martes, 28 de agosto de 2012

OFRENDA DE FLORES



El próximo sábado día 1 de Septiembre, a las 8,30 de la tarde,
tendrá lugar la Ofrenda Floral a Ntra. Sra. de la Estrella Coronada.
La comitiva de representación civil y religiosa partirá de la Parroquia de la Inmaculada Concepción.
Cantará el Coro Amigos de San Isidro Labrador "Alboreá"

jueves, 23 de agosto de 2012

ELISEO, MOISÉS, ELÍAS, LA SABIDURÍA

Homilía para el Domingo 26 de agosto de 2012. 21 del Tiempo Ordinario, B


Durante cuatro domingos consecutivos, la liturgia nos ha ido presentando tres grandes personajes de la historia de Israel, más la personificación de la sabiduría. Tres testigos de la fe y un ideal de vida que nos han ilustrado sobre el hambre y el pan, sobre las carencias humanas y la respuesta divina.

Hoy se cierra el ciclo con la evocación de Josué (Jos 24), el elegido por Dios para suceder a Moisés e introducir a su pueblo en la tierra prometida. Pero hoy Josué no es el explorador que regresa con Caleb, trayendo a su gente los racimos primeros de aquella tierra. No es el guerrero que vence las batallas. No es el estratega que cruza el Jordán.

Josué se nos presenta hoy como un testigo de la fe, como un profeta. Casi un predicador, que invita a su pueblo a asumir una opción fundamental. ¿Adorar a los dioses de los extranjeros o adorar al Dios que lo ha sacado de la esclavitud? Esa es la alternativa. Él y su familia ya han optado por servir al Señor. Y el pueblo promete seguir su elección.


CARNE Y ESPÌRITU

Esa situación se nos hace asombrosamente actual en un momento en el que muchos creyentes dudan de su fe. Es decir, dudan del Dios que les ha entregado el don de la fe. Y del Mesías en el que habían de creer. Se parecen a aquellos discípulos de Jesús, que juzgaron inaceptable su discurso sobre el pan de la vida (Jn 6, 60-69).

En el evangelio que hoy se proclama, Jesús afronta esa situación. No son los jefes de los judíos los que lo critican. Son “los discípulos” los que se escandalizan de sus palabras y “vacilan”. A ellos –y a nosotros- se dirige abiertamente Jesús, estableciendo una distinción entre la carne y el Espíritu.

• La carne no es el compuesto orgánico que hemos de alimentar cada día. La carne es una dimensión de nuestra existencia. Una actitud. Esa que juzga de las cosas con criterios de inmediatez y de interés. La carne refleja nuestros cálculos y nuestra mezquindad. De ella dice Jesús que “no sirve de nada”. No es capaz de captar la verdad de la entrega del Señor.

• El Espíritu no es un fantasma. Es el viento de Dios que creó el mundo y dio vida al ser humano. Es el aliento divino que habló por los profetas. Es la presencia misma de Dios que nos guía por los caminos de la verdad y del amor. Del Espíritu dice Jesús que “es quien da vida” y nos hace comprender que las palabras del Maestro “son espíritu y son vida”.


MENSAJERO Y MENSAJE

El evangelio señala que muchos discípulos abandonaron a Jesús. Y que él se dirigió a los Doce preguntando: “¿También vosotros queréis marcharos?” Jesús, hijo de María, interpela a los suyos como Josué, hijo de Nun interpelara a los hebreos. En ambos casos se plantea la opción fundamental. Ahora es Pedro quien responde con una doble confesión:

• “Señor ¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”. En medio de la algarabía de las palabras de los hombres, habla el que es la Palabra misma de Dios. Entre tantas palabras efímeras y enfermizas,  las palabras de Jesús brotan de la vida sin principio y llevan a la vida sin final.

• “Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”. En el mundo de hoy se establece con frecuencia un abismo entre el saber y el creer, entre la ciencia y la fe. El apóstol de Jesucristo sabe y cree que Jesús es el Mesías. Del enviado de Dios  proviene la posibilidad de la realización integral del hombre y de lo humano.

Señor Jesús, te reconocemos como el Mensajero y el Mensaje último y definitivo de Dios sobre Dios mismo y sobre el hombre. Optar por ti significa acertar con el sentido de la existencia. Porque tú eres el Santo y el Salvador. Bendito seas por siempre. Amén.

José-Román Flecha Andrés

viernes, 17 de agosto de 2012

VENID A COMER MI PAN Y A BEBER MI VINO QUE HE MEZCLADO

Homilía para el Domingo 18 de Agosto de 2012. 20 Tiempo Ordinario, B

 

“Venid a comer mi pan y a beber mi vino que he mezclado” Esas palabras parecen apropiadas para la publicidad de una posada medieval. El mesonero ofrece a los caminantes su pan y su vino. Bien sabe él que esos son los ingredientes fundamentales para iniciar un banquete. O al menos, lo primero que requiere el peregrino que llega hasta sus puertas.

