jueves, 31 de octubre de 2013

FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS


Impresiona escuchar todos los años, el primero de noviembre, la repetida frase del Apocalipsis: "Y vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas..." Son los santos. Santos desconocidos en su mayoría. Santos de todas las regiones, de todos los países, de todas las épocas. Santos negros y blancos, cultos e ignorantes... El mundo de los santos ¿Qué es lo que une a gente tan distinta? Realmente, ¿es posible que gente tan distinta tenga algo en común, algo que permita darles a todos el mismo nombre, el nombre de santos?
Los dos hechos que celebramos.

La fiesta de Todos los Santos nos invita a celebrar, en principio, dos hechos. El primero es que, verdaderamente, la fuerza del Espíritu de Jesús actúa en todas partes, es una semilla capaz de arraigar en todas partes, que no necesita especiales condiciones de raza, o de cultura, o de clase social. Por eso esta fiesta es una fiesta gozosa, fundamentalmente gozosa: el Espíritu de Jesús ha dado, y da, y dará fruto, y lo dará en todas partes.

El segundo hecho que celebramos es que todos esos hombres y mujeres de todo tiempo y lugar tienen algo en común, algo que les une. Todos ellos "han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero". Todos ellos han sido pobres, hambrientos y sedientos de justicia, limpios de corazón, trabajadores de la paz. Y eso les une. Porque hoy no celebramos una fiesta superficial, hoy no celebramos que "en el fondo, todo el mundo es bueno y todo terminará bien", sino que celebramos la victoria dolorosamente alcanzada por tantos hombres y mujeres en el seguimiento del Evangelio (conociéndolo explícitamente o sin conocerlo). Porque hay algo que une al santo desconocido de las selvas amazónicas con el mártir de las persecuciones de Nerón y con cualquier otro santo de cualquier otro lugar: los une la búsqueda y la lucha por una vida más fiel, más entregada, más dedicada al servicio de los hermanos y del mundo nuevo que quiere Dios.

La tercera celebración: el puente no se ha derrumbado.

Celebramos, por tanto, esos dos hechos: que con Dios viven ya hombres y mujeres de todo tiempo y lugar, y que esos hombres y mujeres han luchado esforzadamente en el camino del amor, que es el camino de Dios.

Pero ahí podemos añadir también un tercer aspecto: San Agustín, en la homilía que la Liturgia de las Horas ofrece para el día de San Lorenzo, lo explica así: "Los santos mártires han imitado a Cristo hasta el derramamiento de su sangre, hasta la semejanza de su pasión. Lo han imitado los mártires, pero no sólo ellos. El puente no se ha derrumbado después de haber pasado ellos; la fuente no se ha secado después de haber bebido ellos".

San Agustín se dirigía a unos cristianos que creían que quizá sólo los mártires, los que en las persecuciones habían derramado la sangre por la fe, compartirían la gloria de J.C. Y a veces pensamos también nosotros lo mismo: que la santidad es una heroicidad propia sólo de algunos. Y no es así. La santidad, el seguimiento fiel y esforzado de J.C., es también para nosotros: para todos nosotros y para cada uno de nosotros. Es algo exigente, sin duda; es algo para gente entregada, que tome las cosas en serio, no para gente superficial y que se limita a ir tirando. Pero somos nosotros, cada uno de nosotros, los llamados a esa santidad, a ese seguimiento. Como decía San Agustín en la homilía antes citada: "Ningún hombre, cualquiera que sea su género de vida, ha de desesperar de su vocación" (...). "Entendamos, pues, de qué modo el cristiano ha de seguir a Cristo, además del derramamiento de sangre, además del martirio". Y hoy, en la fiesta de Todos los Santos, se nos invita a celebrar que también nosotros podemos entender y descubrir nuestra manera de seguir a J.C.

J. LLIGADAS

MISA DOMINICAL 1989 nº 21

sábado, 26 de octubre de 2013

UNA ORACIÓN HUMILDE


Comentario homilético Domingo 27 de Octubre de 2012. 30 Tiempo Ordinario C

“Los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansa; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia”. Esta certeza del poder de la oración de los pobres nos recuerda la parábola de la viuda y el juez injusto que se proclamaba el domingo pasado. El libro del Eclesiástico reafirma hoy esa creencia (Eclo 35, 15-22).

Muchas veces hemos contemplado la parcialidad de las personas y de las instituciones. Con frecuencia hemos tenido que padecerla, en nosotros mismos o en las personas más cercanas a nosotros. En cambio, la Escritura nos dice hoy que “El Señor es un Dios justo que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre y escucha las súplicas del oprimido”.

