sábado, 29 de diciembre de 2018

UNA FAMILIA QUE BUSCA


Reflexión Homilética para el Domingo 30 de Diciembre de 2018. Festividad de la Sagrada Familia

“El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros”. Esta lectura del libro del Eclesiástico se refiere directamente a una sociedad patriarcal (Eclo 3). Pero esas normas reflejan el valor que la familia ha tenido para el pueblo judío en todas las épocas de su historia.

Sin embargo, estas máximas no solo reflejan una concepción social o un código de educación y buenos modales. Recogen lo mejor de la experiencia humana. Así que no pueden ser despreciadas.  El respeto al padre y a la madre son prueba de sabiduría.

Además, este texto bíblico se refiere expresamente a Dios. “Al que honra a su madre, el Señor lo escucha”. Es muy importante esa alusión a la divinidad. El amor que se vive en las relaciones familiares es una especie de culto. Amar a la familia es un acto de oración.

Con una hermosa bienaventuranza, el salmo 127 promete el premio de una familia numerosa a los que temen al Señor y siguen sus caminos.  Y en la carta a los Colosenses (Col 3,12-21) se exhorta a los fieles a vivir unas armoniosas relaciones familiares, porque esto es agradable al Señor.

ANTICIPACIÓN DEL MISTERIO

También Jesús ha crecido en el seno de una familia, a  la que la atención a la voluntad de Dios no le ha ahorrado contratiempos y sorpresas.

- El evangelio que hoy se proclama (Lc 2,13-23) nos recuerda que la familia de Nazaret vivía fielmente enraizada en las prácticas religiosas y sociales de su pueblo. Jesús dirá un día que no había venido a abolir la Ley de Moisés. Los relatos evangélicos de la infancia dan fe del espíritu religioso en el que creció.

- Además, el texto anota que José y María pasaron por los temores y angustias de tantos padres y madres que sienten la pérdida de sus hijos. Jesús afirmará muchas veces que vive la voluntad de su Padre celestial. Este relato de la infancia alude a esa conciencia de Jesús que reconoce y confiesa su íntima relación con el Padre.

- Por otra parte, este relato evangélico anticipa ya el misterio de la pasión y muerte de Jesús. En ambos casos, Jesús permanece tres días “perdido”. En ambos casos es encontrado de nuevo mientras explica las Escrituras: primero por su familia y después por los discípulos de Emaús. Escuchar las Escrituras es la pista para encontrar al Maestro.

EL CRUCE DE PREGUNTAS

Las preguntas son muy importantes en todo diálogo humano. También en los evangelios. En el momento del encuentro de Jesús en el templo de Jerusalén se produce un interesante cruce de preguntas entre María y Jesús.

- “Hijo, ¿por qué nos has tratado así?” Parece que María no llega a comprender los motivos que han podido impulsar a su Hijo. Muchos creyentes dirigien a Dios una pregunta semejante. La oración puede ayudarnos a descubrir los planes del Señor.

- “¿Por qué me buscabais?” Esta es la primera pregunta de Jesús que aparece en el evangelio de Lucas. La búsqueda es una actitud típica de los creyentes. Pero todos los que buscan a Dios han de plantearse alguna vez las verdaderas razones de su búsqueda

- “¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?” Esta segunda pregunta de Jesús se dirige a todos los que creen conocerlo. Jesús confiesa que la Ley de Dios es su casa y que la Casa de Dios es su ley. Su vocación y su misión es estar al servicio del Padre.

Padre de los cielos, te damos gracias por el don de nuestras familias y te pedimos que las acompañes en la difícil tarea de lograr una convivencia realmente humana. Hazte presente en sus vidas y ayúdalas a encontrarte cuando tienen la sensación de haberte perdido. Y a todos los que te buscan con sincero corazón concédeles la gracia de encontrarte siempre, gracias a la lectura y meditación de las Escrituras. Amén.

                                                                                            D. José-Román Flecha Andrés

viernes, 28 de diciembre de 2018

MENSAJE DE NAVIDAD

D. Manuel Tirado Fernández
Párroco de la Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción de Villa del Río

sábado, 22 de diciembre de 2018

LA ESCUCHA DE LA PALABRA


Reflexión Homilética para el Domingo 23 de Diciembre de 2018. 4º de Adviento, C.

“Tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel”. Así comienza el texto del profeta Miqueas que se lee en la primera lectura de la misa de este cuarto domingo de Adviento (Miq 5,1).

Es importante esa alusión a la humildad del lugar de donde ha de surgir el Salvador. Esta profecía será mencionada por los sabios a los que el rey Herodes consulta sobre el nacimiento de un rey misterioso, al que buscan unos magos llegados del Oriente.

En un texto y en el otro, Belén evoca el recuerdo del rey David. Y por tanto, resuena como el símbolo de la esperanza de Israel. Pero Belén es sobre todo la promesa de la justicia, de la paz y de la vida.

Con razón el salmo responsorial convierte aquel recuerdo en una invocación al Pastor de Israel, que se hace especialmente apremiante en el Adviento: “Ven a salvarnos… Ven a visitar tu vid, la cepa que plantó tu mano, el retoño que tú hiciste vigoroso” (Sal 79).

En la carta a los Hebreos se incluyen unas palabras que subrayan la humildad y la obediencia de Cristo: “Aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad”.

LA BENDITA ENTRE LAS MUJERES

El evangelio de este domingo nos presenta a María que se pone en camino hacia las colinas de Judea, para visitar a su pariente Isabel (Lc 1,39-45). Su encuentro es un pequeño “evangelio”. Las dos mujeres llevan la vida de un bebé en sus entrañas. Una vida que es un don exclusivo de Dios, dadas las condiciones de sus madres.

