domingo, 27 de enero de 2019

ENCUENTRO DE LAICOS

 
Miembros de nuestra Parroquia han estado presentes esta mañana en el Encuentro de Laicos del Arciprestazgo del Alto Guadalquivir que se ha celebrado en la Ermita del Santísimo Cristo de los Desamparados, de la localidad de Pesro Abad.
Tras la escucha del mensaje del Vicario General, D. Antonio Prieto, y un momento para los testimonios, ha cuminado con la adoración a Jesús Sacramentado.

sábado, 26 de enero de 2019

LA LECCIÓN DE LA ESCRITURA

 

Reflexión Homilética para el Domingo 27 de Enero de 2019. 3º del Tiempo Ordinario

“Andad, comed buenas tajadas y bebed vino dulce”. Esas palabras no  son el pregón de una fiesta egoísta, sino abierta a los demás y a Dios. A continuación, el pregonero invita a su pueblo a compartir su comida con los más pobres.: “Enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios”.

Ese es el mensaje que se pone en boca de Nehemías, el gobernador, de Esdras, el sacerdote y letrado y de los levitas que sirven al Señor. El pueblo de Israel ha regresado ya del exilio padecido en Babilonia y celebra con júbilo la fiesta de los Tabernáculos. Con esa ceremonia se puede decir que nace el Judaísmo (Neh 8,2-10).

Proclamado en la liturgia cristiana de hoy, este relato subraya la importancia de proclamar y escuchar en la asamblea la palabra de Dios.  En ella encuentra la comunidad la luz del Señor y la fuerza para recorrer el camino de la vida. Con razón añade el texto: “No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza”.

El salmo responsorial canta que “la ley del Señor es perfecta y es descanso del alma” (Sal 18,8). Las palabras del Señor son espíritu y vida para todos los miembros de esta Iglesia. Para este nuevo pueblo, organizado por Dios como un cuerpo, en el que todos los miembros se complementan unos a otros (1 Cor 12,12-30).

UNGIDO Y ENVIADO

También el evangelio nos introduce en una escena semejante, aunque mucho más humilde. Jesús ha empezado a enseñar en las sinagogas de la comarca de Galilea, acompañado por la buena acogida y la alabanza de las gentes.

Un día regresa a Nazaret, la aldea donde se había criado. Como era su costumbre, también allí  acudió el sábado a la sinagoga y se puso en pie para hacer la lectura. El texto del evangelio de Lucas reconstruye minuciosamente la escena (Lc 4,16-21). Jesús lee un pasaje contenido en el libro de Isaías en el que se contienen tres puntos de una misma profecía:

- El Espíritu de Dios reposa sobre el Mesías y lo unge para la misión. No se olvide que “Mesías” y “Cristo” se pueden traducir precisamente por el “Ungido”.

- La unción del Espíritu lo prepara para una triple misión: liberar a los cautivos,  sanar a los enfermos y anunciar una buena noticia a los pobres.

- El Mesías es enviado a proclamar ante su pueblo la celebración del jubileo, es decir, el año de gracia del Señor y de condonación de las deudas.

PALABRA Y VIDA

Para asombro de todos sus oyentes, Jesús se limitó a decir: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. El evangelio anotará a continuación las reacciones de la asamblea a esta declaración de aquel al que pensaban conocer muy bien. Pero, por ahora, la liturgia de este día nos invita a detenernos ahí.

- “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Estas palabras contienen una revelación. Efectivamente, en Jesús se cumplían las antiguas profecías. Él era y es el Mesías enviado por Dios. Su misión es liberadora y sanadora.

- “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Estas palabras se cumplen también en la realidad presente de la Iglesia. Enviada por Dios, ha de hacerse cargo de los marginados anunciar a los pobres el mensaje de su dignidad y propiciar la reconciliación universal.

- “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Estas palabras nos recuerdan que la Escritura Santa no es una reliquia del pasado. Es una voz que nos invita a la escucha. Es un mensaje que resuena vivo y activo para cada uno de nosotros.