Si Dios muestra alguna preferencia la dirige precisamente a los más débiles y necesitados de protección. Por eso, es un error decir que la fe es alienante. Quien cree en Dios y trata de vivir según Dios no puede desentenderse de los últimos de la tierra. Cuando estos se dirigen a Dios, Él los escucha.

EL PRETEXTO Y LA VERDAD

Tantas veces presente en el evangelio según San Lucas, la oración es de nuevo el tema central del evangelio de hoy (Lc 18,9-14. A la parábola de la viuda y el juez inicuo sigue hoy la parábola del fariseo y el publicano. Con ella se nos dice que no basta con orar. Existe una piedad falsa y escandalosa. Y otra piedad humilde, es decir verdadera.

• El fariseo emplea muchas palabras para orar. Es cierto que levanta su mente hacia Dios con gratitud. Pero no ora ante Dios sino ante un espejo. Su acción de gracias es un pretexto para alabarse a sí mismo. Está convencido de que su salvación depende solo de sus ayunos y limosnas. Se atribuye una  limpieza que es un don de Dios.

• El publicano cobra los tributos que ha de entregar al Imperio. Es visto por todos como un colaboracionista y un pecador. Nadie lo considera inocente y en nadie puede apoyarse. Su oración es pobre y elemental en la forma. Admite su verdad y se dirige a Dios con la humildad de quien sabe que sólo puede encontrar la salvación en la misericordia de Dios.

EL PECADO Y LA COMPASIÓN

Tanto el fariseo como el publicano creen en Dios. Pero su forma de orar nos revela en qué Dios creen en realidad. Al decir que el publicano alcanzó la justicia y santidad de Dios, Jesús nos invita a aprender el espíritu de su oración.

• “Oh Dios, ten compasión de este pecador”. Esta oración nos lleva a revisar nuestro pasado y descubrir en él el rastro y las cicatrices del pecado. De nuestra rebeldía ante Dios. O de nuestra indiferencia ante nuestros hermanos.

• “Oh Dios, ten compasión de este pecador”. Esta oración nos invita a sentir de verdad la seriedad del pecado. Y, al mismo tiempo, a confesar, con San Bernardo, que Dios no padece, pero sí que se compadece.

• “Oh Dios, ten compasión de este pecador”. Esta oración nos exige admitir y confesar que solo Dios es Dios. Solo Él nos puede perdonar y aceptar como somos. Sólo él conoce nuestra verdad y nos puede redimir en su misericordia.

- Padre nuestro celestial, tú no sólo ves la injusticia de este mundo sino que conoces nuestra más íntima verdad. Ten piedad de nosotros y no permitas que busquemos nuestra justificación en las obras de nuestras manos. Porque solo tú eres Santo. Amén.


D. José-Román Flecha Andrés

jueves, 24 de octubre de 2013

FESTIVIDAD DEL CUSTODIO DE CÓRDOBA

 

El juramento de San Rafael, Custodio de Córdoba

La historia cuenta que el Arcángel San Rafael es Custodio de Córdoba desde que en la Edad Media una epidemia de peste asoló Europa diezmando la población. Córdoba entera se encomendó a San Rafael y milagrosamente la peste pasó por la ciudad sin apenas causar daño alguno. Ramírez de Arellano recoge en sus “Paseos por Córdoba” que cuando la peste asolaba la ciudad en el siglo XVI, el Arcángel se apareció al Padre Roelas en cuatro ocasiones, revelándole que él salvaría a la ciudad. En aquel entonces, el sacerdote, temeroso de que todo fuera un engaño de sus sentidos y después de consultar el caso con importantes teólogos de la Compañía de Jesús, visitó al Provisor, quien le ordenó que si se producía una quinta aparición, le preguntase quién era. Así fue, en la madrugada del 7 de mayo de 1578, se produjo esta quinta aparición en la que San Rafael le dijo al sacerdote: “Yo te juro, por Jesucristo Crucificado, que soy Rafael, ángel a quien Dios tiene puesto por guarda de esta ciudad”. Al poco tiempo dejaron de morir personas en Córdoba a causa de la epidemia.

sábado, 19 de octubre de 2013

UNA FE QUE ORA


Domingo 20 de Octubre de 2013. 29 del Tiempo Ordinario C.

“Mientras Moisés tenía en alto las manos, vencía Israel; mientras las tenía bajadas, vencía Amalec”. Con esa sencilla contraposición se resume el éxito de los israelitas frente al ataque promovido por los amalecitas (Ex 17, 8-13).

