sábado, 25 de abril de 2020

DE COMO UNOS QUE IBAN A EMAÚS VOLVIERON A JERUSALÉN


Reflexión Homilética para el Domingo 26 de abril de 2020. 3º del Tiempo Ordinario.

      Para todo cristiano que quiera vivir seriamente su fe, Emaús ha sido en algún momento de su vida el destino de sus pasos. ¿Quién no ha sentido el fracaso en su vida? ¿Quién no ha tenido la tentación de dejarlo todo y de buscar otros caminos? Son muchas las razones que nos han podido llevar a querer abandonar, a dejar Jerusalén, para buscarnos un lugar más cómodo y menos comprometido para vivir. Pero, y ésa es también una experiencia común, de algún modo en el camino de Emaús nos hemos encontrado con el Señor, hemos sentido que nuestro corazón ardía con su Palabra y le hemos terminado reconociendo al partir el pan. Y hemos vuelto a Jerusalén.

      La historia de los discípulos que, desesperanzados, dejan Jerusalén y se vuelven a sus casas es nuestra historia. Cada uno podría contar su propia experiencia. Las veces que hemos experimentado el desamor, el egoísmo, incluso la traición, y totalmente abatidos hemos pensado que lo mejor era abandonar, retirarnos, dejarlo todo. Nos hemos dicho: “¡Qué luchen los otros, yo ya he tenido bastante!” Pero también podemos contar cómo en ese mismo camino del abandono, del dejarlo todo, nos hemos encontrado con la fuerza que nos ha invitado a empezar de nuevo, a volver a Jerusalén y creer que, con la ayuda del Señor, todo es posible. Muchos matrimonios han vuelto así a vivir con renovada ilusión su amor, muchos cristianos han descubierto de esa manera la fuerza y el poder de la oración, muchos que no esperaban ya nada de la vida se han levantado y han vuelto a caminar.

      El camino de Jerusalén a Emaús y de Emaús a Jerusalén es, pues, nuestro mismo camino. Pero hay algunos elementos en este relato que nos pueden ayudar a reconocer mejor a Jesús en nuestros próximos Emaús –los momentos de abandono, de huida, de pocos ánimos–, que vendrán. Primero, hay que estar atentos a los caminantes desconocidos. En ellos, puede estar presente el Señor. De ellos nos puede llegar la Palabra que ilumine nuestro corazón, que lo haga arder con nueva ilusión.

      Segundo, la Eucaristía es el momento privilegiado para reconocer al Señor y descubrir el sentido de nuestra vida como cristianos. En torno al altar nos sabemos hermanos que compartimos el mismo pan. No en vano el momento de partir el pan fue cuando a los discípulos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. ¿No tenemos muchos de nosotros una experiencia parecida de la Eucaristía?

      Y, tercero, no hay que tener miedo en compartir con los demás nuestras experiencias de Emaús tal y como hicieron estos dos discípulos. Todos estamos en camino y todos experimentamos cansancio, desilusión y desesperanza. Quizá, en más de una ocasión, simplemente compartiendo nuestra experiencia y ayudando al que está cansado y a punto de abandonar, podemos ser el caminante desconocido que ilusione de nuevo el corazón de un hombre o de una mujer. ¿No es eso ser misionero?

Fernando Torres cmf

Comentario del Párroco de Villa del Río.

sábado, 18 de abril de 2020

UNGIDOS CON EL PODER DEL ESPÍRITU


Reflexión Homilética para el Domingo 19 de Abril de 2020. 2º de Pascua

      La figura de Tomás, el apóstol de la duda nos hace perder de vista al auténtico protagonista de este evangelio y de todos los evangelios de estos domingos: el Resucitado. Centrarnos en Tomás nos lleva a reflexionar una vez más sobre nuestras actitudes, sobre el peso de nuestra fe en nuestra vida. Sin embargo, eso no es lo mejor que podemos hacer durante estos domingos. Pascua no es tiempo de centrarnos en nosotros mismos sino de levantar los ojos y ver al resucitado, de dejar que su presencia y sus palabras nos lleguen al corazón.

      Lo primero que hoy Jesús ofrece a los atemorizados discípulos es un mensaje de paz (¡qué bueno para estos tiempos de turbulencia!). El mensaje sigue siendo el mismo que Jesús había predicado cuando, caminando por los montes de Galilea les había hablado del Reino. La paz que les desea Jesús es el fruto de la presencia poderosa de Dios. Con la Resurrección de Jesús ha comenzado la nueva y definitiva etapa de la historia. El Reino ya está aquí. Si se sienten perseguidos y atemorizados, si nos sentimos nosotros de esa manera, no hay razón para ello. La paz de Dios está con nosotros.