Pero en la liturgia de hoy, el mesonero que así habla no es otro que la Sabiduría personificada. Como es habitual en la poesía hebrea, el texto del libro de los Proverbios (Pr 9, 1-6), incluye una segunda frase que explica la primera: “Dejad la inexperiencia y viviréis; seguid el camino de la prudencia”.

Ya sabemos que la sabiduría no es simple erudición. Es el discernimiento que nos ayuda a jerarquizar los valores. Es la sintonía con el proyecto de Dios. Así pues, es la Sabiduría quien nos alimenta y reconforta. Sólo ella marca el camino verdadero y orienta y guía a los caminantes. Sin el pan y el vino de la Sabiduría podemos extraviarnos y perecer agotados.


LA VIDA ETERNA

El relato evangélico que hoy se proclama (Jn 6, 51-58) recoge un texto importante del discurso de Jesús que sigue a la multiplicación de los panes y los peces. El Maestro se ha comparado previamente con el maná que alimentó a los hebreos en el desierto. Y se ha presentado a sí mismo como el pan bajado del cielo para dar la vida a los hombres.

En un paso sucesivo, identifica su pan con su propia carne y sangre: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”. Para escándalo de los judíos que le oyen, Jesús explica su pensamiento con dos frases complementarias.

• “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”. Con la expresión negativa se nos advierte del riesgo de vivir junto a la fuente y morir de sed. En la totalidad reflejada por el cuerpo y la sangre, Jesús se nos entrega como el alimento imprescindible, que no puede ser despreciado.

• “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día”. Con una expresión afirmativa se nos propone el gran don de una vida que supera los límites del tiempo y de la muerte. Jesús es la resurrección y la vida para todo el que se alimenta de su mensaje.


LA INTIMIDAD

Hay todavía otra frase afirmativa en el discurso del Maestro: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. La oferta de la vida se completa ahora con la oferta de la intimidad.

• “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Nos pasamos la vida cambiando de vivienda, y no sólo en el sentido material de la casa. Buscando un lugar espiritual en el que echar raíces. Un espacio que pueda ser nuestra morada. Un corazón en el que descansar. Eso y más es Jesús para el que se alimenta de su vida.

• “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Jesús dijo una vez que no tenía donde reclinar su cabeza. En el Apocalipsis se dice que Él está a la puerta y llama para compartir nuestra mesa. Quien se alimenta de su cuerpo y de su sangre le ofrece, casa y descanso. Y comparte su intimidad.

- Señor Jesús, tú conoces nuestra necesidad de vivir de verdad, de convivir en intimidad y de pervivir para siempre. Al entregarte en cuerpo y sangre, Tú nos ofreces esa posibilidad. Bendito seas por siempre, Señor. Amén.

José Ramón Flecha-Andrés

jueves, 16 de agosto de 2012

SAN ROQUE


San Roque (Montpellier, 1295 o 1348/50 - 1317 o 1376/79, Montpellier o Voghera) fue un peregrino francés, canonizado en 1584, siendo venerado como santo por la Iglesia Católica, que celebra su festividad el 16 de Agosto.


Biografía

No existe acuerdo entre los historiadores a la hora de señalar el año de nacimiento de San Roque. Según la tradición nació en Montpellier (Francia) hacia el año 1295, mientras que otras versiones lo trasladan al siglo XIV, entre los años 1348 y 1350.

Fue un peregrino que se desplazó a Roma. Recorrió Italia y se dedicó a curar a todos los infectados de la peste.

Su devoción se extendió muy rápidamente a partir del siglo XV. Desde Venecia se extendió el culto hacia el mundo germánico y a los Países Bajos. En 1477, con ocasión de una epidemia de peste, se fundó en Venecia una cofradía que bajo su nombre, se dedicó al hospedaje de enfermos de peste y que fue conocida como Confraternità o Scuole di San Rocco. Dicha agrupación fomentó la devoción al santo construyendo capillas y más centros de acogida por toda Italia.

Una de las iglesias más conocidas que están dedicadas a este santo está en París, muy cerca del Museo del Louvre; la hizo edificar Luis XVI en 1563. Toda Europa e incluso América latina están sembradas de templos que le fueron dedicados.

Su onomástica es el 16 de Agosto. Santo protector ante la peste y toda clase de epidemias, su intervención era solicitada por los habitantes de muchos pueblos y, ante la desaparición de las mismas reconocían la intervención del santo, por lo que se le nombraba santo patrón de la localidad. Es además protector de peregrinos, enfermeros, cirujanos o cánidos, entre otros.