Israel es bien consciente de que en su liberación fue imprescindible la intervención de Dios. Dios tomó la decisión de emprender el camino, ayudó a su pueblo a superar las barreras naturales, lo alimentó en el desierto y lo defendió de las escaramuzas que le tendieron las gentes que le iban saliendo al paso.

La liberación era gratuita y comprometida a la vez. El itinerario del éxodo requería el valor, la constancia y la lucha de las gentes de Israel. Pero no hubiera sido posible sin la fe de Moisés que, confiando en el Señor, levantaba sus brazos a lo alto. Entonces y ahora, la fe motiva la acción y exige la oración.

UNA  JUSTICIA FORZADA

La oración de Moisés encuentra su reflejo en la oración de la viuda que aparece en la parábola  evangélica que hoy se proclama (Lc 18, 1-8). Con el estilo típico de los cuentos, se nos dice que había una vez un juez injusto. No es muy seductor el retrato que se hace de él: “Ni temía a Dios ni le importaban los hombres”.

Durante mucho tiempo, ese juez corrupto se niega a hacer justicia a una viuda que le suplica. Si, al final, le presta una atención forzada, no es movido por la piedad o por la compasión.  Sólo para liberarse de la insistencia de la que le persigue, el juez decide cumplir con su propio deber y hacerle justicia.

Esa es la lección de la parábola. En esta ocasión la conclusión religiosa del relato nace precisamente de la contraposición. Si el juez humano escucha el lamento, lo hace en razón de su propia comodidad. Sin embargo,  Dios  escucha los ruegos de los que le suplican y les hace justicia porque él es justo y compasivo.

LA FUERZA DE LA SÚPLICA

Sabemos que la viuda era para Israel la imagen viviente de la pobreza y el desvalimiento. La parábola del juez inicuo que ignora su lamento nos lleva también a recordar la humilde suplica de esta mujer:

• “Hazme justicia frente a mi adversario”. Son muchos  los que se sienten marginados o tratados injustamente en la sociedad y hasta en los estrechos límites de la familia o del puesto de trabajo. Lejos de ser alienante, la oración puede ayudarles a adquirir conciencia de la propia dignidad y de los propios derechos.

• “Hazme justicia frente a mi adversario”. También la Iglesia, como comunidad tantas veces humillada, puede y debe dirigirse a Dios implorando su misericordia y su justicia, cuando muchos de sus hijos son perseguidos hasta la muerte.

• “Hazme justicia frente a mi adversario”. Hay muchas personas que son privadas de sus bienes y de sus derechos por la prepotencia de los poderosos. Como decía Benedicto XVI en su encíclica “Salvados en esperanza”, la meditación del juicio de Dios es una escuela de esperanza para todos los hombres.

- Padre nuestro celestial, tú ves la injusticia de este mundo y sabes que a veces nos cuesta percibir un horizonte justo. Que la fe en tu poder aliente nuestra oración. Y que ésta motive y fortalezca nuestro compromiso en favor de nuestros hermanos. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés 

domingo, 13 de octubre de 2013

UNA FE SIN FRONTERAS


Domingo13 de Octubre de 2013. 28 Tiempo Ordinario C.

“Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra más que el de Israel”. Así suena la confesión de la fe de Naamán, jefe del ejército sirio. Enfermo de lepra, llegó a Samaría buscando remedio para su mal. El profeta Eliseo le mandó bañarse en el Jordán y su carne quedó limpia de la lepra, como la de un niño (2 Re 5,13-17).
Este hermoso relato recuerda la vulnerabilidad del ser humano.  Aunque sea importante y revestido de poder, el hombre es débil. Aunque haya sido tentado por la altanería, basta la enfermedad para hacerle descubrir su profunda verdad.

Además el relato refleja la dignidad del profeta. El hombre de Dios no pretende más que ser un instrumento en las manos de Dios. Actúa con libertad, con generosidad y desprendimiento, aceptando a los necesitados, sean de la raza y religión que sean.

Pero el relato nos habla, sobre todo, de la fe. Aun siendo pagano, Naamán descubre el poder de Dios sobre el mal. Y también su misericordia, que acoge a todos los hombres. No lo limpian las aguas, sino una fe que no tiene fronteras. Dios es Dios para todos.

LA ORACIÓN Y LA GRATITUD
La lepra sirve como eslabón para unir a esta lectura el evangelio que hoy se proclama (Lc 17, 11-19). El profeta Eliseo deja paso al profeta Jesús. Aunque separados por una rancia enemistad, la enfermedad ha unido a un leproso samaritano con un grupo de judíos.

Según manda la Ley, deambulan por los campos sin entrar en los poblados. De algún modo han oído hablar de Jesús y lo reconocen como un hombre de Dios. Así que desde lejos le imploran a gritos: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”.

Jesús les envía a los sacerdotes para que certifiquen su curación. Los leprosos confían en su palabra, puesto que sólo quedan curados mientras van de camino. No es la Ley la que  limpia de la lepra: es la fe en el Maestro.

Pero el relato indica que a la gratuidad del profeta ha de responder la gratitud de los favorecidos. Sin embargo, son diez los que piden la curación y sólo uno el que la agradece. Uno que, asombrosamente es un samaritano, un enemigo, un proscrito, un excomulgado.

LA FE Y LA SALVACIÓN

El relato se cierra con las palabras que Jesús dirige al único leproso sanado que ha vuelto hasta él para agradecer la sanación.

• “Levántate y vete: tu fe te ha salvado”. Bien claro queda que los leprosos no han sido curados por la fuerza de la antigua Ley de Moisés, sino por la fe en el Maestro de la nueva Ley. La sanación significa la salvación que solo de él puede venir.

• “Levántate y vete: tu fe te ha salvado”. También queda claro que el creyente de hoy ha de aprender a pedir y agradecer. Si puede dirigirse al Señor en oración, al Señor ha de agradecer siempre la salvación.

• “Levántate y vete: tu fe te ha salvado”. Y ha de quedar claro que también los que se consideran lejos pueden acercarse al que es la fuente de la salud y de la gracia. Hay que vivir la solidaridad en el dolor y en la prueba para poder celebrar la salvación universal.

- Padre nuestro celestial, tú conoces la lepra que nos mantiene alejados los unos de los otros. Que la fe en tu Hijo Jesucristo nos abra a la salvación. Y que nuestro corazón se muestre agradecido a tu misericordia. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés

sábado, 12 de octubre de 2013

...LLEGÓ LA SUBIDA

 

Hoy a las 7'30 de la tarde la Patrona de Villa del Río; Ntra. Sra. de la Estrella Coronada vuelve a su ermita despues de un mes de estancia en nuestro templo Parroquial.

LA VIRGEN DEL PILAR NO DUERME

 1.- También hoy, como hace muchos siglos al Apóstol Santiago, sigue viniendo hasta nosotros en multitud de rasgos y distintas presencias la figura emblemática de Santa María en la advocación “del Pilar”.
Se acercó hasta un Apóstol que, abatido por la crudeza y la dureza de los corazones de aquellos primeros siglos, se encorvaba sobre sí mismo bajo el peso de las dificultades.

2.- ¡Vino, viene y vendrá la Virgen del Pilar! Vino para hacernos entender que la fe se construye solidamente sobre el pilar de la esperanza. Que los males y las batallas nunca serán más grandes que la valentía y la fortaleza de los hijos de la fe.

El enemigo del gran tesoro que llevamos en vasijas de barro, el Evangelio, es precisamente la desesperanza. Nunca el hombre ha tenido tanto y nunca como hoy se encuentra tan desorientado y con falta de motivos para creer, vivir y seguir adelante. La Virgen del Pilar nos invita a levantar un nuevo modo de vida sobre le pilar de la fe.

3.- Viene, hoy/aquí/ahora, en las situaciones de búsqueda y de inconformismo ante el mundo. Estamos en Año Santo Compostelano. Nos invita a ponernos en camino y, si estamos ya dentro de él, a no buscar atajos que conducen a lo fácil y mediocre, al alejamiento de Dios y a una vida sin conciencia, ni moral ni ética. Dar con el camino verdadero, es hoy más que nunca, poco menos que de héroes e intrépidos.

4.- Vendrá, la Virgen del Pilar, en los hombres y mujeres que anuncien (más allá de la propia comodidad y de los intereses personales, ideológicos, partidistas o con el falso disfraz del progresismo y modernismo) un mundo con los esquemas de Jesucristo. Una familia sólida y fundamentada en el amor generoso e insustituible del hombre y de la mujer. Un respeto tan delicado a la vida, que concebida y vista como don de Dios, sea mimada y no aniquilada por futuras leyes al antojo y capricho de cuatro a/moralistas.

5.- La Virgen del Pilar, lejos de dormir, se mantiene despierta y navegante a las orillas del Río Ebro en Zaragoza. Nos sigue refrescando y recordando en sus aguas, a veces tranquilas y cuando no tempestuosas, que el Evangelio es una corriente que vive y corre en aquellos que la han aceptado con alegría y que, luego, son capaces de propagarlo con ilusión, coherencia y valentía.

La Virgen del Pilar, no solamente “vino”….sigue estando presente y operativa en todo creyente que se acerca hasta Ella para hacer más pura, testimonial y nítida la fe. La Virgen del Pilar, lejos de enmudecer, habla en lenguaje y clave moderna constituyendo un elemento importante de cohesión y de identidad en el mundo hispano y católico. Vivir y legislar, en contra de esta realidad, sería hacer flaco favor a nuestra historia y quedarnos en una visión corta y cobarde de la presencia del hecho y del acontecimiento pilarista en gran parte del mundo.
D. Javier Leoz

domingo, 6 de octubre de 2013

DON Y TAREA DE LA FE


Domingo 6 de Octubre de 2013. 27 Tiempo Ordinario C.

“El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe”. Ese es el mensaje que nos transmite hoy el profeta Habacuc (Hab 1,23: 2, 2-4). Todo le hacía presentir la invasión de los caldeos sobre Palestina, que habría de tener lugar el año 597. a. C.

Ante sus ojos se desplegaba una situación de injusticia y de violencia, de luchas y contiendas. El profeta intuía que un país no puede sostenerse sobre el mal y la corrupción. La ética social es la base de la paz y de la prosperidad en el presente. Y es la garantía de la esperanza en un futuro humano y humanizador.

Por otra parte, la probable invasión de los caldeos no vendría a aportar una solución. Todo lo contrario. La crueldad, la rapiña, la muerte y el destierro se perfilaban como negros fantasmas sobre el horizonte del país. En ese momento, la palabra de Dios advierte al profeta que sólo la fe ayudará a los creyentes a descubrir el sentido de tanto dolor.

EL TRÍPO DE DE LA FE

La fe aparece de nuevo en el texto evangélico que se proclama en este domingo (Lc 17, 5-10). Tres ideas principales lo recorren: la fuerza, el servicio y la gratuidad de la fe.

En primer lugar, a una súplica que le dirigen los apóstoles, Jesús responde con una frase tan asombrosa como verdadera. Según él, bastaría un granito de fe para arrancar de raíz  una morera y plantarla en el mar. Tal exageración subraya la eficacia impensable de la fe y deja al descubierto la debilidad de nuestra creencia.

En segundo lugar, la inmediata referencia al amo que se dispone a servir a su criado nos dice que eso sólo es posible gracias a la fe. De ella brota la fuerza que arranca y traslada la morera. Un granito de fe nos bastaría para cambiar las estructuras injustas de este mundo. Y para transformar en servicio humilde la altanería y el orgullo que nos ciegan.

En tercer lugar, hay una palabra también para el criado. El que ha hecho lo que le había sido mandado, no puede arrogarse un mérito especial. Los creyente no pueden presentarse ante Dios exigiendo premios y prebendas. Reconociendo la gratuidad de la fe, han de repetir con humildad: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.

EL AUMENTO DE LA FE

Con todo, no se puede olvidar la petición que los apóstoles dirigen al Señor. Con ella se abre esta meditación sobre la fe.

• “Auméntanos la fe”.   Esa oración ha de ir ritmando el camino diario de todo creyente. La fe es llamada y respuesta. La fe es un don que nos ha sido concedido gratis, pero ha de ir creciendo gracias a Dios y mediante nuestra humilde colaboración.

• “Auméntanos la fe”.  Esa oración somete a revisión el itinerario histórico de la Iglesia, “santa y necesitada de purificación”. Llamada a creer en su Señor, la Iglesia sabe que la fe crece cuando se anuncia, se celebra y orienta el humilde servicio al hombre.

• “Auméntanos la fe”.  Esa oración puede iluminar los pasos de toda la humanidad. Todo ser humano necesita creer y ser creído. También el no creyente, por ser humano, ha de mantenerse abierto a la búsqueda del sentido de la existencia.

- Padre nuestro celestial, tú ves la injusticia de este mundo y conoces el espesor de nuestro miedo. Que la fe en tu presencia sostenga nuestra vida. Y que tu misericordia nos enseñe a servir a nuestros hermanos con generosidad y gratuidad. Amén.


D. José-Román Flecha Andrés 

viernes, 4 de octubre de 2013

SAN FRANCISCO DE ASÍS


"Señor, hazme un instrumento de tu paz. Donde haya odio siembre yo amor; donde haya ofensa, perdón; donde hay duda, fe; donde hay desesperación, esperanza; donde haya tinieblas, luz; donde haya tristeza, alegría"

Felicidades a la Comunidad de Religiosas Franciscanas de la Divina Pastora de Villa del Río