Homilía para el Domingo 13 de Noviembre de 2016. 33 del Tiempo Ordinario, C.
“A los que honran mi nombre los
iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas”. Hermosa promesa
con la que se cierra el texto del profeta Malaquías que se lee en la
celebración de este domingo (Mal 3,19).
Claro que inmediatamente antes,
el profeta había anunciado el destino que aguarda a los malvados y perversos.
En el juicio de Dios serán tratados como la paja que arde en el horno. No es
una amenaza. Una vez más se exhorta a la persona a hacer buen uso de su
libertad. Que el horizonte del futuro nos ayude a elegir el camino verdadero. A
vivir en la verdad.
El salmo 97 nos invita a repetir
que “El Señor llega para regir la tierra”. Y san Pablo advierte a los
cristianos de Tesalónica que la espera del día del Señor ha de traducirse en
una vida tranquila y laboriosa: “El que no trabaja, que no coma” (2Tes 3,10).
SIN MIEDO
En el evangelio que hoy se
proclama escuchamos los elogios que las gentes de Jerusalén hacían del Templo,
que estaba siendo restaurado y embellecido por entonces. Jesús anuncia que un
día no quedará piedra sobre piedra de aquel monumento (Lc 21,5-19). La pregunta
siguiente era de esperar: “Maestro, ¿cuándo va a ser eso?”
Sin embargo, para Jesús no es
importante saber el tiempo. Por eso lleva la atención a dos cuestiones
fundamentales, como ha subrayado el papa Francisco: “Primero: no dejarse
engañar por los falsos mesías y no dejarse paralizar por el miedo. Segundo:
vivir el tiempo de la espera como tiempo del testimonio y de la perseverancia”.
Esas lecciones valen también para
los creyentes de hoy. De vez en cuendo alguien nos anuncia la proximidad del fin
del mundo. Pero lo que importa no es conocer una fecha futura, sino vivir sin
miedo el presente. Hemos sido llamados a construir la “civilización del amor”,
como decía Pablo VI. Nuestra esperanza no debe llevarnos a la evasión.
CON FIDELIDAD
El texto evangélico pone en boca
de Jesús el anuncio de las guerras y las tribulaciones que nos esperan. Y,
sobre todo, la certeza de que seremos perseguidos y juzgados por causa de su
nombre. La experiencia nos asegura que ese vaticinio se ha cumplido y nos hace pensar
que se cumplirá siglo tras siglo. Pero Jesús concluye con dos frases de
aliento:
- “Ni un cabello de vuestra
cabeza perecerá”. La primera frase se refiere a Dios. Su providencia nos
acompañará a lo largo del camino. No seremos librados de la tribulacion pero se
nos promete la cercanía de Dios.
- “Con vuestra perseverancia
salvaréis vuestras almas”. La segunda frase se refiere a nosotros. Las
persecuciones pueden hacernos temblar. Pero no podemos renegar del Evangelio.
Sólo nos salvará la fidelidad al Dios fiel y providente.
Maestro bueno, todos los días
te imploramos: “Ven, Señor Jesús”. Que nuestra oración sea sincera. Que la
esperanza de tu venida nos ayude a vivir con fidelidad el gozo de la fe, el
testimonio de la esperanza y el compromiso del amor. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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