Señor Jesús, te reconocemos como el Mesías enviado por Dios para nuestra salvación. Que la lectura de la Palabra de Dios, alimente nuestra fe, llene de gozo nuestra fiesta, nos lleve a compartir nuestros bienes con los demás y nos ayude a descubrirte presente entre nosotros. Amén.

D.  José-Román Flecha Andrés

sábado, 19 de enero de 2019

EL SIGNO DE LAS BODAS


Reflexión Homilética para el Domingo 20 de Enero de 2019. 2º de Tiempo Ordinario, C.

“Como un joven se casa con su novia, así se desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo” (Is 62,5). Estos versos se encuentran en la última parte del libro de Isaías. Ya ha terminado el exilio del pueblo hebreo en Babilonia. Y un anónimo profeta entona este canto a la Jerusalén reconstruida.

Es cierto que en los versos anteriores, el profeta proclama que el esplendor de esa ciudad a la que ama se deberá exlusivamente a la iniciativa de Dios. El Señor pondrá en ella su deleite. La alianza de Dios con su pueblo se entiende como una entrega esponsal. La imagen del amor matrimonial refleja las relaciones de Dios con la Ciudad Santa.

Ante la maravilla de ese amor divino, el salmo nos invita a proclamar que “el Señor es rey y gobierna a los pueblos rectamente” (Sal 95,10).

En la segunda lectura se escucha el discurso de san Pablo sobre la abundancia y la diversidad de los carismas con los que Dios enriquece a su pueblo (1 Cor 12,4-11).

LA GLORIA Y LA FE

La imagen del amor que se expresa en el matrimonio reaparece en el Nuevo Testamento para reflejar las relaciones de Jesucristo con la nueva comunidad. De hecho, en este segundo domingo del tiempo ordinario, el evangelio de Juan evoca la presencia de Jesús en una boda celebrada en Caná de Galilea (Jn 2,1-11).

Esta fiesta tiene lugar “a los tres días” a contar desde el encuentro de Jesús con Natanael. Esa alusión al tercer día, recuerda la manifestación de Dios en el monte Sinaí (Éx 19,16) y preanuncia la manifestación de Dios en la resurrección de Cristo. Entre una y otra se sitúa esta “hora”, en la que se manifiesta la gloria de Jesús ante sus discípulos.

En la boda de Caná Jesús convierte el agua en vino. Pero no lo hace mediante un golpe de magia. Allí están las tinajas del agua necesaria para las purificaciones de los judíos. Y allí están los sirvientes para llenarlas de agua. El vino de la nueva alianza presupone el agua de la fe de Israel y la ayuda silenciosa de los servidores.

Caná evoca de alguna manera el monte Sinaí. En la alta montaña, Dios había manifestado su gloria ante un pueblo que con frecuencia desconfiaría de él. Con este primer “signo”, Jesús manifiesta su gloria ante sus discípulos, que comienzan a creer en él.

EL SERVICIO Y LA FE

Al meditar este relato de las bodas de Caná no se puede olvidar la presencia de María. Junto a ella descubrieron a Jesús los pastores y los magos llegados del oriente. Las dos frases que le atribuye el evangelio de Juan nos dicen que por ella también nosotros podemos descubrir la presencia y la gloria de Jesús.

“No les queda vino”. María presta atención a las necesidades de sus amigos y conocidos. En ella se ha visto reflejada la comunidad de su Hijo. También la Iglesia ha de estar atenta a las dificultades de una humanidad, que parece haber perdido las razones para vivir y las razones para esperar, a las que aludía el Concilio (GS 31).

“Haced lo que él diga”. María sabe que la salvación es un don gratuito de Dios. Pero sabe también que la humanidad ha de estar preparada para acoger esa salvación. La fe es una gracia del Dios que se adelanta y primerea, como dice el papa Francisco. Pero todos hemos de mantener el corazón abierto para obedecer al Señor y recibir esa gracia.