Por otra parte, el texto nos indica que tanto María como Isabel han sabido escuchar y acoger la palabra de Dios. En ellas la palabra de Dios ha hecho posible lo que parecía imposible. Precisamente por esa disponibilidad con la que se han abierto a los planes de Dios han sido elegidas como mediadoras de la salvación.

Tanto María como Isabel están llenas del Espíritu de Dios. Así le había dicho el ángel a María: “El Espíritu de Dios te cubrirá con su sombra”. Ahora es Isabel la que se nos muestra como llena del Espíritu Santo. Por eso puede proclamar a María como la bendita entre las mujeres y como madre del fruto más bendito de la tierra.

LA VIDA Y LA ESPERANZA

El texto evangélico pone en labios de Isabel la primera bienaventuranza del Nuevo Testamento: “Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. La fe de María inaugura la nueva era de la salvación.

“Dichosa tú que has creído”. La creencia de María no refleja una ingenua credulidad. Ante el anuncio del Ángel, ella mostraba sus dudas. No era fácil comprender aquel anuncio. Ni aceptar una responsabilidad tan insospechada. Y, sin embargo creyó.

“Dichosa tú que has creído”. La creencia de María no obedecía a un vano deseo de sobresalir entre las gentes de su pueblo. El ángel parecía adivinar sus temores. Sospechaba ella lo que aquella maternidad podía costarle. Y, sin embargo creyó.

“Dichosa tú que has creído”. La creencia de María no se basaba en su propio saber y entender. Se atrevió a manifestar su turbación y las preguntas que bullían en su interior. No era fácil aceptar la misión que se le anunciaba. Y, sin embargo creyó.

La fe de María era una difícil pero sencilla confianza en el Dios que habla y propone horizontes inesperados. La fe de María se apoyaba solamente en la palabra de Dios. Pero ahora su pariente Isabel le profetizaba que lo dicho por Dios se cumpliría.

Padre de los cielos, en medio de un mundo marcado por la duda y el relativismo, nosotros queremos escuchar tu palabra. Sabemos que ella genera la vida y desencadena la esperanza. Creemos que tu palabra transforma nuestra vida. Y esperamos que haga posible la vida, la salvación y la paz que Jesús nos ha prometido. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

domingo, 16 de diciembre de 2018

ALEGRÍA Y CONVERSIÓN


Reflexión Homilética para el Domingo 16 de Diciembre de 2018. 3º de Adviento.

“Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás” (Sof 3,14-15). Es sorprendente esa triple invitación a la alegría que el profeta dirige a su pueblo.

Ahora bien, esa alegría no surge de las satisfacciones inmediatas que todos esperamos de la vida. El pueblo puede alegrarse porque ha sido liberado por Dios de sus enemigos, internos y externos. Al final, Dios puede ser reconocido como el único rey y señor. Es la hora de recordar que Dios ama a su pueblo como un esposo ama a su esposa.

También el salmo responsorial canta la alegría de gozar de la presencia de Dios: “Gritad jubilosos: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel” (Is 12,6).

Y la alegría resuena con tonos de Adviento en la exhortación de san Pablo a los fieles de Filipos: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca” (Flp 4,4-5).

LA CONVERSIÓN CONCRETA

La alegría no brota de las posesiones ni de los éxitos. Requiere siempre esa paz   del corazón que sigue a la conversión.  El evangelio nos dice que esa conversión es lo que exige Juan el Bautista a todos los que se acercan a escucharle a las orillas del Jordán.

Con todo, la conversión no puede confundirse con un sentimiento íntimo y pasajero. En el texto evangélico que hoy se proclama (Lc 3,10-18), Juan Bautista la resume en tres actitudes concretas, que pueden aplicarse también a todos nosotros: 

- Compartir los vestidos y los alimentos con quienes no los tengan. Esta actitud positiva subraya el valor de eso que hace posible la vida y que protege la dignidad de la persona.
- No exigir a los otros más de lo establecido. Este veto, aparentemente negativo, trata de proteger el respeto a la justicia y de hacer posible la armonía en la comunidad.
- No hacer extorsión a nadie. Esta prohibición condena la altanería de los prepotentes que van por el mundo humillando y explotando a los humildes y marginados.

LA LLEGADA DEL MESÍAS

Sin embargo, Juan Bautista no se limitaba a dar normas de conducta, por muy importantes que sean. De hecho, no era un maestro de moral. Había sido enviado para anunciar la llegada del Mesías. Ese era el motivo para la conversión que motivaba su predicación.

- “Viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias”. Juan reconocía su debilidad. Él no tenía la clave de la salvación: anunciaba al Salvador. En realidad, se consideraba menos que un esclavo al servicio del Señor.

- “Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Juan bautizaba con agua, pero anunciaba ya un nuevo bautismo de viento y de fuego. Esos elementos, que pueden destruir lo que encuentran a su paso, representan el Espíritu que es el origen de una nueva vida.

- “En su mano tiene el bieldo para aventar su parva”. Juan no podía discernir el bien y el mal. El Mesías traería en su mano el bieldo con el que el labrador separa el trigo de la paja. Solo el Señor puede realizar un juicio definitivo sobre las realizaciones humanas.

Señor Jesús, la conversión que predicaba Juan el Bautista puede hacer creíble la sinceridad de nuestra fe, el compromiso de nuestra esperanza, la verdad de nuestra caridad y la autenticidad de nuestra alegría. Danos tu luz y tu fuerza para que en este tiempo de Adviento podamos anunciar y preparar tu venida.  Amén

                                                                                                                 D.  José-Román Flecha Andrés

domingo, 9 de diciembre de 2018

BARRANCOS Y COLINAS


Reflexión Homilética para el Domingo 9 de Diciembre de 2018. 2º de Adviento.

