lunes, 31 de octubre de 2016

ASÍ FUE EL BESAMANOS A LA SOLEDAD

 

El pasado Domingo Ntra. Sra. de la Soledad estuvo expuesta en Solemne Besamanos traemos a nuestro blog varias oinstantaneas de la Señora presidiendo el altar mayor de nuestra Paroquia.

sábado, 29 de octubre de 2016

ZAQUEO Y JESÚS


Homilía para el domingo 30 de Noviembre de 2016. 31 del Tiempo Ordinario, C.

“Señor, tú te compadeces de todos, porque todo lo puedes; cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan”. Con estas palabras del libro de la Sabiduría, que se leen en la celebración de la Eucaristía de este domingo (Sab 11,23), se pregona la misericordia de Dios con los pecadores.

El texto continúa recordando que Dios ama a todos los seres y no odia nada de lo que ha hecho. Así que el perdón corresponde a su providencia, que abarca todo lo que él ha creado. Al corregirnos, Dios nos muestra su amor y nos revela la fuerza de su espíritu.

Oportunamente el salmo responsorial nos recuerda que “el Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad” (Sal 144,8).

Ni los recuerdos del pasado, ni el miedo a un futuro impensable podrán hacernos “perder la cabeza”, como advierte san Pablo a los cristianos de Tesalónica (2 Tes 2,2).

LA HOSPITALIDAD

El evangelio de Lucas, que tanta importancia concede a los pobres y a los pecadores, nos ha presentado también a algunos ricos insensatos. Hoy nos invita a presenciar el encuentro de Jesús con Zaqueo (Lc 19,1-10). También él es un hombre rico. Y en cuanto publicano es considerado pecador. Pero Zaqueo rompe todos los esquemas.

    Zaqueo tiene curiosidad por conocer a Jesús. Ese deseo lo lleva a salir al camino y a superar esa dificultad de ser bajo de estatura. Como Dios buscó a Adán entre el follaje del paraíso, Jesús descubre a Lázaro entre las ramas de un árbol.

    Zaqueo desea conocer a Jesús, pero Jesús desea hospedarse en la casa de aquel pecador. Un encuentro de deseos, que lleva al publicano del “ver” al “acoger” con alegría. Si Zaqueo nos recuerda a Adán, también nos recuerda la hospitalidad de Abrahán.

    Zaqueo ha pasado una vida defraudando a los demás, pero decide ahora compartir sus bienes con los pobres. Y se aplica a sí mismo el castigo que David decretaba contra el malvado que se apropiaba de la oveja de su vecino.

LA SALVACIÓN

Las palabras que Jesús pronuncia ante el gesto de Zaqueo son un verdadero evangelio de la misericordia:

    “Hoy ha sido la salvación de esta casa”. El mismo evangelio ha presentado a otro publicano que bajó justificado del templo (Lc 18,14). La salvación no viene por los ritos, sino por la misericordia que el hombre recibe de Dios y por la misericordia que él mismo practica.

    “También este es hijo de Abrahán”. No basta con presumir de ser hijos de Abrahán según la sangre como pretendían los que escuchaban al Bautista (Lc 3,8). Hay que llegar a ser hijos de Abrahán, aceptando a Dios como Señor y practicando una hospitalidad generosa.

    “El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”. Jesús había dicho eso mismo, sentado a la mesa del publicano Mateo o Leví, que había escuchado su invitación a seguirle (Lc 5,32). También el hijo pródigo se había perdido pero fue encontrado.

Señor Jesús, te damos gracias porque te acercas a nosotros y nos das la oportunidad de acogerte al hospedar a nuestros hermanos más despreciados y marginados. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

lunes, 24 de octubre de 2016

SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN


Ayer domingo se comunicó en la Parroquia 
que se abre el plazo para los interesados en recibir la formación para confirmarse 
el año próximo. 

Hasta el día 6 de Noviembre podrán apuntarse en la sacristia de la Iglesia, 
en horario anterior y posterior a la misa. Se ha fijado un máximo de 60 personas.

domingo, 23 de octubre de 2016

LOS MÉRITOS Y LA MISERIA


Homilía para el Domingo 23 de Octubre de 2016. 30 del Tiempo Ordinario, C.

“El Señor es un Dios justo que no puede ser parcial”. Así comienza el texto del libro del Eclesiástico, que se lee en la celebración de la Eucaristía de este domingo (Eclo 35,12). Con frecuencia la Biblia nos presenta a Dios por contraposición con las actitudes humanas que vemos a nuestro alrededor. Así pues, Dios no es parcial como nosotros.

