viernes, 25 de noviembre de 2016

VELAR Y CAMINAR


Homilía para el Domingo 27 de Noviembre de 2016. 1º de Adviento, Ciclo A.

“Caminemos a la luz del Señor”. Así concluye la primera lectura de este primer domingo de Adviento (Is 2,5). El profeta Isaías anuncia que, al final de los tiempos, el monte sobre el que se levanta el Templo de Jerusalén se convertirá en la meta de una peregrinación universal, Todos los pueblos acudirán a escuchar la palabra del Señor.

Una palabra de justicia y de paz para todos los pueblos. “De las espadas forjarán arados y de las lanzas podaderas”. ¡Con qué fuerza recordó Pablo VI aquella profecía en su visita a la sede de las Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York! Es un sueño, pero es también una tarea para toda la humanidad.

El salmo responsorial nos invita a iniciar esa peregrinación de paz: “¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor!” (Sal 121,1). Es la hora de despertar para caminar por las sendas de la luz. Que el cuidado de nuestro cuerpo no fomente los malos deseos. Así lo escribía san Pablo a los cristianos de Roma (Rom 13,14).

EL DILUVIO

Nos cuesta reconocer que nuestra vida está marcada por el signo de la espera y la esperanza. Durante el tiempo del Adviento nos preparamos para la celebración de la fiesta del Nacimiento de Jesús. Es un tiempo que nos invita a recobrar y afianzar la esperanza. Y, además, nos educa para vivir el tiempo de la espera.

La fe nos lleva a caminar con generosidad mientras nos mantenemos a la espera de la venida del Señor. Por cinco veces se repite en el evangelio de este domingo el verbo “venir”. Y otras dos veces se insiste en afirmar que “no sabemos” el momento de su venida.

En primer lugar, el texto evoca el pasado y nos recuerda la imagen bíblica del diluvio. Las gentes vivían dedicadas a sus tareas habituales, pero también a sus placeres. El diluvio los sorprendió a todos.

En segundo lugar, el texto mira también al futuro y nos anuncia que la venida del Hijo del hombre revelará las actitudes más secretas. Con su venida llega el discernimiento definitivo. A unos los llevará y a otros los dejará.

LOS ADIVINOS

Hay otra imagen que ilustra la exhortación. La del hombre que no sabe a qué hora puede un ladrón a asaltar su casa. El tema de la venida imprevisible del Señor suscita la invitación a mentenerse vigilantes. “Estad en vela, porque no sabéis que día vendrá vuestro Señor”.

Para mantenerse en vela es preciso practicar la sobriedad. No podemos caer en la tentación de confundir la satisfacción con la felicidad. No es de sabios dejarse embotar por los deseos que nos adormecen.

Además, se nos dice que no sabemos el día ni la hora. Son muchos los que tratan de adivinarla. Demasiados adivinos siembran ese temor del futuro que nos distrae de las tareas del presente. Hay que superar la tentación de tratar de adivinar el tiempo futuro.

Y, finalmente, el evangelio nos advierte que no esperamos algo, por importante o fantástico que parezca. Nosotros vivimos esperando a Alguien. Nos mantenemos en vela, aguardando la manifestación del único Salvador, que es nuestro Señor.

Señor Jesús, tu venida no es para nosotros un motivo de temor, sino de esperanza. No saber el tiempo de tu llegada nos ayuda a mantener la caridad. ¡Ven, Señor Jesús!

D. José-Román Flecha Andrés

martes, 22 de noviembre de 2016

PRESENTADO EL CARTEL DEL NAZARENO


Cartel Presentado en la Solemnidad de Cristo Rey con el que la Hermandad del Nazareno abre 
el año conmemoración del 75 Aniversario de la Hechura de su Titular 
por el insigne escultor D. Amadeo Ruiz Olmos. 

Se trata de un óleo realizado por el pintor Enrique Sánchez Collado que representa al "Cristo de la Madrugá" de forma humana, desprotegido de aderezos y atributos de riqueza. Un Dios hecho hombre, un Jesús Nazareno cercano, sencillo y humilde.

sábado, 19 de noviembre de 2016

EL REY Y SU REINO


Reflexión homilética Domingo 20 de Noviembre de2016. Solemnidad de Cristo Rey.

“Tú serás el pastor de mi pueblo, Israel, tú serás el jefe de Israel”. Con estas palabras, los ancianos que representaban a todas las tribus de Israel, reconocían a David como rey. El que había gobernado desde Hebrón a las gentes de Judá hacía ahora un pacto con sus “electores” y se convertía en rey de todo el pueblo (2 Sam 5, 1-3).

El salmo 121 nos invita a hacer nuestra la alegría de las tribus de Israel que subían a Jerusalén “a celebrar el nombre del Señor”. Al evocar esa subida jubilosa, seguramente pensamos que hoy se ha hecho difícil esa unidad para proclamar la grandeza de Dios. ¿Alguna peregrinación del año jubilar de la misericordia ha contagiado tanta alegría?

En el hermoso himno que se incluye en la carta a los Colosenses, san Pablo proclama la majestad que Dios ha concedido a su Hijo, por quien todo fue creado y que es anterior a todo. “Por él quiso Dios reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz” (Col 1,20). Él es el Señor del universo.

LA CRUZ COMO TRONO

No es ocioso mencionar la cruz de Cristo. De hecho, el evangelio que hoy se proclama nos recuerda que sobre ella se podía ver un letrero escrito en griego, en latín y en hebreo en el que se presentaba al condenado: “Este es el rey de los judíos”.

Claro que no todos reconocían su majestad. El texto evangélico evoca tres tipos de burlas que se oyeron en torno a la cruz de Jesús:

• Las autoridades y el pueblo le echaban en cara que, habiendo salvado a otros, no pudiera salvarse a sí mismo. Según ellos, no era el Elegido por Dios.

• Los soldados, ciertamente extranjeros y mercenarios, miraban con desprecio a aquel que no demostraba ser el rey de los judíos.

• Finalmente, uno de los dos malhechores condenados junto a él pretendía que aquel que era considerado como el Mesías se salvara a sí mismo, y también a él le llegara la salvación.

Allí se daban cita tres presupuestos y tres intereses diferentes. Una razón religiosa, una visión política y un interés personal. Todos coincidían en esperar que Jesús bajara de la cruz.

EL HOY DE DIOS

Con todo, el texto evangélico pone en boca de otro de los malhechores una súplica que se eleva por encima de aquel griterío de desprecio y de blasfemia.

- “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Es la última súplica que viene desde el Antiguo Testamento. El condenado ha comprendido que Jesús tiene un poder que no reconocen los que se burlan de él. No es el poder mágico de desclavarse de la cruz. Es la autoridad del rey que puede recordar a los que han compartido su suerte y su muerte.

- “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Jesús responde con una promesa que caracteriza la llegada del Nuevo Testamento. Ese es el “hoy” de Dios. El hombre caído y su Dios se encuentran de nuevo en el paraíso. Un paraíso que no ha de ser imaginado como un lugar, sino como una relación de acogida y de misericordia.

Señor Jesucristo, nosotros te reconocemos como nuestro Rey. Sabemos que tu entrega en la cruz nos ha rescatado del mal y del pecado. Tú eres nuestro Señor y nuestro Redentor. Atrae hacia ti nuestras miradas para que podamos vivir en el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés

martes, 15 de noviembre de 2016

CRISTO REY DEL UNIVERSO

HERMANDAD DE LA HUMILDAD
Ofrenda de productos no perecederos destinados a Cáritas Parroquial.
Bajada del Señor de la Humildad en Vía Crucis.
Santa Misa. 
11 de la mañana. Ermita de la Virgen de la Estrella



HERMANDAD DEL NAZARENO
Santa Misa y Apertura del 75 Aniversario 
de la hechura de la Imagen de Ntro. Padre Jesús Nazareno 
Presentación del Cartel del 75 Aniversario.
7,30 de la tarde. Capilla de Jesús Nazareno.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Y LA HUMILDAD REPARTIÓ MISERICORDIA






 









ESPERANZA SIN EVASIÓN


Homilía para el Domingo 13 de Noviembre de 2016. 33 del Tiempo Ordinario, C.

“A los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas”. Hermosa promesa con la que se cierra el texto del profeta Malaquías que se lee en la celebración de este domingo (Mal 3,19).

Claro que inmediatamente antes, el profeta había anunciado el destino que aguarda a los malvados y perversos. En el juicio de Dios serán tratados como la paja que arde en el horno. No es una amenaza. Una vez más se exhorta a la persona a hacer buen uso de su libertad. Que el horizonte del futuro nos ayude a elegir el camino verdadero. A vivir en la verdad.

El salmo 97 nos invita a repetir que “El Señor llega para regir la tierra”. Y san Pablo advierte a los cristianos de Tesalónica que la espera del día del Señor ha de traducirse en una vida tranquila y laboriosa: “El que no trabaja, que no coma” (2Tes 3,10).

SIN MIEDO

En el evangelio que hoy se proclama escuchamos los elogios que las gentes de Jerusalén hacían del Templo, que estaba siendo restaurado y embellecido por entonces. Jesús anuncia que un día no quedará piedra sobre piedra de aquel monumento (Lc 21,5-19). La pregunta siguiente era de esperar: “Maestro, ¿cuándo va a ser eso?”

Sin embargo, para Jesús no es importante saber el tiempo. Por eso lleva la atención a dos cuestiones fundamentales, como ha subrayado el papa Francisco: “Primero: no dejarse engañar por los falsos mesías y no dejarse paralizar por el miedo. Segundo: vivir el tiempo de la espera como tiempo del testimonio y de la perseverancia”.

Esas lecciones valen también para los creyentes de hoy. De vez en cuendo alguien nos anuncia la proximidad del fin del mundo. Pero lo que importa no es conocer una fecha futura, sino vivir sin miedo el presente. Hemos sido llamados a construir la “civilización del amor”, como decía Pablo VI. Nuestra esperanza no debe llevarnos a la evasión.

CON FIDELIDAD

El texto evangélico pone en boca de Jesús el anuncio de las guerras y las tribulaciones que nos esperan. Y, sobre todo, la certeza de que seremos perseguidos y juzgados por causa de su nombre. La experiencia nos asegura que ese vaticinio se ha cumplido y nos hace pensar que se cumplirá siglo tras siglo. Pero Jesús concluye con dos frases de aliento:

- “Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”. La primera frase se refiere a Dios. Su providencia nos acompañará a lo largo del camino. No seremos librados de la tribulacion pero se nos promete la cercanía de Dios.

- “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. La segunda frase se refiere a nosotros. Las persecuciones pueden hacernos temblar. Pero no podemos renegar del Evangelio. Sólo nos salvará la fidelidad al Dios fiel y providente.

Maestro bueno, todos los días te imploramos: “Ven, Señor Jesús”. Que nuestra oración sea sincera. Que la esperanza de tu venida nos ayude a vivir con fidelidad el gozo de la fe, el testimonio de la esperanza y el compromiso del amor. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

sábado, 5 de noviembre de 2016

LA VIDA PLENA


Homilía para el Domingo 6 de Noviembre de 2016. 32 del Tiempo Ordinario, C.

“Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú en cambio no resucitarás para la vida”. Un sincero acto de fe y una valiente profecía. Así se expresa el cuarto de los hermanos macabeos, torturados y martirizados por orden del rey Antíoco IV Epífanes (2Mac 7,14).

Con razón se ha dicho que precisamente en aquel tiempo de persecución contra los creyentes se afianza la creencia en la resurrección de los muertos. La gracia del martirio se apoya en la gracia de la resurrección. Ante aquellos que dan la vida por él, Dios no puede mostrarse menos generoso.

También puede referirse a la resurrección el último verso del salmo responsorial: “Con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante” (Sal 16,15). Esperamos que el Padre celestial nos conceda amarle con fidelidad y tener la constancia en Cristo, como desea san Pablo a los fieles de Tesalónica (2Tes 3,5).

LA PEREGRINACIÓN

Sin embargo, sabemos que en tiempos de Jesús no todos creían en la resurrección de los muertos. Entre ellos se encontraban los saduceos y los sacerdotes. Según el evangelio algunos se acercaron a él y le contaron una leyenda que se apoyaba en la ley del levirato (Dt 25,5) y en el recuerdo de Sarra, la que sería esposa de Tobías (Tob 3,8).

Si una mujer se había casado con siete hombres, ¿de cuál sería esposa a la hora de la resurrección? Esa era la pregunta. Jesús respondió recordando que los llamados por Dios a la vida eterna y a la resurrección ya no se casan. Tras recordar este pasaje, el Papa Francisco añade su propio comentario:

“Si miramos solo con ojo humano, estamos predispuestos a decir que el camino del hombre va de la vida hacia la muerte. Jesús le da un giro a esta perspectiva y afirma que nuestra peregrinación va de la muerte a la vida: la vida plena. Nosotros estamos en camino, en peregrinacion hacia la vida plena, y esa vida plena es la que ilumina nuestro camino”.

DIOS DE VIVOS

Los saduceos habían citado un texto de la Escritura. Y Jesús recurre a otro: el de la zarza que ardía sin consumirse. En ella Moisés descubrió al Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob (Ex 3,6). Los patriarcas continuaban vivos en la presencia del Dios que prometía la liberación de su pueblo. Por eso, Jesús podía extraer una conclusión esperanzada:

-“No es Dios de muertos, sino de vivos”. Dios no ha renunciado a su poder creador ni a la misericordia que derrama sobre sus hijos. Para él, todos son hijos de la resurrección. “El Dios de los vivos no se rodea de muertos” (A. Stöger).

- “Para él todos están vivos”. Esa es la revelación de Dios. Pero es también la interpelación para los hombres. Hay vivientes a los que ignoramos. Los consideramos muertos. La fidelidad de Dios a la vida es un ejemplo para nuestra sociedad.

Señor Jesús, te proclamamos como Camino, Verdad y Vida. En medio de esta cultura de la muerte, nosotros sabemos y confesamos que estamos llamados a vivir contigo en el amor y en la gloria. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

miércoles, 2 de noviembre de 2016

DÍA DE LOS DIFUNTOS


El Cristo yacente de la Hermandad del Santo Entierro ha presidido el Altar Mayor con motivo de la Solemnidad de los Santos y la Conmemoración de los Fieles Difuntos. Ayer noche se celebró el besapies a la Sagrada Imagen.

martes, 1 de noviembre de 2016

BIENAVENTURADOS


Homilía para el día 1 de Noviembre de 2016. Solemnidad de Todos los Santos.

Las bienaventuranzas las gritó Jesús entonces y las sigue gritando hoy son el corazón del Evangelio. 

Nos descubren cómo es Dios y nos dicen que las personas que las viven se parecen a Él, por eso son bienaventurados. Ser santo es parecerse a Dios... casi nada.

- «Felices los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos» Dichosas las personas sencillas, las que no buscan aparentar y se muestran tal como son, sin doblez ni mentira; dichosas porque, la conciencia que tienen de sus limitaciones y errores las hace humildes y capaces de perdonar y de pedir perdón. Dichosas las personas sencillas que no prestan oídos a la cultura propagandística del mercado porque saben bien que el afán de riqueza y consumo no les va a hacer más felices, sino vacíos e insolidarios.

- «Felices los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» Felices las personas que tienen un corazón grande, un corazón en el que    siempre hay sitio para la gente y en él encuentran acogida y cariño; felices, porque no hay alegría mayor que hacer felices a los demás, especialmente a los que la vida no les sonrió; felices porque hacen posible, ya desde ahora, una sociedad con corazón; felices porque su misericordia les acerca al corazón de Dios. Felices, porque en esta salida hacia los otros, descubrirán que el amor de Dios es pura misericordia.

- «Felices los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» Bienaventuradas las personas que son «buena gente», que no piensan mal y tampoco hablan mal de nadie. Bienaventuradas porque son tolerantes, comprenden y disculpan. Bienaventuradas porque, en lugar de criticar y maldecir las tinieblas, encienden una pequeña luz y, gracias a ella, la vida se ilumina. Bienaventurados los cristianos de corazón limpio, honestos, abiertos a la vida y a Dios, dispuestos a dejarse llevar por la novedad y la fuerza del evangelio, que todo lo transforma.