“Dios ha mandado abajarse a todos los montes elevados, a todas las colinas encumbradas, y ha mandado que se llenen los barrancos hasta allanar el suelo, para que Israel camine con seguridad, guiado por la gloria de Dios; ha mandado al bosque y a los árboles fragantes hacer sombra a Israel” (Bar 5,7-8).

Esta profecía de Baruc anunciaba el retorno de las gentes de Israel, que habían sufrido la amarga deportación a Babilonia. Con palabras poéticas se anuncia la misericordia de Dios hacia sus hijos. Del Señor es la iniciativa de la salvación. Él hará llanos los caminos del retorno. Y ordenará a los arboles que les den sombra por la rutas del desierto.

Con razon, el salmo responsorial recoge y canta la alegria de aquel pueblo: “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres” (Sal 125,1).

Por su parte, san Pablo reconoce que el Dios que ha abierto a los fieles los caminos del Evangelio llevará adelante su obra hasta el día de Cristo Jesús (Flp 1,6).

LA CONVERSIÓN Y LA ESPERANZA

También al desierto nos lleva el evangelio que hoy se proclama (Lc 3,1-6). En una situación que el evangelio de Lucas trata de situar en la historia, aparece Juan, el hijo de Zacarías. El mismo evangelista cuenta cómo había intervenido Dios en el nacimiento de aquel niño y anticipa el día de su manifestación a Israel (Lc 1-2). 

Las gentes se sorprendieron ante aquel nacimiento tan inesperado y ante el nombre que había recibido al ser circuncidado. De hecho, se preguntaban qué habria de ser aquel niño. Seguramente se imaginaban que un día entraría a formar parte del grupo de los sacerdotes, como su padre Zacarías.

Pues bien, andando el tiempo, Juan no aparece en el templo de Jerusalén, sino en la comarca del Jordán. La recorre incansable y predica un bautismo de conversión. Su puesto no está en las estructuras del poder, del culto y de la ley.  Juan espera y anuncia la salvación para su pueblo. Pero sabe que las mayores dificultades  están en el interior de cada persona. 

Su predicación es un eco de las profecías de Baruc y de Isaías (2,12-18). Si en otro tiempo Dios allanaba los caminos para su pueblo, ahora es cada persona quien ha de rebajar las colinas y rellenar los barrancos para facilitar el camino de la salvación. La esperanza es imposible sin la humildad y el compromiso.

EL CAMINO DE LA SALVACIÓN

“Lo torcido será enderezado y lo escabroso será camino llano”. El discurso de Juan no  invitaba a la pasividad. Los caminos rectos habían de ser el fruto de la conversión de los que le escuchaban. Pero a la exhortación acompañaba la promesa de la presencia de Dios.

- “Todos verán la salvación de Dios”. Si Lucas comenzaba presentando a los poderosos, el Bautista nos recuerda que la salvación no es un privilegio exclusivo para ellos. La salvación tiene una dimensión universal. Todos los hombres somos llamados a acoger con sinceridad la intervención de Dios en nuestras vidas.

- “Todos verán la salvación de Dios”. Es bien sabido que para la fe de Israel era muy importante la disposición a “escuchar” la palabra de Dios, aunque los peregrinos que subían al templo de Jerusalén deseaban también “ver” el rostro de Dios. El bautista anuncia que la salvación se dejará “ver”. Pero los creyentes hemos de dar un testimonio de ella.

- “Todos verán la salvación de Dios”. En su exhortación Gaudete et exsultate, el papa Francisco nos advierte de la tentación de atribuir la santidad a las propias fuerzas. El Bautista pregona que la salvación viene de Dios. Si en otro tiempo Dios allanaba los caminos para su pueblo, nosotros hemos de allanar los senderos para que Dios pueda llegar a nuestra vida.

Señor Jesús, sabemos y creemos que en ti podemos ver el camino por el que Dios viene a salvar a nuestra pobre humanidad. Tú conoces nuestra pereza y nuestras tentaciones. Danos tú la luz y la fuerza para allanar nuestras colinas y rellenar nuestros barrancos. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

lunes, 3 de diciembre de 2018

PRIMER ENCUENTRO DIOCESANO

I Escuela Diocesana de Acompañantes de Niños y Jóvenes

Tuvo lugar en el Centro de Magisterio Sagrado Corazón 
con la presencia de monseñor Demetrio Fernández

La Diócesis de Córdoba ha organizado la Escuela Diocesana de Acompañantes de Niños y Jóvenes, con la colaboración de la Delegación de Juventud, la Acción Católica General y la Escuela de Ocio y Tiempo Libre Gaudium. El objetivo es formar a los acompañantes que se encargan de los grupos de niños y jóvenes en las parroquias. Se celebrarán varias reuniones en el curso, en la ciudad al inicio de curso y en las vicarías a mediados de curso.

El obispo de Córdoba marcaba como objetivos en su Carta Pastoral al inicio de curso “caminar en la colaboración interna de la Delegación de Juventud, Acción Católica General y Escuela de Ocio y Tiempo Libre Gaudium, de manera que puedan potenciarse mutuamente, sobre todo en la formación de los monitores y acompañantes de los demás jóvenes y niños”.

sábado, 1 de diciembre de 2018

LA PROFECÍA DE LA ESPERANZA


Reflexión homilética para el Domingo 2 de Diciembre de 2018. 1º de Adviento, C.

“Suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra”. Ese oráculo divino transmitido por Jeremías (33,14-16) es la promesa fundamental que resuena en este primer domingo del Adviento. Esa profecía alimentaba la esperanza del pueblo de Israel. Y alienta también la nuestra.

“Suscitaré a David un vástago legítimo”. Como sabemos, el profeta Natán había prometido al rey David que Dios le daría una casa y una descendencia. Pues bien, la fe cristiana ha visto en Jesús la realización de aquella promesa. Jesús es el descendiente de David. Su pueblo lo esperó sin conocerlo. Nosotros estamos llamados a reconocerlo.