Aparece representado en las artes plásticas vestido de peregrino con bordón, sombrero y capa, herido en una pierna, siendo la más habitual la izquierda, y acompañado de un perro llamado Melampo o un ángel, aunque a veces son representados ambos.

lunes, 13 de agosto de 2012

ASUNCIÓN DE LA VIRGEN



Al cielo vais, Señora, y alla os reciben con alegre canto.
¡Oh quien pudiera ahora asirse a vuestro manto
para subir con vos al monte santo!
De angeles sois llevada de quien servida
sois desde la cuna, de estrellas coronada:
¡Tal Reina habra ninguna, pues os calza los pies la blanca luna!
Volved los blancos ojos, ave preciosa, sola humilde y nueva,
a este valle de abrojos, que tales flores lleva,
do suspirando estan los hijos de Eva.
Que, si con clara vista, mirais las tristes almas desde el suelo,
con propiedad no vista, las subireis de un vuelo,
como piedra de iman al cielo, al cielo. 

Fray Luis de León


Oración en la Fiesta de la Asunción de la Virgen María

Hoy celebramos que tu Espíritu, Jesús hijo de María, acompañó siempre a tu Madre, llenándola de Gracia, de Amor divino; desde "su concepción inmaculada", hasta "la asunción a los cielos". 
Así, caminando por tu camino de humildad y servicio, es también "figura y primicia de la Iglesia que
un día será glorificada"; "consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra."
Hoy unimos nuestros ruegos a los suyos, implorando el don del Espíritu Santo:
que tus creyentes nos acerquemos al Padre en un mismo espíritu;
que sintamos al Espíritu como fuente de vida que permanece siempre;
que creamos que habita en la Iglesia y en los corazones nuestros;
que respetemos sus dones y funciones a favor de la fraternidad común;
que apreciemos los frutos del Espíritu:
el amor, la alegría, la paz, la tolerancia, el agrado, la sencillez, la generosidad ...

Este Espíritu alentó la vida de María, tu madre

Le hizo percibir la grandeza del Amor divino: por él sintió la alegría en Dios, nuestro salvador.
Por él creyó que el Amor mira la humildad de cualquier vida y que toda vida es un tesoro, un hijo o hija de Dios, donde el Padre hace grandes cosas en favor de todos nosotros: nos entrega su Espíritu.
Por Él, ella canta que el Espíritu desbarata a los soberbios; levanta la verdadera relación fraternal;
sienta a la mesa a todos y sacia su necesidad.
Les encomienda a todos a la Misericordia, al Amor sin medida.
Que este Espíritu moldee también nuestro corazón. Amén.

(Extracto de la revista Homilética)

jueves, 9 de agosto de 2012

El PAN Y LA VIDA

 12 de Agosto de 2012. Homilía para el domingo 19 del Tiempo Ordinario.

Jesucrsito es el verdadero pan de vida

Elías fue elegido para ser el defensor del Dios único frente a la imposición política de los ídolos extranjeros. Pero fue elegido también para ser el defensor del pobre aplastado por los poderosos. Esa doble misión del profeta no había de ser fácil. De hecho lo lanzó a los caminos del desierto para defender su propia vida.

Gracias al pan y el agua que el ángel le muestra, Elías puede seguir su camino durante cuarenta días hasta el Horeb, el monte de Dios (1 Re 19,4-8). El profeta es el icono del creyente que sigue con fidelidad al Señor. El pan y el agua significan aquí la providencia y la fidelidad de Dios al que ha elegido para una importante misión.

El desierto es la tierra del despojo. Y de la más profunda verdad del ser humano. El desierto fue para el pueblo de Israel el lugar del encuentro con su Dios. También lo es para Elías. En un caso y el otro, el pan y el agua son los medios imprescindibles para vivir y afrontar la vida con valentía y disponibilidad ante el Señor.


VENIR A JESÚS

En el evangelio de hoy se recoge la reacción de los judíos a las palabras con las que Jesús se había revelado como el pan bajado del cielo. “¿Cómo dice que ha bajado del cielo?” Los judíos no pueden reconocer como venido del cielo a un hombre cuyos orígenes terrenos creen conocer. Se repite ahora la reacción de las gentes de Nazaret.

Jesús no parece extrañarse por esa desconfianza. Conoce bien de donde brota. No se la reprocha, pero marca el camino recto para llegar a Él. El texto emplea para ello una frase negativa y otra positiva, en las que se contraponen el “nadie” y el “todos”:

• “Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me ha enviado”. Es imposible llegar a reconocer y aceptar por las propias fuerzas el mesianismo de Jesús. Venir a Jesús es la clave y el sentido de la fe cristiana.

• “Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí”. Escuchar humildemente al Padre celestial y dejarse guiar por su voluntad: ése es el requisito y la condición para venir a Jesús.


VIVIR PARA SIEMPRE

El enviado por el Padre se presenta a sí mismo como el pan de la vida: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo”. Cuando se escribe este evangelio, esa revelación cristológica forma ya parte de la conciencia y la celebración de las comunidades cristianas.

• “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”. En la memoria permanece el recuerdo del maná del desierto. Jesús es el nuevo maná que el Padre ha entregado al pueblo de la nueva alianza. Gracias a él puede sostenerse en su peregrinación.

• “El que coma de este pan vivirá para siempre”. Los que se alimentaron del maná pudieron satisfacer su hambre, pero al fin murieron. En cambio, quien se alimenta del pan del Señor vive para siempre.

• “El pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo”. El pan que Jesús ofrece a su pueblo es su propia carne. Es su propia vida que entrega por él. Es decir, por su pueblo y por todo el mundo.

- Señor Jesús, te reconocemos como el Mesías enviado por el Padre. Que el don de la fe nos ayude a buscarte y encontrarte. Y que tu pan nos mantenga en la vida sin fin que brota de ti. Amén.

José-Román Flecha Andrés

sábado, 4 de agosto de 2012

EL PAN Y EL HAMBRE

5 de Agosto de 2012. Homilía para el domingo 18 del tiempo ordinario.



“Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda la comunidad”.

Así suena la queja del pueblo de Israel, como se contiene en el texto bíblico que hoy se proclama (Éx 16, 2-4.12-15). Es una queja airada e injusta contra Moisés y Aarón, que se han jugado la la fama y la vida para librar a su pueblo de la esclavitud.

Pero el hambre es mala consejera. Contribuye a ver la realidad como una amenaza. Favorece la inquietud social. Y lleva a las gentes a la rebelión.

El libro del Éxodo recuerda hoy el paso de Israel por el desierto. Atrás queda la opresión sufrida en Egipto. Por delante, se promete el país de la libertad.  Pero, en medio, se vive entre una nostalgia siempre tentadora, y una esperanza siempre difícil de alcanzar.

El desierto es soledad y austeridad. El desierto es hambre y sed.  Y esa sensación de abandono y orfandad que lleva a los peregrinos a preguntarse si Dios se cuida de ellos. De ahí que el mana que aparece en la mañana sea más que un medio para saciar el hambre. Es la señal de que Dios es el Señor. Su Señor.

El evangelio de hoy (Jn 6, 24-35) continúa el relato de la multiplicación de los panes y los peces. Las gentes siguen a Jesús, pero él pretende cuestionar la sinceridad del seguimiento. Entonces y ahora se puede seguir al Señor por un interés inmediato. No es esa la actitud que corresponde a la fe.

El evangelio de Juan juega con tres palabras cargadas de espesor y de sentido: el trabajo, el signo y el pan.

• El trabajo que Dios quiere y espera es el de la fe. Creer en el que El ha enviado es la verdadera respuesta del creyente.

• El signo de la cercanía de Dios ya no es el maná de los tiempos del éxodo, sino su Hijo, enviado como alimento para el nuevo éxodo.

• El maná aparecía en la tierra. Pero el verdadero pan de Dios ha bajado del cielo y da la vida al mundo.
En este contexto, el evangelio pone en boca de Jesús una de esas frases con las que se nos revela su ser y su misión: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre”. Una revelación que había de atravesar el bosque de los siglos.

• “Yo soy el pan de vida”. Jesús es el pan que sostiene nuestro diario vivir. Nos alimenta ya con el ejemplo de su vida, entregada al servicio de los pobres y los humildes. Nos alimenta con sus palabras, nacidas de la honda y eterna verdad de la que vino a dar testimonio. Y nos alimenta con su presencia-eucaristía, memoria de su entrega y de su pascua.

• “El que viene a mí no pasará hambre”. Ir a Él. No es posible detenerse, después de saber dónde está el horno del pan. Bien conocía Él nuestra insatisfacción. Ni los tesoros ni los honores pueden calmar nuestra hambre. Para saciar nuestro apetito de amor y de esperanza, hemos de ir a Él.

- Señor Jesús, te reconocemos como el pan de la vida. Te damos gracias por entregarte para saciar nuestras hambres. Y te presentamos la necesidad de los que no te conocen. A ti que vives, reinas y nos alimentas por los siglos de los siglos. Amén.

José-Román Flecha Andrés