Su imparcialidad se manifiesta sobre todo en la escucha. Dios presta atención a las súplicas de los marginados y oprimidos, de los pobres y los enfermos. Hermosamente se nos dice que “los gritos del pobre atraviesan las nubes”.

Con razón, el salmo 33 nos invita a repetir como estribillo un eco de nuestra experiencia histórica o, más bien, el testimonio de nuestra fe: “Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha”. San Pablo sabe que, aunque los hombres abandonen al apóstol, el Señor seguirá librándolo de todo mal (2 Tim 4,18).

ORGULLO Y HUMILDAD

Sabemos que el evangelio de Lucas insiste con frecuencia en la grandeza, la belleza y la necesidad de la oración. El texto que se proclama este domingo se refiere tanto a la oración de los hombres cuanto a la escucha con que Dios la acoge o la rechaza (Lc 18,9-14).

Hay que orar con humildad. Jesús expone esta idea con una parábola en la que, una vez más, se contraponen dos personajes y dos actitudes. Ambos acuden al templo. Ambos hacen oración. Pero ¡qué diferencia entre uno y otro!

- En primer lugar, aparece un fariseo. Presenta a Dios sus méritos. Cumple fielmente la Ley y va más allá de lo prescrito. Da gracias a Dios, pero piensa que Dios tiene que estarle agradecido a él. Y su orgullo ante Dios lo lleva a despreciar a los hijos de Dios. Él se ve a sí mismo como el modelo de la santidad. A todos los demás los considera como pecadores.

- En contraste, aparece un publicano, un cobrador de impuestos. Solo puede presentar su miseria ante Dios. No puede contar con méritos propios. Él se percibe a sí mismo como un pecador. Es despreciado por los hombres, así que solo puede contar con la misericordia de Dios. Su humildad es asombrosa.

LA SUBIDA Y LA BAJADA

La subida a la casa de la oración une a dos creyentes. Su oración refleja la imagen que ambos tienen de Dios y de sí mismos. Dios no puede escuchar a los dos del mismo modo. Así que la bajada del templo revela su silueta humana y religiosa. Así lo dice Jesús:

- “El publicano bajó a su casa justificado y el fariseo no”. Dios es el único Justo. Es compasivo y misericordioso. Así que solo puede participar de su “justicia” y santidad quien está dispuesto a reconocerlo a él como la fuente de la gracia.

- “El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”. Esta idea responde a la experiencia humana. Ya se reflejaba en los Proverbios. Pero el seguidor del Mesías Jesús sabe que en él se ha hecho evidente ese cambio.

Padre de los Cielos, tú conoces nuestras obras y también nuestras intenciones. Sabemos que no podemos atribuirnos mérito alguno en tu presencia. Perdona nuestra arrogancia y ayúdanos a presentarnos ante tí con la desnuda verdad de nuestra vida. Por Jesucristo nuestro Señor, que se ha humillado hasta morir en una cruz. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

domingo, 16 de octubre de 2016

GRITAR DÍA Y NOCHE

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Homilía para el domingo 16 de Octubre de 2016. 29 del Tiempo Ordinario, C.

“Mientras Moisés tenía en alto las manos vencía Israel; mientras las tenía bajadas, vencía Amalec… Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado”. Este recuerdo legendario de la oración de Moisés constituye el punto central de la primera lectura en la celebración de la Eucaristía de este domingo (Ex 17,8-13).

El texto nos sugiere que la victoria de Josué, alla en el valle, se debe a la oración de Moisés, allá en el monte. Pero la oración de Moisés no sería posible sin el apoyo de Aarón y de Jur. Detrás de los fuertes, que piensan y proyectan, predican y construyen, está la oración silenciosa y cansada de los débiles. La oración es un esfuerzo comunitario.

Pero la predicación y la acción han de encontrar su fuente en la Palabra de Dios. La Sagrada Escritura nos da la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación. San Pablo lo sabe por experiencia y puede recordarlo a su discípulo Timoteo (2 Tim 3,15).

ORACIÓN Y CONFIANZA

También el evangelio nos habla de la oración. Hay que orar sin desanimarse. Esa es la idea que encabeza el texto evangélico que hoy se proclama (Lc 18,1-8). Para apoyar esa idea Jesús cuenta una parábola en la que se contraponen dos personajes y dos actitudes.

- Por una parte, aparece un juez inicuo. Ni teme a Dios ni le importan los hombres. Esa conexión es tan impactante como actual. La indiferencia ante lo divino se refleja casi siempre en el desprecio de lo humano.

- Por otra parte, aparece una viuda que le reclama que le haga justicia frente a un adversario, que no deja de burlarse de ella. Al juez no le mueve su compromiso con la justicia, sino únicamente la insistencia y la perseverancia de la mujer.

- La parábola da un salto para expresar la relación del hombre con Dios. Este juez corrupto termina por hacer el bien, aunque sea tan solo por egoísmo. Pero Dios es justo y nos hará justicia si le gritamos día y noche. La oración requiere esfuerzo y confianza.

FE Y ORACIÓN

Terminada la parábola, nos encontramos de pronto con una frase de Jesús que parece fuera de lugar: “Cuando venga el Hijo del hombre encontrará esta fe en la tierra?” ¿Qué nos dicen estas palabras tan inquietantes?

- En primer lugar, el cristiano no puede olvidar la invitación a vivir esperando la venida del Señor. En la Eucaristía le decimos: “Ven, Señor Jesús” ¿Lo decimos de verdad?

- Además, la oración no puede separarse de la fe. Muchos nos piden oraciones. Pero ¿se atreven ellos a orar? Ora quien tiene fe. Y tiene fe quien se mantiene en la oración.

- Pero hay algo más. Muchas personas se preguntan y nos preguntan todos los días dónde está Dios. Pero Jesús se pregunta y nos pregunta dónde está nuestra fe. ¿Sabremos responderle?

Señor Jesús, tú sabes que somos débiles e inconstantes. En nuestra oración solemos presentarte nuestras necesidades y las de nuestros hermanos. Hoy te pedimos solamente que nunca desfallezca nuestra fe. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

miércoles, 12 de octubre de 2016

EL PILAR EN NUESTRA PARROQUIA


 A las 8'30 de la tarde de hoy 12 de Octubre de 2016, ha tenido lugar la Santa Misa en Honor de la Virgen del Pilar: Patrona de la Hispanidad y de la Guardia Civil. 

FESTIVIDAD DEL PILAR


Virgen Santa del Pilar
Aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza, aviva nuestra caridad. Socorre a los que padecen desgracias, a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta de trabajo. Fortalece a los débiles en la fe. Fomenta en los jóvenes la disponibilidad para una entrega plena a Dios. Protege a España entera y a sus pueblos, a sus hombres y mujeres. Y asiste maternalmente, oh María a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad. Así sea.

San Juan Pablo II

domingo, 9 de octubre de 2016

LA LEPRA Y LA FE

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Homilía para el Domingo 9 de Octubre de 2016. 28 del Tiempo Ordinario, C.

“En adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses fuera del Señor”. Con esa solemne promesa se cierra el texto de la primera lectura que se lee en la celebración de la Eucaristía de este domingo (2 Re 5, 14-17). Naamán, un militar sirio, llegó hasta Samaría y allá fue curado de su lepra por el profeta Eliseo.

En las aguas del Jordán dejó su lepra y su orgullo. Insistía en agradecer al profeta el don de su curación, pero Eliseó se negó a recibir cualquier regalo. Naamán pensaba que cada tierra tenía su Dios y cada Dios tenía su tierra, así que decidió llevar hasta Damasco una carga de tierra de Israel, para que Dios lo reconociera desde lo alto. La curación le trajo la fe.

Con razón el salmo 97 nos invita a recordar y confesar que “el Señor revela a las naciones su salvación”. Lo hizo con un pagano extranjero, como Naamán, y puede hacerlo con todos nosotros.

LA LEY Y LA PALABRA
También el evangelio nos habla de leprosos (Lc 17, 11-19). Bien sabemos que, según la Ley, habían de vivir apartados de las gentes. Sin embargo, diez de ellos vinieron al encuentro de Jesús, se pararon a lo lejos y a gritos le decían: “Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros”.

    Nos llama la atención que Jesús los enviara a los sacerdotes, según prescribía la Ley. Mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra. Se nos dice que la Ley de Moisés puede solamente certificar la enfermedad y alejar a los enfermos, pero no puede curarlos. Solo la palabra de Jesús puede limpiarnos.

    Además se indica que quedaron limpios mientras iban de camino. Con ello se sugiere la confianza que les lleva a obedecer el mandato del que reconocen como Maestro. La curación acontece mientras van “de camino”. Los seguidores del Señor tendremos que prestar atencion a ese dato, que refleja la vida cristiana.

FE Y GRATITUD

Pero el relato nos ofrece aún otra sorpresa. Uno de los leprosos curados se volvió para dar gracias a Jesús. Sorprendentemente, era un samaritano. Pertenecía al grupo más despreciado por los judios. Ese retorno motiva tres palabras de Jesús:

    “¿No han quedado limpios los diez?. Los otros nueve ¿donde están?” Una pregunta que Intepela a lo largo de los siglos a todos los que hemos sido liberados del pecado, del miedo y del sinsentido.

    “¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios? Una constatación que nos revela que tambien “los de fuera”, como Naamán, pueden reconocer el poder de Dios y su misericordia. Eso es lo que da gloria a Dios.

    “Levántate y vete: tu fe te ha salvado”. Una exhortación que nos lleva a descubrir el valor de la fe, a agradecerla con sinceridad y a confesarla con valentía una y otra vez mientras vamos haciendo camino.

Señor Jesús, perdona nuestra arrogancia y nuestro olvido. Queremos recordar el don de la salvación. Te damos las gracias de todo corazón. ¡Bendito seas!. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

sábado, 1 de octubre de 2016

EL FRUTO DE LA FE

 

Homilía para el Domingo 2 de Octubre de 2016. 27 del Tiempo Ordinario, C.

“El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por la fe”. Así concluye el texto del profeta Habacuc que se lee en la celebración de la Eucaristía de este domingo (Hab 2,4). Como sabemos, el texto original venía a decir que el final del malvado es la muerte. Pero el justo alcanzará la vida por su “fidelidad”.

Para el profeta, la fe se entiende como la espera atenta del que confía en las promesas de Dios y no se desalienta ante su aparente silencio. No basta con creer que hay un solo Dios. En la carta de Santiago se nos dice que “también los demonios lo creen y tiemblan” (Sant 2,19). La fe ha de traducirse en la fidelidad diaria a la voluntad y al ritmo de Dios.

Se repite con frecuencia una célebre frase de la santa Madre Teresa de Calcuta: “El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz”. Así es y así lo anunciamos.

LA ORACIÓN Y LA FE

También en el evangelio que hoy se proclama reaparece el tema de la fe. Ahora son los apóstoles los que se dirigen al Señor para suplicarle: “Auméntanos la fe” (Lc 17, 5). La fe no se pesa ni se mide. No es una realidad cuantitativa, sino cualitativa. Esta petición incluye algunas sugerencias que no deberíamos olvidar

Con esta súplica, los apóstoles dan a entender que ya han comprendido que la fe es un don. Es un agua viva que mana de la fuente misma de Dios. Es un don que no se puede imponer, pero tampoco se debe impedir. Hay que suplicarlo con una oración persistente y confiada y hay que procurar mantenerlo con una dedicación agradecida y activa.

Por otra parte, la petición de los apóstoles nos dice que en el camino de los seguidores del Señor, la fe es siempre poca. Jesús ha llamado a veces a sus discípulos “hombres de poca fe”. Por mucha responsabilidad que tengan los llamados, siempre habrán de reconocer que su fe es débil y manifiestamente mejorable.

EL SEÑOR Y LOS SIERVOS

Hay otra sugerencia en este evangelio. Jesús dice que basta un granito de fe para trasladar una montaña. ¿Es una exageración? No, es una imagen. Trasladar la montaña es dejar nuestro orgullo y convertirnos en siervos de los demás. Con la humildad de los que dicen: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc 17,10).

“Somos unos pobres siervos”. Así pues, la fe no se manifiesta en nuestras proclamaciones ni en el ministerio que se nos ha confiado.. Ni siquiera en la exactitud con que practicamos los ritos sagrados o en la belleza de nuestras ceremonias. La fe se hace realidad en el constante servicio a los hermanos.

“Hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Ahora bien, tampoco el servicio puede convetirse en otro motivo para reclamar la gratitud y el reconocimiento social. Dios nos ha amado gratuitamente. Si nuestro servicio al prójimo es interesado ¿quién se va a creer que nuestra fe puede mover las montañas?

Señor Jesús, también nosotros te pedimos como los apóstoles de la hora primera: “Auméntanos la fe”. Danos fuerza para llevarla a las tareas de cada día. Y danos también la alegría para dar testimonio de ese don. Tú nos lo has concedido para hacernos fieles y felices. Y para que tratemos de mejorar este mundo nuestro. ¡Bendito seas!

D. José-Román Flecha Andrés