“Hará justicia y derecho en la tierra”. Nuestro mundo nos presenta un panorama de mentira y de engaño, de corrupción y de muerte. Pero el ser humano necesita palabras y hechos de justicia. El Adviento nos ayuda a recordar que Jesús vino a anunciar el reino de la verdad. Los creyentes estamos llamados a colaborar en su realización.

EL MIEDO Y LA CONFIANZA

En el evangelio que hoy se proclama (Lc 21,25-28.34-36) Jesús anuncia que un día los astros temblarán. Con ello se insinúa que es inútil depositar la confianza en lo que parece más estable en todo el universo. Es evidente que el verdadero creyente no puede atribuir a las cosas creadas un valor absoluto y definitivo.

Es muy interesante la observación de los sentimientos humanos que el texto revela. Ante el temblor de los astros, es decir, de lo que se considera más firme, la reacción espontánea es el temor: “Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros temblarán”.

Sin embargo, ante ese sentimiento, el evangelio contrapone una actitud de confianza: “Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”. Con todo, es verdad que la confianza requiere vigilancia y ascetismo. No dejarse embotar por el vicio, mantenerse despiertos y pedir a Dios la fuerza necesaria.

EL QUE VIENE

El texto no se limita a describir ese espectáculo cósmico y su efecto sobre las gentes. Es un “evangelio”, es decir, una buena noticia: “Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria”. Esa profecía es la razón de nuestra esperanza.

“Verán al Hijo del hombre”. Estas palabras remiten a la profecía que se encuentra en el libro de Daniel. Pero nos recuerdan que el Señor ya está entre nosotros. Nuestra infidelidad y nuestra pereza nos impiden descubrirlo. La esperanza nos lleva a desear su manifestación.

Vendrá “en una nube”. La nube es una de las imágenes más habituales para expresar la presencia de Dios. La nube dificulta la vision del horizonte, pero acerca los sonidos. Él Señor está cerca de nosotros, aunque a veces nos resulte difícil percibirlo. Escuchemos su voz.

Vendrá “con gran poder y gloria”. El Hijo del hombre es el Justo injustamente ajusticiado. Ante los poderes de este mundo se mostró débil e indefenso. Pero ante su gloria actual se ha de doblar toda rodilla. Es el Señor.

Señor Jesús, te esperamos como el Hijo del Hombre prometido. Aguardamos tu manifestación final como Señor de la historia. Que la próxima celebración de tu nacimiento nos lleve a acoger tu mensaje y a colaborar a su realización con aguante, con audacia y con alegría, como nos lo pide el papa Francisco. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés

sábado, 24 de noviembre de 2018

SU REINO NO TENDRÁ FIN


Reflexión Homilética para el Domingo 25 de Noviembre de 2018. 
Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo 

“Vi venir en las nubes del cielo como un hIjo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él” (Dn 7,13). El dominio que se le concede se extiende en las dos coordenadas que nos determinan. En el espacio, alcanza a todos los pueblos de la tierra. Y en el tiempo, no tendrá fin.

Ese dominio es concedido por Dios a los hombres, en contraposición con las bestias, que previamente ha mencionado el profeta. Frente al poder salvaje y tiránico, los santos del Altísimo recibirán el Reino. Recibirán la corona del triunfo los que den testimonio de su fe hasta el martirio. Son los testigos de su fe los que revelan el valor de lo humano.

Los creyentes vieron en esa profecía de Daniel el anuncio de un mesías salvador. Su poder no nacería de su fuerza, sino de la elección del mismo Dios. Gracias a él dominaría a los poderes del mundo. A esa promesa hace eco el salmo responsorial: “El Señor reina, vestido de majestad; el Señor, vestido y ceñido de poder” (Sal 92,1).

Recordando la profecía de Daniel, el Apocalipsis ve llegar a Jesucristo en las nubes del cielo. Lo confiesa como el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra. Su poder nace del amor que demuestra el hecho de haber sido traspasado para librar a los hombres de sus pecados (Ap 1,5-8).

EL REINO DE CRISTO Y LA VERDAD

El evangelio de Juan que hoy se proclama recoge un momento culminante del proceso romano a Jesús (Jn 18,33-37). Pilato le dirige cuatro preguntas para tratar de averiguar qué tipo de realeza se atribuye aquel judío que han traído hasta su tribunal. Las preguntas del gobernante se sitúan en un nivel político. Le interesa mantener la calma en aquella tierra.

Las respuestas de Jesús van más allá del alcance de las preguntas. Jesús afirma haber venido al mundo para ser testigo de la verdad. No olvidemos que en griego el testigo se llama “mártir”. No es extraño que en los escritos paulinos se diga que Cristo hizo una hermosa confesión dando testimonio ante Pilato (1 Tim 6,13).

Cristo es testigo de la verdad que es él mismo (Jn 14,6). Por eso su reino no es impone a nadie. Es acogido por quienes aman la verdad. Todo el que es de la verdad escucha su voz (Jn 16,37). No es la imposición el medio como se extiende su Reino, sino el ejercicio de la libertad del hombre y su responsabilidad ante la verdad que salva.

EL REINO DE CRISTO Y EL MUNDO

Pero en la respuesta de Jesús a Pilato hay otra frase que ha sido discutida una y otra vez: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí”. ¿Qué nos sigieren estas palabras de Jesús?.

“Mi reino no es de este mundo”. Esta frase no puede significar que la fe aleja a los creyentes de las realidades de esta tierra. Jesús había dicho a Nicodemo que Dios había amado al mundo hasta entregarle a su Hijo. El Reino de Jesucristo se encuentra en esta tierra, pero no es de esta tierra. Así pues, los discípulos del Señor amamos este mundo con sinceridad y responsabilidad, con libertad y con alegría.