Señor Jesús, la experiencia nos dice que nuestros cálculos no siempre se ven coronados por el éxito. Sin ti difícilmente podremos satisfacer los deseos de una humanidad que busca la alegría. Quisiéramos ser los siervos atentos y obedientes que transportan el agua que ha de convertirse en el vino de la fiesta. Sabemos y creemos que la manifestación de tu gloria habrá de coronar nuestros esfuerzos y aumentar nuestra fe. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

sábado, 12 de enero de 2019

EL BAUTISTA Y EL BAUTIZADO


Reflexión Homilética para el Domingo 13 de Enero de 2019. Fiesta del Bautismo del Señor, C.

“Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados“ (Is 40,1-2). Así comienza la segunda parte del libro de Isaías. Se ha terminado el tiempo de la prueba, es decir, la deportación del pueblo hebreo en Babilonia. Ha llegado el tiempo del consuelo y de la redención.

En los versos siguientes se oye una voz que invita a preparar en el desierto un camino al Señor. Esas palabras, que hemos escuchado durante el Adviento, son evocadas por los evangelios cuando nos presentan la figura de Juan Bautista.

El salmo responsorial es un canto de alabranza a Dios por la maravilla de su creación (Sal 103). Toda una invitación a contemplar la belleza de este mundo.

En la segunda lectura, que nos recuerda la misa de la nochebuena, san Pablo proclama que Dios nos ha salvado con el baño del segundo nacimiento (Tit 3,4-7).

EL MESÍAS ANUNCIADO

Estos textos preparan nuestro espíritu para la celebración de esta fiesta del Bautismo de Jesús. En el evangelio de Lucas que hoy se proclama (Lc 3,15-16. 21-22) escuchamos la voz de Juan el Bautista. El pueblo estaba en expectación y muchos se preguntaban si no sería el Mesías esperado. Pero sus palabras revelaban su profunda humildad.

“Yo os bautizo con agua, pero viene el que puede más que yo”. Se sabía enviado a purificar a su pueblo en la espera del gran advenimiento. Bien sabía él que su misión consistía en anunciar la llegada de alguien que había de dar pruebas del poder de Dios.

“Yo no merezco desatarle la correa de sus sandalias”. Juan no osaba compararse con el Mesías que estaba a punto de aparecer entre su pueblo, Bien sabía él que ante Dios todos los merecimientos humanos son fruto de la gracia.

“Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”. El Mesías que Juan anunciaba purificaría a su pueblo por medio del Espíritu de Dios. Bien sabía él que las imágenes del viento y del fuego manifestaban claramente la necesidad de purificar el corazón.

EL HIJO PREDILECTO

Juan se consideraba menos que un esclavo. El evangelio de Lucas parece haber tomado en serio esa expresión. De hecho, no lo presenta como el ministro del bautismo de Jesús: “En un bautismo general, Jesús también se bautizó”. El precursor desaparece de la escena.

El evangelio de Lucas, recuerda una y otra vez la oración de Jesús. Y ese es el ambiente en el que sitúa su bautismo: “Mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: Tú eres mi hijo, el amado, el predilecto”.

“Tú eres mi hijo”. La fe cristiana nos lleva a recordar la verdad que ya se anunciaba en las palabras del salmo: “Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy” (Sal 2,7). Como Jesús, también nosotros reconocemos e invocamos a Dios como nuestro Padre.

“El amado”. En el libro del Génesis leemos la orden que Dios dirigió a Abraham: “Toma a tu hijo único, Isaac, al que amas…y ofrécelo en holocausto” (Gén 22,2). Como Isaac, también Jesús descubre en su bautismo un camino que lo llevaría al sacrificio.

“El predilecto”. En el primer poema del Siervo del Señor, Dios lo llama “mi elegido en quien se complace mi alma” (Is 42,1). Jesús es el predilecto de Dios. Esa predilección de Dios sustenta la confianza de Jesús en su Padre y sostiene también la nuestra.

Señor y Dios nuestro, tú proclamaste a Jesús como Hijo tuyo muy amado, cuando era bautizado en el río Jordán y el Espíritu Santo descendia sobre él. Tambien nosotros hemos nacido como hijos tuyos por medio del agua y del bautismo. Concédenos escuchar siempre tu voz y perseverar con fidelidad en el cumplimiento de tu voluntad. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

domingo, 6 de enero de 2019

LA BÚSQUEDA DE LOS MAGOS


Homilia para el Domingo 6 de Enero de 2019. Solemnidad de la Epifanía de Ntro. Señor Jesucristo

“Te inundará una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Saba, trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor”. La Ciudad Santa sería la meta de la peregrinación de todos los pueblos. Esta profecía que se encuentra en el libro de Isaías (Is 60,6) anticipa el relato evangélico de la llegada de los Magos a Jerusalén.

 En el texto del profeta se aludía a las riquezas que las gentes traerían a la Ciudad Santa. Pero era más importante el anuncio de la luz que ella iba a irradiar sobre todos los habitantes de la tierra. Ese era el don que Dios concedía a Jerusalén y la responsabilidad que de ella se esperaba. Tendría que reflejar el resplandor de Dios.

También el salmo 71 anuncia la llegada de todos los reyes. Ya no serán solamente atraídos por el esplendor de Jerusalén. Vendrán a postrarse y a servir a un rey al que Dios confía su juicio y su justicia. Un rey que librará a los pobres y a los afligidos (Sal 71).

Según san Pablo, esas antiguas promesas se cumplen en Jesucristo. Gracias a él, también los paganos participan de ellas (Ef 3,6).

LAS ACTITUDES DE LOS MAGOS

En el relato evangélico de la llegada de los Magos que hoy se proclama (Mt 2,1-12) el protagonista principal es Jesús. Él es el rey compasivo y redentor de los pobres que anunciaban los textos antiguos. En efecto, ellos no se refería tanto a un lugar como a una persona. Jesús es el príncipe esperado.

Los Magos no solo representan a los pueblos paganos que descubren una luz que los lleva hasta el Salvador. Señalan también las actitudes de los que buscan la verdad: observar la naturaleza, ponerse en camino, aceptar el riesgo de consultar la Escritura, humillarse ante el Señor y regresar al propio ambiente con un ánimo renovado.

Es cierto que los signos de la naturaleza no son percibidos por todos de la misma forma. La aparición de la estrella suscita en los Magos el deseo de salir a buscar, reconocer y venerar  a un nuevo rey. Pero suscita también en el rey Herodes el miedo a perder su poder y la voluntad de dar la muerte a una vida que se abre ante él.

En su escrito ante la muerte, el papa san Pablo VI pedía perdón a Dios por no haber dedicado más tiempo a contemplar la naturaleza. Evidentemente podemos detenernos a ver su belleza o a calcular los beneficios y ganancis que podremos obtener de ella. Pero es necesario aprender a leer, como los Magos, el mensaje que el Creador nos transmite en su creación.

LAS PALABRAS DE LOS MAGOS

“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. Esas son las únicas palabras que se ponen en boca de los Magos. En el contexto del relato evangélico, revelan el sentido de la búsqueda de Dios.  

- “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?” Con frecuencia lamentamos la secularidad y aun la indiferencia de nuestra sociedad ante el misterio de la fe. Sin embargo, tal vez sean muchos los que buscan a Dios sin conocerlo. Buscan la verdad desde la duda. Buscan la belleza desde la frivolidad. Buscan la bondad desde el relativismo.

- “Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. He ahí tres pasos del camino de la fe. La aparición de la estrella no depende de nosotros, pero es necesario observar los signos. No basta con mirar: hay que reflexionar sobre su significado, escrutando las Escrituras. Y finalmente hay que adorar al único que merecer adoración.

Padre de los cielos, sabemos que tú te dejas encontrar por quienes te buscan con sincero corazón. Queremos prestar atención a los signos que nos envías, ponernos en camino y reconocer la buena voluntad de todos los que te buscan. Queremos también ser una señal y una ayuda para todos los que te buscan, sea cual sea su procedencia y su camino. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés