuridad. No podemos vivir en la indiferencia. Es pecado distraernos. Vigilar el curso de la historia es una obligación moral.

Estas actitudes de la atención y la vigilancia se reflejan en la parábola de los criados que aguardan el regreso de su amo. Como el portero de la casa, hemos de permanecer en vela.

LA IMAGEN DEL PORTERO

Es importante recordar el deber del portero. El texto evangélico se hace eco de la última palabra de esa parábola. Con ello indica que ese era el punto central del mensaje.

Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el Señor de la casa. Nuestros cálculos no son de fiar. Nuestros programas pastorales no pueden certificar el momento en que las personas y las estructuras podrán reflejar la presencia del Señor.

Que no venga inesperadamente. El Señor viene a este escenario del mundo. Está viniendo siempre. Pero con demasiada frecuencia nosotros vivimos distraídos, prestando atención a mil bagatelas. Es un dolor que él llegue y no estemos esperándolo.

Que no os encuentre dormidos. El papa Francisco ha dicho que una de las tentaciones del evangelizador es la acedia. Nos hemos acomodado en la poltrona y nos hemos quedado dormidos. Es hora de despertar de nuestra modorra.

Señor Jesús, perdona nuestra desesperanza y nuestra presunción. No saber el tiempo de tu llegada nos invita a velar y trabajar. Queremos vivir en esperanza.
D. José-Román Flecha Andrés