“Mi reino no es de aquí”. Es evidente que Jesús no tiene una guardia armada para defenderlo. Su mensaje no se impone por la fuerza. Jesús reprendió a Pedro por pretender defenderlo con la espada (Jn 18,10). No pertenecen al reino de Jesús los que tratan de imponer la verdad por medio de la violencia o de la coacción. O por otros medios más sutiles, como la concesión de beneficios y prebendas.

Señor Jesús, sabemos y proclamamos en el prefacio de esta fiesta que que el tuyo es el reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y de la gracia, el reino de la justicia, del amor y de la paz. Tú nos enseñante a pedir al Padre celestial que se haga en nosotros su voluntad para que venga a nosotros su reino. Que el testimonio de tu vida y la luz de tu palabra nos ayuden a vivir y proclamar la gracia de ese reino. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

lunes, 19 de noviembre de 2018

¡GRACIAS A TODOS!


La Parroquia de Villa del Río ha vivido unos días intensos con motivo de la Visita Pastoral 
del Obispo de Córdoba, D. Demetrio Fernández.



Ha podido reunirse con los Grupos Jóvenes y de Oración de las Hermandades y Cofradías, empresas y autoridades, los Colegios Divina Pastora, Poeta Molleja, Instituto Virgen de la Estrella y Granaillo. Ha compartido momentos con los enfermos, celebrado la Santa Misa y vivenciado a la comunidad parroquial de nuestro pueblo.


La Parroquia quiere agradecer a cuantas personas, empresas, personas, Hermandades, Comunidad de Religiosas de la Divina Pastora y pueblo en general han hecho posible las actividades de encuentro con el Obispo de la Diócesis.

viernes, 16 de noviembre de 2018

ESPERAR SIN TEMOR


Reflexión homilética para el Domingo 18 de Noviembre de 2018. 33º del Tiempo Ordinario, B.

“Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro” (Dan 12,1). Ante los tiempos difíciles que preanuncia Daniel, se destaca esta profecía. Llegará la salvación para todos los que estén inscritos en ese libro de la vida, que aparece ya en las páginas del Éxodo (Éx 32,32) y en los salmos (Sal 69,29).

Ante esa perspectiva de futuro, es cautivadora la posibilidad de brillar entre los astros de los cielos. Así que el profeta añade un anuncio que es una exhortación. Solo brillarán como estrellas en el firmamento los que hayan ganado esa sabiduría que consiste en ser justos y enseñar a otros el camino de la justicia.

Ese horizonte aparece también en la oración confiada del justo: “Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha“ (Sal 15,11). Si el justo espera encontrarse con el Señor, también Cristo aguarda a “los que van siendo santificados” (Heb 10,14).

LOS ASTROS Y LA HIGUERA

También en el relato evangélico que hoy se proclama, Jesús orienta la atención de sus discípulos hacia los últimos acontecimientos de la historia humana. Tiempos de desolación en los que hasta los astros temblarán y caerán de los cielos. Será un momento de crisis para todos los que han adorado a los astros.

Sin embargo, el discurso se centra en la figura del Hijo del hombre. Lo que importa es saber y creer que el Señor manifestará su poder y su gloria (Mc 13,24-32). Es lo que afirmamos continuamente en el Credo, al confesar que Jesucristo “vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos”.

En el texto evangélico se incluye una breve parábola. Cuando las ramas de la higuera se ponen tiernas y aparecen las yemas, deducimos que el verano está ya cerca. Jesús nos advierte que es preciso observar los signos de los tiempos para percibir su presencia en el mundo y su juicio sobre la historia humana.

LOS ÍDOLOS Y LA PALABRA

Siempre nos hemos preguntado cuándo se manifestará el Señor. Pero Jesús no ha precisado el “cuando”. Solo nos ha dicho: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. La ignorancia del futuro es la condición de la libertad.

“El cielo y la tierra pasarán”. Todo en este mundo tiene fecha de caducidad. No podemos poner nuestra confianza solo en la técnica, en las promesas políticas o en una información manipulada. La espera del Señor juzga nuestras estructuras.

“Mis palabras no pasarán”. Todo es efímero, pero la palabra del Señor es un faro que nos guía. A su luz podemos realizar un discernimiento para distinguir el bien y el mal. La palabra del Señor nos alienta en el presente y nos juzgará en el futuro.

Señor Jesús, demasiadas veces hemos confiado en los ídolos que nosotros mismos nos hemos creado. Sabemos que tu palabra nos revela la verdad del mundo y de la historia. Que nuestra fe nos ayude a escuchar tu voz, a vivir en la esperanza y a producir los frutos del amor. “Ven, Señor Jesús”.

D. José-Román Flecha Andrés

jueves, 15 de noviembre de 2018

CRONOGRAMA VISITA PASTORAL
Jueves 15 de Noviembre de 2018

- Recibimiento de Mons. Demetrio, Obispo de Córdoba.
5 de la tarde. Iglesia de la Inmaculada Concepción.

- Visita a Beconet TV. 
5'15 de la tarde. Beconet TV.

- Visita a Enfermos
6 de la tarde.

- Regreso Parroquia
7 de la tarde. Iglesia de la Inmaculada Concepción.

- Santa Misa
7'30 de la tarde. Iglesia de la Inmaculada Concepción.

Viernes 16 de Noviembre de 2018

- Recibimiento Autoridades.
10 de la mañana. Ayuntamiento de Villa del Río.

- Visita al Colegio Poeta Molleja.
10'30 de la mañana.

- Visita al IES. Virgen de la Estrella.
11'30 de la mañana.

- Visita al Colegio Divina Pastora.
12'30 de la mañana.