      Pero hay un segundo paso. Jesús no les da la paz para que se queden con ella, felices y encerrados en su casa. La paz no es un regalo que se meta en una caja fuerte, no vaya a ser que se estropee. A los que estaban atemorizados, les pide que salgan y prediquen y den testimonio de lo que han visto y oído: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. La fuerza del Espíritu de Jesús les acompaña en esa misión, que es misión universal, que no conoce fronteras, que es para todos los pueblos, razas y naciones.

      Es importante centrar nuestra mirada en Jesús durante estos domingos de Pascua. Y sentir que Jesús nos devuelve la mirada y en el mismo viaje nos envía a ser sus testigos. Ser luz del mundo y sal de la tierra es la misión del cristiano. Y ni la luz está puesta para ser escondida ni la sal sirve para nada si se vuelve sosa. Ser cristiano es volverse a los hermanos, cercanos y lejanos, y regalarles la mirada con que nos mira Jesús.

      La fe, la experiencia de haberse encontrado con el Resucitado, no es nunca algo que nos deje exactamente igual que antes. La fe nos transforma, nos cambia, nos obliga a salir de nosotros mismos, nos obliga a comunicar a otros lo que vivimos. La fe nos hace entrar en un dinamismo de relación que nos lleva a reconocer a los otros como hermanos y hermanas con los que compartir la experiencia de la fe, la experiencia de que el Reino ha empezado ya en Jesús y de que en él se abre una nueva esperanza para la humanidad.

Fernando Torres cmf

Comentario del Párroco de Villa del Río.

domingo, 12 de abril de 2020

DOMINGO DE RESURRECCIÓN: VIÓ Y CREYÓ


Reflexión Homilética para el Domingo 12 de Abril de 2020. Domingo de Resurrección.

      El evangelio de este domingo más que un relato de la aparición de Jesús resucitado es un relato de desaparición. Lo que encuentran tanto María Magdalena como los dos apóstoles no es la manifestación gloriosa del Resucitado sino un sepulcro vacío. Ante ese hecho caben dos interpretaciones. La primera es la actitud inicial de María Magdalena: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. La otra es la respuesta de fe de los apóstoles: “Vio y creyó”.

      La actitud más evidente, más obvia, es sin duda la de María Magdalena. Se observa en sus palabras una enorme carga de amor y cariño. Pero su perspectiva se queda en una distancia muy corta. La actitud de los apóstoles es diferente. Llegan al sepulcro y observan lo que ha sucedido. Sólo después se les abre la inteligencia y comprenden lo que no habían entendido antes en las Escrituras: “que Él había de resucitar de entre los muertos”.

      Jesús es, curiosamente, el gran ausente de este relato pero al mismo tiempo la auténtica fuerza que dinamiza la vida de los creyentes. Apenas las vendas y el sudario quedan como testigos mudos de que ahí estuvo su cuerpo muerto. Pero es precisamente sobre ese vacío como se afirma la fe. ¿No nos dijeron que la fe era creer lo que no se ve? Pues aquí tenemos una prueba concreta. En torno a la ausencia de Jesús brota la convicción de que está vivo, de que ha resucitado. No han sido los judíos o los romanos los que se han llevado su cuerpo. Ha sido Dios mismo, el Abbá de que tantas veces habló, el que lo ha levantado de entre los muertos. Y le ha dado una nueva vida. Una vida diferente, plena. Jesús ya no pertenece al reino de los muertos sino que está entre los vivos de verdad. En esa vida nueva su humanidad queda definitivamente transida de divinidad. La muerte ya no tiene poder sobre él.

      Pero no hay pruebas de ello. No hubo policías recogiendo las huellas dactilares. No hubo jueces ni comisiones parlamentarias. No hubo periodistas ni cámaras ni micrófonos. Nada de eso. Solamente el testimonio de los primeros testigos que nos ha llegado a través de los siglos. De voz en voz y de vida en vida ha ido pasando el mensaje: “Jesús ha resucitado”. Muchos han encontrado en esa fe una fuente de esperanza, de vitalidad, de energía que ha dado sentido a sus vidas. La vida de tantos santos, canonizados o no, es testimonio de ello. Pero no hay pruebas. Sólo la confianza en la palabra de aquellos testigos nos abre el camino hacia esa nueva forma de vivir. ¿Quieres tú también creer?

Fernando Torres cmf


viernes, 10 de abril de 2020

VIERNES SANTO: CONSUMMATUM EST


Reflexión para la Celebración de la Pasión de Ntro. Señor Jesucristo. Viernes Santo.

