domingo, 27 de agosto de 2023

¿QUIÉN DECÍS QUE SOY YO?

 

Reflexión Evangelio Domingo 27 Agosto de 2023. 21º Tiempo Ordinario.

De lo que otros manifiestan sobre Jesús a compartir mi experiencia de fe

Jesús es un gran pedagogo que va conduciendo a sus oyentes a tomar parte en las cuestiones que le atañen. Esta vez comienza a dialogar con sus discípulos por la idea que otros poseen sobre él «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?» para dar paso a que sean ellos mismos quien respondan a esta demanda «Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?». Será Pedro quien tome la palabra y manifestará una confesión de fe completa «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». Esta declaración es un verdadero resumen de la cristología del Nuevo Testamento.

Sin duda alguna, el encuentro con el maestro no nos deja indiferente. Sus obras y palabras llevan a cuestionar a aquellos que le escuchan y le siguen sobre la especial singularidad de esta persona que ha obrado, obra y obrará prodigios en medio de su pueblo. Y se ha de subrayar que la mayoría de estos se producen en la cotidianidad de la existencia.

La pregunta por la identidad de Jesús posibilita el desarrollo de una mayor conciencia de su persona y misión. Si bien a lo largo de nuestra vida muchos nos han ayudado a acercarnos a Jesús, el Cristo, y gracias a ellos le hemos conocido; llegará el momento en que cada uno ha de verse cuestionado por el propio Jesús y ya no contestará por lo que otros le han dicho sobre Él, si no desde su misma experiencia de fe con aquel que da la vida eterna.

De la confesión a la misión

Sorprende el texto evangélico, a raíz de la confesión de Pedro, con la bienaventuranza expresada por Jesús y la misión que encargará a Pedro.

Con respecto a la bienaventuranza, Jesús proclama dichoso, feliz, a Pedro por la sabiduría con que ha contestado. Esta no proviene de él, sino que ha sido el Padre quien se lo ha revelado. Ha sido una gracia que Dios da a Pedro, una revelación, y por eso es dichoso. Y es que sólo si el Padre revela al Hijo lo conocemos y viceversa (Cf. Mt 11,25ss). Es interesante la perspectiva porque nos lleva a valorar que Pedro contesta no porque es el más sabio de los discípulos, el más estudioso, el que más sabe, sino por pura gratuidad del Padre.

Este matiz nos lleva a considerar la siguiente pregunta: ¿Se es más feliz por el mérito, el esfuerzo propio, o por aquello que me regalan? Es lógico pensar que en nuestro crecimiento personal y espiritual aquello que se obtiene por empeño adquiere más valor y sentido. Y cada uno ha de ejercitarse en la voluntad y trabajar por no ser negligente ni perezoso en sus asuntos ni en los de Dios.

Ahora bien, Jesús nos muestra que la mayor felicidad proviene por aquello que no esperamos y no merecemos. El regalo lo rompe todo. Es la experiencia de tantos místicos y la de cada uno de nosotros. Sólo hemos de hacer memoria para darnos cuenta de las gracias que Dios nos ha obsequiado. Entonces, sin duda alguna, podremos decir con Pablo «¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de conocimiento el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!».

En referencia a la misión, Jesús nombra a Pedro roca (Kefa), mayordomo, le da las llaves del reino. Nombrar a a alguien es tener dominio sobre la persona. La densidad teológica y simbólica del relato nos lleva a contemplar la dimensión del encargo que en la primera lectura se nos ilustra con gran esplendor. Con Eliaquín comenzará la promesa, será en Cristo que se lleve a plenitud (Cf. Ap 3,7) y como su representante dejará Pedro.

Jesús comparte con Pedro lo que Él es. Pedro será un cimiento firme porque está en relación con Jesús. Él posee esta función única, histórica, el llamado ministerio petrino. Por otra parte, también Pedro es el símbolo de todo discípulo. Hemos de ser piedras vivas (Cf. 1Pe 2,2ss) que sigamos fortaleciendo, enriqueciendo con nuestro testimonio y misión a la Iglesia. A aquel que es la piedra viva le pedimos junto al salmista «Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos».

Jesús se hace presente en nuestra comunidad, camina junto a nosotros y nos pregunta «Y ustedes ¿Quién dicen que soy yo?». ¿Quién es Jesús para ti? ¿Con qué regalos Dios me ha bendecido por el que puedo ser llamado dichoso por Él? ¿Dónde se cimenta mi vida, mi misión? ¿De veras está afianzada en la roca viva que es Jesús, nuestro Señor y Salvador??

Fr. Raisel Matanzas Pomares

domingo, 20 de agosto de 2023

"TU FE TE HA SALVADO"

 

Reflexión del Evangelio Domingo 20 de Agosto de 2023. 20º del Tiempo Ordinario.

Una mujer perseverante, suplica con insistencia la sanación de su hija. Quizá esta mujer pensase que podía ser rechazada por ser cananea y extranjera, pero no pierde la esperanza de que Jesús la atienda. La mujer, para hacerse notar, grita hasta el punto de que los discípulos insisten a Jesús: Atiéndela, que viene detrás gritando. Es el grito angustioso de los que se encuentran más necesitados y desprotegidos. La mujer insiste porque su hija necesita ser sanada. Dios no desoye el clamor de los indefensos.

Jesús, que al principio se muestra reticente, responde a la petición de esta mujer. La extraordinaria fe que ella manifiesta, su ferviente súplica y el hecho de ponerse ante Jesús con la humildad de quien todo lo espera de él logra vencer las reticencias iniciales, y Jesús le concede, no las "migajas" que caen de la mesa, como ella esperaba, sino el pan del reino que se reparte con esplendidez.

Dios ofrece la salvación y liberación

La mujer cananea estaba convencida de que Jesús podía curar a su hija. Nosotros sabemos que sólo Él puede hacer que nuestra vida cambie. Con Jesús se abren horizontes para todos los que buscan liberación y vida nueva.

Jesús siempre anda cerca. Es posible ir a él, acercarse y gritar si hace falta. Y Jesús se vuelca siempre ante quien se encuentra necesitado. Jesús es don y regalo de Dios nuestro Padre. Todo lo que viene de Jesús procede del amor del Padre que quiere la salvación de todos los seres humanos.

El evangelio nos ha mostrado que en Jesús todos tenemos sitio, los de lejos y los de cerca, sea cual sea nuestra procedencia, creencias, cultura y formas de vida. Dios no abandona a nadie, no cierra puertas. Dios sigue ofreciendo sus promesas y dones de salvación a todos, valorando y respetando las opciones libres de cada persona. Nadie está excluido. Sólo espera un "si" de nuestra parte: el "sí" de la fe audaz, adulta, madura, perseverante y llena de confianza. Es la fe que propicia la hora de Dios.

Invitación a la acogida del otro

Isaías se ha hecho eco del deseo de Dios de reunir a sus hijos dispersos para que todos encuentren acogida en su presencia. A la vez, ha señalado que es preciso quitar de en medio todo aquello que impide la pronta llegada de la salvación de Dios. Por eso, el Profeta ha exhortado a guardar el derecho y a practicar la justicia como base de unas nuevas relaciones humanas. Las injusticias son el gran obstáculo para la convivencia y para la construcción de un "mundo nuevo".

La Palabra de Dios nos ha invitado a abrir el corazón a la universalidad, a derribar fronteras y a superar todo tipo de exclusiones y discriminaciones. Hay que vencer los prejuicios y los obstáculos que tan frecuentemente nos separan y enfrentan a los seres humanos. Es una invitación a que no vivamos con recelos y desconfianzas, especialmente ante la presencia del otro que es diferente. El mensaje es claro: se nos invita a promover relaciones de apertura, de solidaridad y de acogida generosa.

¿Nuestra fe en Jesús tiene los rasgos que hoy nos ha mostrado la Palabra de Dios? ¿Cómo es la fe que vivimos? ¿Actuamos como si la fe cristiana fuera monopolio de unos pocos elegidos? ¿Estamos abiertos a todos? ¿Ponemos barreras que nos separan?

Fr. Pascual Notari Almela O.P.

domingo, 13 de agosto de 2023

"SOY YO, NO TENGÁIS MIEDO"


Reflexión del Evangelio Domingo 14 de Agosto de 2023. 19º del Tiempo Ordinario.

El evangelio de este domingo nos ofrece pistas muy sugerentes para la vida de seguimiento, para el cultivo de la interioridad y para descubrir el sentido de la oración creyente.

El cultivo de la interioridad

La perícopa de este domingo puede servirnos perfectamente de imagen de la dinámica de la vida interior y del necesario cultivo de nuestra interioridad. La interioridad es hondura, profundidad, dejarle al Espíritu escrutar nuestro fondo; implica también estar a solas, experimentar, como Jesús, la soledad de la propia vida y la unicidad inherente a ella, sin que por esto nos apartemos de compartir la común humanidad con los demás que es acogida y acompañada siempre por Jesús.

Guiados por el relato evangélico, cultivar esta interioridad demanda a los otros, con sus vidas y afanes, saber ocuparnos de los demás, como Jesús, saber estar en sus vidas y saber “despedirlos”. Pero también la interioridad implica atravesar las dificultades con otra mirada, una mirada creyente que nos permita descubrir la presencia de Jesús en nuestra vida, no como un fantasma, sino como el verdadero Hijo de Dios que nos tiende la mano cuando la adversidad amenaza con hundirnos en el miedo.

Al seguir a Jesús ¿no me zarandea la vida?

Es una constante en toda vida humana y, por tanto, cristiana, que se encuentre atravesada por diversas circunstancias que van desde las experiencias más sublimes hasta aquellas que nos hacen tambalear las convicciones personales, el sistema de valores, la fe puesta en la Buena Noticia… Jesús sabe que esas realidades pueden tocar a nuestra puerta, con menor o mayor frecuencia.

Seguirle no supone que dichas experiencias no llegarán a nuestras vidas o que somos asépticos a las dificultades. Muchas veces forma parte del imaginario creyente de no pocos hermanos en la vida eclesial, pensar que con Dios y en Él nada puede pasarnos. Pero esto no es real, de hecho, el testimonio de los profetas, de María y los apóstoles atestigua que el curso normal de la vida con sus cuotas de dolor y alegría, de tristezas y esperanzas, es compartida por todo seguidor de Jesús.

Por otro lado, no siempre llega el Señor en el modo que lo esperamos para indicarnos qué hacer o para calmar inmediatamente nuestros gritos desesperados por el miedo, nuestro desconcierto ante el mal que parece arroparnos. No actúa Jesús en nosotros como una madre primeriza que sale corriendo al primer llanto de su hijo, aunque ciertamente, Jesús llega, y está presente en la barca de nuestra vida, de la Iglesia, animándonos a atravesar la realidad con una mirada creyente, confiada, anclada nuestra fe en la Palabra dada.

Este ejercicio de fe, de fiat, puede resultar de un alto calado pedagógico en nuestro seguimiento de Jesús, pues seguirle supone recordar no solo que Él sale a nuestro encuentro, sino que también nos envía (vayan a la otra orilla) y el envío lleva, de suyo, el ejercicio de la libertad personal y comunitaria, comprende el ensayo y error que supone ir adentrándonos en el misterio revelado, en la profundización de la verdad, en la búsqueda de lo plenamente humano; la libertad de creer o no, de fallar en nuestra constancia y de volver a elevar la vida para que su presencia la sostenga cuando las dificultades nos llegan al cuello.

Cuando Jesús penetra en nuestras realidades difíciles puede costarnos, como a los discípulos, distinguirle con claridad o confundirle con otra cosa — es un fantasma, se dijeron los discípulos en la barca —, sin embargo, nos permite identificarle porque su presencia cuestiona nuestros miedos y nos invita a vivir desde él. No en vano, en diferentes ocasiones Jesús llama a los suyos a no tener miedo porque Soy yo.

El sentido de la oración

De entrada, el título hace suponer que la oración deba cumplir algún sentido, pero este diálogo con Dios Padre a través de Jesús es uno de los actos de mayor gratuidad que los creyentes podemos cultivar en nuestra vida cristiana. Dicho esto, en el evangelio de hoy no se percibe que la oración de Jesús “sirviese para algo”. Él solo se retiró a orar y tardó largo rato en diálogo con el Padre, tratando de amor con quien sabía que le amaba, por parafrasear las palabras de santa Teresa de Jesús.

Los evangelistas presentan con frecuencia a Jesús orando en soledad o en la noche y esto es muy característico de su relación con el Padre. Este modo de orar de Jesús denota una profunda intimidad y sugiere la necesidad de disponernos por entero al trato agradecido con Dios por el bien que recibimos de Él cotidianamente.

Jesús acaba de estar con la gente, de compartir con ellas su mensaje, de entregarse como sabía hacerlo y, ahora, en ese momento de silencio y soledad en el monte, antes de ir tras los suyos, se deja en la compañía de Dios. La oración de Jesús parece estar cargada de disponibilidad personal que brota de su interior y de agradecimiento.

Fr. Ramón Alberto Núñez Holguín O.P.

viernes, 11 de agosto de 2023

LA HERMANDAD DE LA VIRGEN DE LA CABEZA CELEBRA LA APARICIÓN


En la tarde de ayer, tuvo lugar la Santa Eucaristía con motivo de la fiesta en la que se celebra el encuentro por el pastor de Colomera de la Imagen de la Morenita. 

Se han reunido los miembros de la Junta Gestora y Hermanos en general para rendir honor a la Reina de Sierra Morena. En la Misa intervino el coro parroquial, y tras la misma, se ha realizado una pequeña convivencia.

¡Viva la Virgen de la Cabeza!

¡Viva la Hermandad Filial de Villa del Río!

domingo, 6 de agosto de 2023

"ESTE ES MI HIJO, EL AMADO"

 

Reflexión Evangelio Domingo 6 Agosto 2023. Transfiguración del Señor.

Un destello de luz en el horizonte

La escena de la transfiguración del Señor nos adentra en el sentido profundo de aquellas palabras premonitorias del profeta Isaías, aplicadas por el evangelista a la misión de Jesús cuando volvió a su tierra de Galilea: el pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz (Mt 4,16). Efectivamente, cuando sus discípulos lo vieron resplandeciente y nimbado de gloria, pudieron percatarse mejor de cuál era el destino y alcance de su misión como luz de las gentes y gloria de su pueblo Israel (Lc 2,32).

Perplejos y desconcertados como estaban, después de escuchar en la subida hacia Jerusalén el primer anuncio de su Pasión, los discípulos necesitaban sin duda levantar su estado anímico. Y más que todos, si cabe, ellos tres, los que también le acompañarían más tarde, la víspera de su Pasión, en aquella noche oscura y angustiosa de Getsemaní. El que iba a ser abajado y humillado hasta el extremo, se dignaba ahora manifestarse ante ellos en la plenitud de su esplendor dejándoles un signo patente de su gloria futura. Con estas señales, Jesús salía oportunamente al encuentro de su mundo interior, zarandeado y fuertemente afectado por el misterio de su Maestro, abriéndoles un nuevo horizonte de vida.

Este es mi Hijo amado, escuchadle

Inesperadamente, en medio del deslumbrante halo de luminosidad que envolvía su visión, entraban en escena Moisés y Elías, testigos de la revelación divina en lo alto del Sinaí y representantes autorizados de la ortodoxia israelita. Y lo hacían en distendida conversación con un Jesús ahora glorificado. Es entonces cuando descendió la voz celeste procedente de la nube luminosa que los cubría: este es mi Hijo amado, escuchadle. Los discípulos cayeron rostro en tierra, postrados en adoración. No sobrecogidos por el miedo,  sino en actitud reverencial (temor de Dios) ante la presencia trascendente de la divinidad. Resonaban en sus oídos las mismas palabras escuchadas en el bautismo de Jesús (Mt 3,17), pero acompañadas de una clara advertencia: escuchadle. Si Dios habló en el pasado a su pueblo por medio de Moisés y de los Profetas, ahora, en este nuevo Sinaí, les hablaba por medio del Hijo amado (Heb 1,1-2), el que había venido para dar pleno sentido y cumplimiento a la Ley y los Profetas.

Más tarde Pedro, uno de los tres testigos, recordaría aún conmovido aquella visión: con nuestros ojos hemos visto su majestad… (2ª lectura). El mismo Pedro que en otra ocasión, ante la incredulidad de la gente, reaccionaría con esta confesión de fe: Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios (Jn 6,68-69). Sus palabras recogían sin duda la alta cristología que ya profesaban los primeros seguidores de Jesús.

Volver al “Tiempo Ordinario”

¿Quién no ha gozado alguna vez contemplando el horizonte desde lo alto de una montaña? Son momentos privilegiados en los que la belleza de lo creado oxigena el cuerpo y el espíritu. Nos sentimos transfigurados: es como estar en la gloria; como si convergieran en uno lo humano y lo divino. Pero todos sabemos también que, un día u otro, tenemos que descender al valle para encontrarnos con nosotros mismos en el duro bregar de cada jornada. Es cuando puede aflorar el desánimo y la tristeza, como ocurrió a los discípulos ante el inesperado anuncio de la pasión.

Es en esos momentos más delicados cuando hemos de rumiar en toda su profundidad esta bella escena evangélica, en la que toda la simbología que arropa el relato nos remite a la escucha de la Palabra de Dios revelada en el Jesús glorificado. Su destino de muerte no es más que un camino hacia la gloria que les manifiesta anticipadamente a los suyos. Esa es la luz que ilumina el horizonte cristiano y que nutre la auténtica esperanza.

¿Qué te sugiere y en qué medida afecta este relato evangélico a tu vida de fe? ¿Puedes mantener el equilibrio interior en los momentos de decaimiento y tristeza? Después de todo, ¿en qué fundamentas tu esperanza cristiana?

Fray Juan Huarte Osácar

Convento de San Esteban (Salamanca)