- Almuerzo
En torno 2'30 de la tarde.

- Visita Centro "El Granaillo"
5 de la tarde.

- Reunión con Grupos Jóvenes de Hermandades y Grupo de Oración Humilitas.
6 de la tarde. Iglesia de la Inmaculada Concepción.

- Eucaristia de Clausura.
7'30 de la tarde. Iglesia de la Inmaculada Concepción.
(Por confirmar)

martes, 13 de noviembre de 2018

VISITA PASTORAL DEL OBISPO

MONS. D. DEMETRIO FERNÁNDEZ GONZÁLEZ
Obispo de la Diócesis de Córdoba

JUEVES 15 Y VIERNES 16 DE NOVIEMBRE
Recibimiento en la Parroquia a las 5 de la tarde.

lunes, 12 de noviembre de 2018

sábado, 10 de noviembre de 2018

LA GENEROSIDAD DE LA VIUDA


Reflexión Homilética para el Domingo 11 de Noviembre de 2018. 32º del Tiempo Ordinario, B.

“Te juro por el Señor tu Dios que no tengo ni pan; me queda solo un puñado de harina en la olla y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos” (1 Re 17,12). Así responde la viuda de Sarepta al profeta Elías que le pide algo de comer.

Para empezar, nos asombra descubrir que el enviado por Dios a tierra de paganos no inicia el diálogo mostrando su superioridad moral, sino pidiendo ayuda a una pobre viuda. Evidentemente, la misión profética no puede confundirse con la publicidad ni con el proselitismo. Los pobres son una mediación de salvación y de esperanza.

Por otra parte, al acoger a Elías, la viuda de Sarepta es una imagen de la fe. Vive en una región pagana, pero reconoce al profeta como un enviado del único Dios. Por su hospitalidad es un modelo de humanidad. Parece que su generosidad la llevará a la muerte, pero su obdiencia al profeta le asegura la vida y la protección del Señor.

UN VERDADERO PROFETA

Tras llegar a Jerusalén, Jesús actúa como un maestro y enseña en los atrios del templo. De hecho, advierte a sus oyentes sobre los defectos de los escribas. Los estudiosos de la Ley del Señor, solo están interesados en aparentar y sobresalir. No sirven a Dios, sino que se sirven de Dios. Se distinguen por su soberbia, su avidez y su hipocresía (Mc 12,38-44).

Pero el verdadero profeta no solo denuncia el mal que descubre a su alrededor, sino que anuncia el bien, la verdad y la belleza. Jesús observa con atención la realidad. Sentado frente a las arcas de las ofrendas que se entregan al templo, escucha las declaraciones de los ricos, que depositan grandes cantidades de dinero.

Pero observa también a una pobre viuda que entrega dos monedas insignificantes. En razón de su pobreza, podría haberse quedado con una de ellas. Pero, como ha anotado el papa Francisco, la viuda “no quiere ir a la mitad con Dios: se priva de todo”.

Tanto la viuda de Sarepta como la pobre viuda de Jerusalén nos dan un valioso ejemplo de confianza en Dios.

EL VALOR DE LA ENTREGA

En la viuda del templo podemos ver el icono de la Iglesia. A ella han de aplicarse las palabras de Jesús: “Esta que pasa necesidad ha echado todo lo que tenía para vivir”.

- “Esta que pasa necesidad”. Tanto los medios de comunicación como la opinión pública comentan con frecuencia los fabulosos bienes que atribuyen a la Iglesia. Pero la pobreza forma parte de la vocación y la misión de la Iglesia. De hecho, al tullido que pedía limosna a la puerta del templo de Jerusalén, Pedro le dijo: “No tengo plata ni oro; pero lo que tengo te doy: en nombre de Jesucristo Nazareno, ponte a andar” (Hech 3,6).

- “Ha echado todo lo que tenía para vivir”. A veces se piensa que para la evangelización se necesita mucho dinero y extraordinarios medios de difusión. Pero, como la viuda del evangelio, la Iglesia sabe que está llamada a entregar todo lo que tiene para vivir. Creemos que el humilde óbolo de la viuda es observado por el Señor. Bien sabemos que el gesto más humilde de un verdadero creyente es semilla de evangelio.

Señor Jesús, tú sabes que con frecuencia nos dejamos seducir por el brillo del dinero y por las posibilidades que nos podrian ofrecer los bienes de la tierra. Sin embargo, sabemos que tú observas y alabas la ofrenda más pobre, como signo y camino de la confianza en la providencia divina. Te rogamos que nos concedas tu luz para descubrir el valor de la entrega de nosotros mismos.
D. José-Román Flecha Andrés

sábado, 3 de noviembre de 2018

LOS MANDATOS


Reflexión homilética para el Domingo 4 de Noviembre de 2018. 31º del Tiempo Ordinario, B.

“Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es solamente uno”. Son muy importantes para Israel esas palabras que contiene el texto del Deuteronomio que hoy se proclama (Dt 6,2-6). A esa llamada de atención se unen tres avisos prácticos:

- “Teme al Señor tu Dios”. El temor de Dios no se puede confundir con el miedo. Dios no se identifica con esos ídolos que con tanto celo veneramos. Sin el temor a Dios, la idea que de él nos formamos solo es una proyección de nuestros propios deseos.

- “Guarda sus mandatos y preceptos”. Los mandatos del Señor no pueden confundirse con imposiciones arbitrarias. Dios nos ama y quiere lo mejor para nosotros. Sus preceptos son una lámpara para nuestros pasos (Sal 119,105).

- “Ponlos por obra para que te vaya bien”. Los mandamientos de nuestro Dios tampoco son principios abstractos o simples frases para el decorado. Si los ponemos en práctica, llegaremos a encontrar el camino de la armonía integral.