Hoy meditamos la Pasión, como hicimos en Domingo de Ramos. Y, sin embargo, ¡qué distinto! No hay cantos de alabanza, ni Ramos, ni alegría… Y es la misma Pasión. Creo que tampoco estaríamos entendiendo el Misterio Pascual si convertimos el día de hoy en puro dolor y muerte.

El Viernes Santo, para un creyente, refleja como ningún otro momento, la aparente contradicción que es nuestra vida, la fuerza que se esconde en la vulnerabilidad humana. Contradicción porque casi nada es negro o blanco, bueno o malo, éxito o fracaso. Contradicción de tener que soportar dolor para engendrar vida como un parto cotidiano. Contradicción de desfigurados, pobres y enfermos cuyas heridas nos curan y en cuya fealdad somos atraídos por una misteriosa belleza. Es la experiencia del Siervo de Isaías. Contradicción la nuestra adorando una Cruz y bendiciendo un Madero Santo como árbol de Vida. Contradicción al contemplar el Mal que acampa a sus anchas y se ceba en los más indefensos, como lo hizo con Jesús y sigue ocurriendo hoy. Contradicción al rasgarnos las vestiduras porque alguien no cumplió algún precepto o ritual pero dejamos pasar encogiéndonos de hombros las muertes habituales en el Mediterráneo y otras costas.

El ser humano es contradicción. Lo vivimos cada Domingo de Ramos y lo volvemos a palpar frente a la Cruz. El grano de trigo que no crece si no muere. La salud naciendo de la herida. “Mirad a mi Siervo”. Un aparente fracaso y, sin embargo, nuestro Dios. Nuestra Vida. La fuerza de la vulnerabilidad que no se oculta. El que aprendió sufriendo a obedecer, a pesar de ser el Hijo de Dios. Y si esto nos asusta -a mí, te confieso que sí lo hace-, digámoslo con palabras más sencillas: la muerte no tiene la última palabra. El Amor nunca fracasa. Ninguna noche es eterna. Y no es poesía. Es real, aunque cuando estamos en pleno Viernes Santo en la vida, nada nos consuele y sólo nos nazca decir: “Padre, a tus Manos encomiendo mi espíritu”. Si es así, no te preocupes ni te avergüences. Jesús también lo vivió antes.
Rosa Ruiz, Misionera Claretiana

VIERNES SANTO MADRUGÁ

SERMÓN DE LA PLAZA
D. Manuel Tirado Fernández
Párroco Consiliario de la Agrupación de HH.CC. de Semama Santa de Villa del Río.

"El abrazo de la cruz"

jueves, 9 de abril de 2020

RETRANSMISIONES OFICIOS Y VIGILIAS

JUEVES SANTO: UN BRINDIS POR LA VIDA


Reflexión Homilética para el Día 9 de Abril de 2020. Jueves Santo.

“¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”. Hoy es Jueves Santo para todos los creyentes. Este año no celebraremos en la Iglesia (la física y la humana) los Oficios del Triduo. Es una oportunidad para celebrarlo desde dentro, unidos con los creyentes de todo el mundo (no solo con “mis” conocidos), yendo al corazón de cada día, acompañando la Pascua de Jesús y la nuestra propia. La respuesta del salmo 115 puede ser una bonita banda sonora de fondo para nuestro día: agradecer tanto bien recibido de Dios a lo largo de mi vida.

En Jueves Santo celebramos una reunión de amigos. Un brindis por la Vida, por un estilo concreto de vivir. Una confirmación vocacional.

Confirmación vocacional como proyecto de vida que todos, en algún momento, tenemos que elegir si seguir adelante o abandonar. Jesús elige continuar con la misión y vocación que cree haber recibido del Padre. No solo en la Cena celebrando la Pascua ni proponiendo su testamento final. Sobre todo en Getsemaní, a las afueras de Jerusalén, desde donde podría haber huido discretamente. Eligió permanecer. Permanecer. Permanecer. Y cada discípulo también hace esta noche una elección vocacional: ¿permanecer?, ¿abandonar?, ¿esconderse?, ¿avergonzarse? La buena noticia es que casi nada tiene una última palabra; todos pudieron reelegir su vocación de nuevo tras la Resurrección (excepto Judas). ¿Cómo podré agradecer tanto bien?

Un brindis por un modo concreto de vivir: repartiendo la vida con los demás (como Pan y Vino) y lavando los pies al mundo. Vivir desde el amor, desde la fraternidad, desde el servicio… Cada uno llamémoslo como más nos guste. Jesús brinda por ello: ¡haced esto en memoria mia!, ¡así merece la pena vivir y morir! ¡No tengáis miedo a servir, a “re-bajaros” para ayudar a los demás! Y esto no como un momento puntual de voluntariado o un donativo habitual. ¡Es un modo de vivir, una actitud vital! ¿Cómo podré agradecer tanto bien?

Y una reunión de amigos: si me lo permitís, me gusta pensar en la Ultima Cena como la Primera Iglesia. Una reunión de amigos en torno a Jesús. Hombres y mujeres (sí, hombres y mujeres… el modo de contarlo y pintarlo fue posterior, recuerda). Cada uno como es, cada uno eligiendo cómo situarse. Todos iguales. El único que convoca es Jesús. Los demás somos sus amigos y es bastante. De esa amistad profunda nacerá un Anuncio que recorrerá el mundo entero. ¿Cómo podré agradecer tanto bien?
Rosa Ruiz, Misionera Claretiana

 
"La Oración hecha Esperanza"

miércoles, 8 de abril de 2020

EL SEÑOR DE LA MIRADA DULCE

Hoy, Miércoles Santo, vivimos la Estación de Penitencia de la Franciscana Hermandad de la Humildad, nos unimos a ellos a través del material que la misma Cofradía realiza:

Vídeo Catequético de la Hermandad edita con motivo del Miércoles Santo 2020 inspirado en las palabras del Profeta Isaías.


domingo, 5 de abril de 2020

LA PASIÓN: PALABRA DE ALIENTO


Reflexión Homilética para el Domingo 5 de Abril de 2020. Domingo de Ramos

      Hoy escuchamos el relato de la pasión según san Mateo. Es un relato apasionante que va del anuncio al cumplimiento. Hay un punto central en el relato. Justo en el momento en que va a ser arrestado, Jesús proclama: “Ha llegado la hora” (Mt 26,45). A partir de ese momento lo que en la primera parte del relato ha sido un anuncio se va cumpliendo poco a poco.

      La primera parte es el relato de la Última Cena, momento en el que Jesús al bendecir el pan y el vino los refiere a sí mismo y a su propia entrega. Ellos son y serán para siempre el signo de la Nueva Alianza entre Dios y los hombres. Una nueva época está a punto de empezar, pero pasará necesariamente por la muerte de Jesús. En ese contexto, entendemos el anuncio de la traición de Judás y de las negaciones de Pedro. En ese contexto, en la soledad del Monte de los Olivos, compartimos el temor ante la muerte que experimenta Jesús.

      En la segunda parte todo se cumple como si fuera un guión que los actores van actuando con fidelidad a la letra escrita del guión. La traición de Judas se consuma con un beso. El valor inútil de Pedro, jugando a defender al Maestro con una espada, se confirma en sus tres negaciones. ¿Quién fue el mayor traidor? El canto del gallo será un recordatorio para Pedro de su propia debilidad. El juicio marca el definitivo enfrentamiento de Jesús con las autoridades religiosas de Israel. Ésa es la auténtica causa de su muerte. El que ha pasado su vida pública hablando de Dios Padre y haciendo el bien es condenado como blasfemo. De algún modo, la condena de Jesús es una apuesta frente a Dios. Jesús muere en nombre de Dios. Y los que le condenan lo hacen también en nombre de Dios.

      El relato culmina con la muerte de Jesús. Para llegar ahí, Jesús ha sido juzgado injustamente y ha sido torturado por los servidores del poder, que se aprovechan de su situación para abusar de los indefensos. Siempre el poder ha tenido lacayos a su servicio que le hacen el trabajo sucio. Nunca son los mismos los que condenan y los que torturan o clavan en la cruz o fusilan. A pesar de todo, Jesús muere creyendo en la esperanza. Las últimas palabras que el evangelista pone en su boca son el principio de un salmo (Sal 22). Es un salmo en que el autor experimenta el dolor, el sufrimiento y el abandono de Dios en ese sufrimiento, pero al final proclama su esperanza en la fuerza y la gracia de Dios que salva y da vida a los que creen en Él. Sin duda, el evangelista quiso expresar de esa manera cuáles eran los sentimientos de Jesús en los últimos momentos de su vida terrena.

      La celebración de la Semana Santa ha sido y es para los abatidos por la vida, por la cruz que siempre está presente en ella, “una palabra de aliento”. Dios está con nosotros y en nuestro mundo hay un lugar para la esperanza. Aunque hayamos celebrado muchas Semanas Santas, nos sigue haciendo falta hacer memoria de Jesús de Nazaret para no desesperar frente a un mundo donde la muerte, en todas sus formas, sigue estando presente. Por más que nos cueste verlo, el Dios de la Vida triunfa sobre la muerte. Esa es nuestra fe.

Fernando Torres CFM