UN ÚNICO AMOR

Un escriba pregunta a Jesús cuál es el primero de los mandamientos (Mc 12,28-34). Seguramente traía en la mente las discusiones de las escuelas sobre el tema. Tal vez quería saber a cuál de ellas pertenecía el Maestro. El escriba se refiere a un solo precepto, pero Jesús le recuerda dos, que reflejan un único amor.

– En primer lugar, según el Deuteronomio, es preciso amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas (Dt 6,5). Frente a la dispersión de los pensamientos, de los sentimientos y de nuestros compromisos habituales, solo el amor a Dios nos ayuda a vivir centrados en lo más importante.

– Además, de acuerdo con el Levítico, es necesario amar al prójimo como a uno mismo (Lev 19,18). Poner el “tú” al nivel del “yo” es la auténtica regla de oro. Al final de su vida, Jesús se presentará como la clave de ese amor: “Amaos unos a otros como yo os he amado”. Esa es la definitiva superación del egoísmo.

LA VERDAD DEL EVANGELIO

Nos admira la sintonía del escriba, que amplía y ratifica la propuesta de Jesús. En sus palabras se refleja ya la reflexión y la experiencia de la comunidad cristiana:

- “El Señor es uno solo y no hay otro fuera de él”. Nuestro politeísmo práctico nos perturba y enloquece. El verdadero creyente nunca podrá adorar a dos dioses. El corazón que de verdad ama a Dios no puede estar dividido.

- “Amar a Dios y al prójimo como a uno mismo vale más que todos los sacrificios”. Un oráculo semejante de Oseas (Os 6,6) encuentra eco en los labios de Jesús (Mt 9,13). El papa Francisco critica una devoción que no se traduce en servicio a los demás.

- “Tú no estás lejos del Reino de Dios”. El Reino de Dios es Jesús mismo. Amar a Dios y al prójimo: ese es el resumen de la vida y del mensaje del Maestro.

Señor Jesús, tú sabes que pretendemos identificarnos como tus seguidores apelando a mil signos externos. Nuestras costumbres nos vuelven cómodos y egoístas. Y las divisiones de los grupos cristianos nos ahogan. Ayúdanos a descubrir que el doble mandato del amor nos unirá en la verdad de tu evangelio. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

viernes, 2 de noviembre de 2018

VIVEN CON NOSOTROS EN EL CORAZÓN


Reflexión Homilética para el día 2 de Noviembre de 2018. Conmemoración de los Fieles Difuntos

Agradó a Dios, y Dios se lo llevó

El texto refleja el desconcierto que para el autor del libro de la Sabiduría suponía que una persona justa muriera joven, sin haber disfrutado apenas de la vida que, por su fidelidad, parece que merecía. No obstante, el sabio indica que la muerte prematura reporta liberación de trabajos y sufrimientos, hace escapar del entorno corrupto que según el autor envuelve a la juventud, y, puede que el joven haya llegado en poco tiempo a la perfección. No es mejor ni peor la vida más larga, sino la más virtuosa, a decir del clásico. Los ojos de la fe son los que permiten la comprensión de este hecho; para otros ojos es un patente contrasentido. Por eso bueno es ver el misterio de nuestra vida y de nuestra muerte desde la fe en nuestro Padre que siempre nos privilegia con misericordia y puro amor.

Seremos salvados por su vida

Pablo tiene muy claro su mensaje: que Dios Padre nos ofrece a todos, y de modo gratuito, la salvación por medio de Jesucristo. Y todo por un amor tan fuerte que nada ni nadie es capaz de separarnos de él. La muerte de Cristo, incomparable icono del amor de Dios respecto a todos nosotros, es la fuente de donde brota tanta misericordia; porque en ese amoroso abrazo se incluye también el amor a los enemigos. Por eso, nuestra esperanza no depende tanto de la fidelidad humana cuanto de la magnanimidad del amor de Dios con todos nosotros. Tanto amor a nuestro servicio nos habilita para vivir en serena cordialidad reconociéndonos como hermanos, para así gloriarnos del Dios Padre que nos ama tanto, tanto… que nos lo ha dado todo en su hijo Jesucristo.

Nadie va al Padre, sino por mí

Es de agradecer este texto en la liturgia de la Conmemoración de los Fieles Difuntos, cuando la tradición en su entorno adolece de cierta necrofilia que silencia la tensión creyente de la esperanza y el hecho de que los nuestros siguen viviendo con nosotros en el corazón. En palabras que forman un adiós Jesús se titula como la vía que nos lleva al Padre, a la vida. En Cristo caminamos, en Cristo aprendemos a vivir la vida en plenitud y en Cristo topamos con la verdad que necesitamos y buscamos. Todo ello vivido como bondad que nos inmuniza frente a la impotencia y mentiras con las que adornamos nuestros días. Queremos vivir, no morir, es evidente, y con la mochila de la fe, vivir siempre y con sentido, y con Cristo eternamente. Desterremos el agobio y el ruido, incluso la inevitable frivolidad de nuestros días, y creamos en Él, como nos lo pide, excelente manera de vivir cada día.

¿Agradece la comunidad cristiana a los que nos han precedido y están en la otra orilla que elevaran la calidad de nuestra convivencia y nos la entregaran mejor que ellos la encontraron?

Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de Santo Domingo de Scala-Coeli (Córdoba)

miércoles, 31 de octubre de 2018

LOS SANTOS

 

Solemnidad de Todos los Santos. 1 de Noviembre de 2018

Hay sentimientos que son difíciles de controlar. Y tampoco está muy claro que haya que hacerlo. A muchos seres humanos nos embargan sentimientos especiales en ciertas fechas del año.  En ellas el recuerdo de aquellos a quienes hemos querido y ya han dejado este mundo cobra una intensidad especial y retornan cierta tristeza y el deseo de haber compartido más con ellos. Se dice que el paso del tiempo cura determinadas penas; pero estas sensaciones vuelven y vuelven, incluso a quienes nos tenemos por discípulos del Resucitado. A veces se cuestiona que los que tenemos fe podamos compartir esas tristezas, pero es algo bien comprensible: hay sentimientos que no son sino la muestra del amor que hubo, ha habido y hay (y pocas cosas son más ‘cristianas’ que estas).

En muchos países una de esas fechas son los primeros días de noviembre. El recuerdo a los difuntos y la visita a los cementerios avivan la densidad de una ausencia o -mejor dicho- de otros modos de presencia. Por eso son tan hermosos la Fiesta de Todos los Santos y el hecho de que la Iglesia haya querido reconocer y recordar a todos aquellos hombres y mujeres que sin haber sido canonizados pasaron su vida -como el Señor- haciendo el bien.

Nada tiene desperdicio en la liturgia de hoy: ni la primera lectura, ni el salmo, ni el evangelio, ni el prefacio de la solemnidad: hacia esa Jerusalén celeste nos encaminamos, aunque peregrinos en país extraño, alegres, “gozosos por la gloria de los mejores hijos de la Iglesia”. No tengan miedo de emocionarse; también se puede llorar de alegría. Demos gracias al Padre por habernos rodeado de tanta gente bienaventurada que sin llamar la atención -o precisamente por eso- era tan especial.

Pedro Belderrain, cmf

domingo, 28 de octubre de 2018

EL CIEGO DE JERICÓ


Reflexión Homilética para el Domingo 28 de Octubre de 2018. 30º del Tiempo Ordinario, B.

“¡El Señor ha salvado a su pueblo, ha salvado al resto de Israel! Los traeré del país del norte, los reuniré de los confines de la tierra. Entre ellos habrá ciegos y cojos, lo mismo preñadas que paridas: volverá una enorme multitud”. En esta primera lectura, Jeremías transmite un oráculo de Dios que anuncia al pueblo de Israel el retorno del exilio (Jer 31,7-9).

Nadie queda excluido de la esperanza. Los ciegos y los cojos evocan un pasado de pobreza y sufrimiento. Las embarazadas y las jóvenes madres anuncian el futuro de la nueva vida. Dios es el verdadero Señor de la vida. En el mismo texto se recoge la mejor de sus promesas: “Seré un padre para Israel”.

El salmo responsorial se hace eco de la alegría de los que habían sido deportados a Babilonia y ahora pueden regresar a su patria: “Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares” (Sal 125,5).

Según la carta a los Hebreos, todo sumo sacerdote “puede comprender a los ignorantes y extraviados, porque también él está sujeto a debilidad” (Heb 5,2). Si esta afirmación valía para el antiguo culto, con más razón puede palicarse a Jesucristo.

EL ITINERARIO DE LA FE

Tras revisar las apetencias humanas con relación al placer, al terner y al poder, el capítulo décimo del evangelio de Marcos nos ofrece un texto inolvidable que parece una especie de evangelio dentro del evangelio (Mc 10,46-52). Un relato en el que se presentan al menos tres contrastes.

- A la vereda del camino que sale de Jericó hacia Jerusalén está sentado un mendigo que es ciego. Sin embargo, es uno de los pocos enfermos curados por Jesús que tiene nombre propio. Se llama Bartimeo, es decir, “el hijo de Timeo”. Los creyentes en Jesús nunca deberán olvidar que el pobre tiene dignidad.

- Bartimeo está ciego, pero oye los comentarios de los caminantes y se entera de que junto a él pasa Jesús. Los que acompañan al Maestro en su subida hacia Jerusaén pretenden hacerle callar, pero él lo invoca a gritos con un título mesiánico: “Hijo de David, ten compasión de mí”. El texto sugiere que la fe llega por el oído y se expresa en oración.

- Antes del encuentro con Jesús, el ciego era un mendigo sentado al borde del camino y pidiendo limosna. Pero el encuentro le ha hecho recobrar la vista y le ha decidido a seguir a Jesús por el camino. Mendigar al borde del camino, reconocer a Jesús como Maestro y seguirle por el camino. Ese es el itinerario de la fe.

LA SANACIÓN Y LA FE

Frante a las súplicas del ciego, el relato evangélico recoge también tres frases de Jesús que revelan lo que él es y anuncian lo que puede aportar a quienes se acercan a él.

- “Llamadlo”. Jesús vino a buscar a los pobres, y a los enfermos, a los marginados y a los ciegos. Además quiso buscar algunos colaboradores para esa misión de sanación y de salvación. Todos somos exhortados a hacer llegar esa llamada a los que buscan al Señor.

- “¿Qué quieres que haga por ti?” Esta es la misma pregunta que Jesús dirigió a Santiago y Juan, hijos del Zebedeo. Ellos pretendían que Jesús les concediera poder y privilegios. Pero Bartimeo solo quiere la luz que puede conceder el que es la luz del mundo.

- “Anda, tu fe te ha curado”. La sanación viene siempre del Señor. Es absolutamente gratuita. Pero el Señor valora la fe de los que se acercan a él con humildad y confianza. Quien lo confiesa como hijo de Dios puede llegar a descubrirlo como guía del camino.

Señor Jesús, tú conoces bien que somos pobres y que estamos ciegos. Mucho tiempo llevamos esperando tu llegada. Ayúdanos a reconocerte cuando pasas a nuestro lado. Solo tú puedes abrirnos al misterio de esa luz que ilumina una vida para siempre. Que no nos domine la cobardía. Y que, en medio de nuestras tinieblas, encontremos la audacia de que nos habla el papa Francisco, para poder suplicarte: “Maestro, que pueda ver”. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés