sábado, 29 de agosto de 2015

EL MANDAMIENTO Y LA TRADICIÓN


Reflexión homilética para el Domingo 30 de Agosto de 2015. 22º del Tiempo Ordinario. B.

“Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os mando cumplir… No añadáis nada a lo que os mando ni suprimáis nada. Así cumpliréis los preceptos del Señor, vuestro Dios, que yo os mando hoy”  El texto del Deuteronomío que hoy se lee en la celebración de la Eucristía pone estas palabras en los labios del mismo Dios (Dt 4, 1-2.6-8).

A continuación se añade algo muy importante. Estos mandamientos son fuente y prueba de sabiduría y de inteligencia. Para la mentalidad de hoy, los mandamientos son imposiciones venidas de fuera de la persona. Se piensa que no garantizan la dignidad del ser humano ni respetan su derecho a la libertad. Así que transgredir los mandamientos sería casi un deber moral.

Esta conclusión puede sonar a blasfemia, pero así piensan muchos vecinos nuestros. Y así actúan. Creen que guardar los mandamientos los esclaviza. Claro que a veces son los demás los que se saltan los mandamientos, y esa transgresión les causa daños y perjuicios. Entonces estos enamorados de la libertad ponen el grito en el cielo… y nunca mejor dicho.

HASTA EL CODO

A los mandamientos se refiere también Jesús en el evangelio de este domingo (Mc 7, 1-23). El motivo es una pregunta de los fariseos y algunos escribas de Jerusalén: “¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?”

Decían verdad, porque lo que estaba en juego no era un mandato de la Ley de Moisés sino una tradición oral que había ido exagerándose con el tiempo. El evangelio de Marcos incluye una nota para explicar la costumbre de los fariseos y los judíos de lavarse las manos “hasta el codo”  (cf. Mc 7, 3-4).

A aquella interpelación de los escribes y fariseos, Jesús responde con acritud: “Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a las tradiciones de los hombres”. Era evidente que los acusadores habían falsificado la verdadera escala de valores. Los presuntos defensores de la Ley divina, la olvidaban al conceder una importancia superior a una tradición humana.

Para apoyar su veredicto, Jesús retoma un oráculo del mismo Dios, transmitido por el profeta Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”.

FUERA Y DENTRO

Pero Jesús no es solo un acusador de la hipocresía humana. Es, sobre todo, un buen maestro. Por eso, aprovecha esta ocasión para enseñar algo a toda la gente:

“Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro”. Efectivamente, la conciencia humana es un sagrario inviolable. Nada ni nadie puede violentarla, si nosotros no consentimos en acoger el asalto que viene de fuera. Si está guiada por la palabra de Dios y fortalecida por la oración, podrá superar toda tentación.

“Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre”. Lo que de verdad puede mancharnos es la decisión de dejarnos arrastrar por nuestros instintos, malos deseos y malos propósitos. Jesús nos presenta toda una gavilla de los malos frutos de esas malas hierbas. Amplia materia para un examen de nuestra conciencia.

Señor Jesús, queremos mantenernos fieles a la voluntad de Dios, como lo pedimos en el Padre nuestro. Que nadie nos empuje a olvidar los mandamientos y a sustituirlos por lemas y proyectos dudosos. Que tu luz nos guíe siempre por el camino del bien. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

sábado, 22 de agosto de 2015

TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA


Homilía para el domingo 23 de Agosto de 2015. 21 Domingo Tiempo Ordinario B.

“Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros!” Es conmovedor este grito de los dirigentes de Israel. Según el libro de los Jueces, Josué reunió a las tribus de Israel y les planteó el dilema más importante de su historia: la elección de un Dios, y en consecuencia el tipo de cultura que pretendían adoptar (Jos 24, 1-18).

Servir a los dioses a los que habían adorado sus padres en Ur de Caldea o adorar a los dioses de los cananeos, que habian encontrado en la tierra prometida.  Esa era la cuestión. Había que situarse entre la memoria de un pasado remoto y la difícil convivencia que ya se presentía para el futuro.

Pero Josué había vivido en Egipto, había sido fiel a Moisés, y con Caleb había explorado la tierra prometida y ofrecido esperanzas a su pueblo. Él había pasado el Mar Rojo y había atravesado el Jordán. Era un testigo de la alianza y de la fidelidad de Dios. Y por eso dio el testimonio de su opción: “Yo y mi casa serviremos al Señor”.

Esa firmeza del jefe y la memoria de la liberacion obrada por Dios son los grandes motivos que  llevan al pueblo a formular su propia confesión de fe: “¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios… También nosotros serviremos al Señor”.

EL PAN Y LA ENTREGA

También en el evangelio que hoy se proclama, se evoca una tensión y una seria interpelación (Jn 6, 60-69). En el discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, que sigue a la distribución de los panes y de los peces, Jesús  ha escandalizado a “muchos” de sus discípulos. No pueden aceptar la idea  de “comer la carne” del Hijo del hombre y “beber su sangre”, para tener vida verdadera.

El texto incluye una enseñanza de Jesús sobre el fundamento último de la fe: “El espíritu es quien da vida, la carne no sirve de nada”. Pero las palabras de Jesús son espíritu y vida. Quien se aleja de Jesús es que no ha acogido de verdad esas palabras de vida. Esa era, es y será siempre la tentación de los discípulos de Jesús.

Nos impresiona la nota que añade el evangelista: “Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar”. La frase que sigue tiene una clara conexión con lo anterior: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Creer en Jesús e ir a Él se identifican. Las dos decisiones son imposibles para el hombre si no cuenta con la gracia del Padre.

Quien no cree y no va a Jesús termina alejándose de él. No olvidemos que no son los jefes de los judíos quienes lo abandonan. Son sus propios discípulos quienes se echan atrás y no vuelven a ir con el Maestro, aunque Él los ha alimentado con el pan y les ha explicado el sentido y el alcance de su entrega.

LA ALEGRÍA Y LA VIDA

Ante la deserción de “muchos discípulos”, Jesús pregunta directamente a los doce apóstoles que Él ha elegido personalmente: “¿También vosotros queréis marcharos?” Esa interpelación tiene una dramática actualidad también en nuestros tiempos. Una vez más, la respuesta de Pedro representa a toda la Iglesia.

“Señor, ¿a quién vamos a acudir?” Muchos cristianos piensan que por el hecho de creer están haciendo un gran favor a Dios. No se dan cuenta de que en nada ni en nadie podrán hallar refugio y ayuda si no es en el Señor.

“Tú tienes palabras de vida eterna”. Para el cristiano las palabras de Jesús son fuente de vida. Como ha escrito el Papa Francisco, “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”.

“Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”. Los cristianos hemos de estar dispuestos a repetir esta confesión de fe en Jesucristo. Ese es nuestro testimonio. La fe sólo se conserva cuando se aúna y se comparte.

Señor Jesús, tus palabras alientan y alimentan nuestra vida. Sin ti nuestra existencia sería triste y mortecina. No permitas que nos apartemos de ti. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

viernes, 21 de agosto de 2015

EL PAPA NOS EXPLICA PARA QUÉ SIRVE LA MISA


¿La Eucaristía es un símbolo?, ¿una imagen? ¡No!... La Eucaristía es realmente el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo nuestro Señor.

La Misa es la oración más grande que podamos hacer aquí en la Tierra. Es la manera que tiene Jesús de invitarnos a una relación familiar íntima y cercana con Él mientras estamos de paso por este mundo

Cuando no asistimos ni participamos de la Santa Misa del domingo nos separamos de la obtención de la gracia que necesitamos para ganar el Cielo. Dios no nos obliga a amarlo. Tenemos un verdadero libre albedrío. Jesús quiere que vayamos a misa tan a menudo como podamos, porque toda obra que hagamos en nuestra vida separada de Dios, no vale absolutamente nada en comparación con el valor de una misa

¿Que nos dice el Papa Francisco acerca de la Misa y de la Eucaristía? 

A continuación te invitamos a que, junto a las palabras Santo Padre, medites bien lo que para todo católico significa que vivamos la Misa con mucha fe.

Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

En estos domingos la Liturgia nos está proponiendo, del Evangelio de Juan, el discurso de Jesús sobre el Pan de Vida, que es Él mismo y que es también el sacramento de la Eucaristía.

El pasaje del Evangelio de Juan (6,51-58) presenta la última parte de ese discurso, y hace referencia a algunos entre la gente que se escandalizan porque Jesús dice:

«El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día» (Jn 6,54)

El estupor de los que lo escuchan es comprensible; de hecho Jesús usa el estilo típico de los profetas para suscitar en la gente - y también en nosotros - interrogantes y, al final, provocar una decisión.

Primero que todo, respondamos estas dos preguntas:

¿Qué significa comer la carne y beber la sangre de Jesús? ¿Es sólo una imagen, una forma de decir, un símbolo, o indica algo real?

Para responder, es necesario intuir qué ocurre en el corazón de Jesús mientras parte el pan para la muchedumbre hambrienta.

Sabiendo que deberá morir sobre la cruz por nosotros, Jesús se identifica con aquel pan partido y compartido, y eso se convierte para Él en el signo del Sacrificio que lo espera. Este proceso tiene su culmen en la Última Cena, donde el pan y el vino se transforman realmente en su Cuerpo y en su Sangre.

¿Qué nos deja Jesús para unirnos a Él?

Es la Eucaristía, que Jesús nos deja con una finalidad precisa: que nosotros podamos convertirnos en una sola una cosa con Él. De hecho dice: «El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él» (v. 56). Aquel "permanecer": Jesús en nosotros y nosotros en Jesús.

La comunión es asimilación: comiéndolo a Él, nos transformamos en Él. Pero esto requiere nuestro “sí”, nuestra adhesión a la fe.

A veces, con respecto a la santa Misa, se siente esta objeción:

¿Para qué sirve la Misa?

Yo voy a la iglesia cuando tengo ganas, y rezo mejor solo. Pero la Eucaristía no es una oración privada o una bella esperiencia espiritual, no es una simple conmemoración de aquello que Jesús ha hecho en la Última Cena. Decimos, para entender bien, que la Eucaristía es memorial, o sea un gesto que actualiza y hace presente el evento de la muerte y resurrección de Jesús: el pan es realmente su Cuerpo ofrecido por nosotros, el vino es realmente su Sangre derramada por nosotros.

La Eucaristía es Jesús mismo que se dona totalmente a nosotros. Nutrirnos de Él y vivir en Él mediante la Comunión eucarística, si lo hacemos con fe, transforma nuestra vida, la transforma en un don a Dios y en un don a los hermanos.

¿Qué significa nutrirnos del Pan de vida?

Significa entrar en sintonía con el corazón de Cristo, asimilar sus  elecciones, sus pensamientos, sus comportamientos.

Significa entrar en un dinamismo de amor y convertirnos en personas de paz, personas de perdón, de reconciliación, de compartir solidario. Lo mismo que Jesús ha hecho.
Jesús concluye su discurso con estas palabras:

«El que come de este pan vivirá eternamente» (Jn 6,58).

Si, vivir en comunión real con Jesús sobre esta tierra nos hace ya pasar de la muerte a la vida. El cielo comienza precisamente en esta comunión con Jesús.

Y en el Cielo ya nos espera Maria nuestra Madre – ayer hemos celebrado este misterio- . Ella nos obtenga la gracia de nutrirnos de Jesús, Pan de Vida, siempre con fe

Papa Francisco

Reflexión antes del rezo del Ángelus, Ciudad del Vaticano, 16 de agosto de 2015

jueves, 20 de agosto de 2015

MÁS DATOS SOBRE EL ESCULTOR DEL ANTIGUO RESUCITADO DE VILLA DEL RÍO


Antigua imágen de Ntro. Padre Jesús Resucitado de Villa del Río.

FRANCISCO BELLVER Y COLLAZOS

Escultor contemporáneo, nacido en Valencia en 1812, e hijo de D. Francisco Bellver y Llop.

Trasladado a Madrid cuando contaba muy pocos años, empezó a dibujar con notable aplicación y grandes resultados por lo que resolvió su familia ponerle bajo la dirección de D. Valentín Urbano, tallista acreditadísimo en la Corte. Cinco años prosiguió nuestro artista ejerciendo aquella profesión; pero la talla era un círculo muy estrecho para sus aspiraciones, y resolvió, sin abandonarla, ampliar sus conocimientos en las clases de la Real Academia de San Fernando y en el estudio de D. José Tomás, escultor a quien se deben numerosas e importantes obras, en muchas de las cuales tomó Bellver parte muy activa.

Los progresos que hizo en la escultura movieron a la Real Academia de San Fernando, antes citada, a concederle el titulo de su individuo de mérito en 28 de mayo de 1843, previo el correspondiente ejercicio, que consistió en el asunto del Rapto de Proserpina, desempeñado a satisfacción de dicha Academia.



Principales obras de este artista:

- Una estatua en madera, tamaño natural, que representa la Resurrección de Jesucristo, para Aldea del Río, en la provincia de Sevilla. (Confusión de la Provincia)

- La Virgen del Carmen, también en tamaño natural, para Lugo.

- Una estatua de mármol, tamaño natural, que representa una Venus en una concha sostenida por tres delfines, para una fuente que se conserva en casa de D. Francisco de Las Rivas.

- Una fuente pública para Segovia, representando a Dos niños en lucha con un delfín; y para el paseo de la misma población Dos leones fundidos en plomo, y Dos sirenas de piedra para una escalinata.

- Un bajo-relieve que representa La Virgen poniendo la casulla a San Ildefonso, en madera, para la iglesia parroquial que lleva el nombre de este santo, en Madrid.

- Dos estatuas en madera, tamaño natural, representando Los Corazones de Jesús y María, para la iglesia de San Luis de esta corte.

- Un grupo, también en madera y figuras de tamaño natural, para Huércal-Overa, en la provincia de Almería, figurando la Caída de Cristo en su marcha al Calvario, con Simón Cirineo y otros judíos.

- Un busto en mármol, de tamaño mayor que el natural, en relieve, del famoso médico Orfila, para la casa de Mallorca en que nació.

- Un Cristo, en madera, de tamaño natural, para Huércal-overa.

- Un grupo, en madera también, y con figuras de tamaño natural, representando a la Virgen Sosteniendo en su regazo el cuerpo muerto de su Santísimo Hijo, con destino a la misma población.

- Una Virgen Dolorosa, estatua en madera de tamaño natural, para el mismo punto.

- Dos estatuas en madera que representan a San José y la La Virgen del Carmen, para el pueblo de Urnieta, en las provincias Vascongadas.

- La Virgen del Amor Hermoso, escultura en madera, de tamaño menor que el natural, para Castroverde, en Castilla la Vieja.

- Una estatua de madera, tamaño natural, figurando La Virgen del Carmen, para Cuevas de Vera, en la provincia de Almería.

- Un Cristo tamaño menor que el natural, para Valverde.

- Un grupo en piedra de Colmenar, de ocho pies y medio de altura, simbolizando la Religión y La Caridad, para el panteón de la Sra. Doña Teresa Arredondo, segunda esposa del Infante D. Francisco de Paula de Borbón, cuyo panteón existen en el cementerio de San Isidro. También labró para el mismo dos estatuas de piedra que representan dos genios con antorchas y atributos mortuorios.

- Estatuas de los Cuatro Evangelistas, la de Una Salvador y cuatro bajo-relieves, todo en cera, para fundir, con destino a la custodia que hizo para la catedral de la habana el platero Sr. Moratilla.

- Una estatua en madera, de tamaño natural, que figura la Presentación de la Virgen, para el Perú, por encargo del excelentísimo señor conde de Guaqui.

- La estatua de Leda, que presentó en la Exposición abierta de 1836 por la Real Academia de San Fernando.

- Toda la parte de ornamentación del sepulcro erigido en El Escorial a la Infanta Doña Luisa Carlota.

- La Virgen de las Mercedes, para los funerales de la Reina de este nombre.

- La estatua de Nuestra Señora de la Esperanza y la notable peana de la misma para la iglesia de Santiago de Madrid.

- Los Ángeles que conducen la carroza estrenada en 1860  por la Santa Imagen de Nuestra Señora de Atocha, llevando en una mano palmas y coronas de laurel y olivo, y en la otra una cinta de oro y plata, sujeta al anillo principal de la carroza.

- La Virgen de la Misericordia, en la iglesia del barrio de Salamanca.

- El escudo e inscripciones, trabajados en unión de su hermano D. José para el puente de Alcántara, y otras muchísimas obras de menor importancia, que hacen de este artista uno de los más notables continuadores de las gloriosas tradiciones artísticas de nuestra patria.

El Sr. D. Francisco Bellver es Académico de número de la Real de San Fernando, y profesor de adorno en las Escuelas de dibujo dependientes del Conservatorio de Artes. En la Exposición universal de Londres celebrada en 1851 obtuvo un premio, y ha sido en diferentes ocasiones miembro de tribunales y jurados para exposiciones públicas.

Fuente: M. Ossorio y Bernard: “Galería biográfica de Artistas Españoles del Siglo XIX” Madrid 1.868

miércoles, 19 de agosto de 2015

SANTA INÉS EN LA PARROQUIA



Fragmento de la reproducción del Óleo de Santa Inés

La Familia Ponce de León y en particular Fray Luis Mª de la Orden de los Cartujos ha entregado a la Parroquia una reproducción de un óleo familiar de Santa Inés, de la cual son devotos y que ademas es cotitular del primer templo de Villa del Río. Ha sido colocado en la Capilla que preside el Señor de la Humildad.

sábado, 15 de agosto de 2015

CARNE Y SANGRE


Reflexión homilética para el Domingo 16 de Agosto de 2015. 20 del tiempo ordinario, B.

“Venid a comer mi pan y a beber mi vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia”. Esta invitación y esas exhortaciones se ponen en la boca de la Sabiduría, que ha preparado un banquete y ha puesto la mesa para todos (Sap 9, 1-6).

En su exhortación apostólica  “El sacramento del amor”, el papa Benedicto XVI ha presentado la Eucaristía  como el sacramento de la verdad, en cuanto que “Cristo se convierte para nosotros en alimento de la Verdad” (SC 2).

Hemos de reconocer que, en un mundo movido por la mentira, como ha escrito J. F. Revel, el ser humano se siente desorientado. Ahora bien, el Papa dice que  “Jesús nos enseña en el sacramento de la Eucaristía la verdad del amor, que es la esencia misma de Dios. Ésta es la verdad evangélica que interesa a cada hombre y a todo el hombre” (SC 2).

TENER VIDA

En el evangelio que hoy se proclama, continúa el discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm (Jn 6, 51-58). Con un realismo que escandaliza a sus oyentes, Jesús advierte a los judíos: “Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”.

La imagen es fuerte y subraya la necesaria asunción del mensaje, la vida y el espíritu de Cristo. Como han escrito los hermanos de la Comunidad de Bose, “en la Eucaristía, el cuerpo de Cristo viene al creyente no a través de un contacto exterior o efímero, sino en el modo más íntimo y duradero posible: la asimilación de un alimento”.

El comer refleja al hombre en su ser necesitado, en su relación con la tierra y en su relación con los demás. La comida expresa nuestra condición corpórea y caduca. Somos seres indigentes. Necesitamos comer y beber para no morir. Pero la entrega de Cristo como alimento y bebida da consistencia a nuestra vida y preanuncia la plenitud de esa vida.

Con razón escribe el mismo papa Benedicto XVI: “Todo hombre, para poder caminar en la dirección correcta, necesita ser orientado hacia la meta final. Esta meta última, en realidad, es el mismo Cristo Señor, vencedor del pecado y de la muerte, que se nos hace presente de modo especial en la celebración eucarística” (SC 30).

HABITAR

Todavía antes de terminar el texto evangélico se nos ofrece otra frase inolvidable del mismo discurso de Jesús: “El que come mi carne y bebe mi sangre  habita en mí y yo en él”.

Habitar en Cristo significa poner nuestra morada en el hogar y en la misión que le caracterizan. Eso exige participar de sus sentimientos y de sus proyectos, de su obediencia al Padre y de su amor a los hombres.

Reconocer que Cristo habita en nosotros significa acoger su presencia en nuestra vida. Y exige despojarnos de nuestros prejuicios y egoísmos y permitir que él tome el timón para orientar nuestra navegación por el mar de la vida.

La participación en la liturgia eucarística es un signo de esta mutua inhabitación. Como afirma también Benedicto XVI, “participar en la acción litúrgica, comulgar el Cuerpo y la Sangre de Cristo quiere decir, al mismo tiempo, hacer cada vez más íntima y profunda la propia pertenencia a Él, que murió por nosotros” (SC 76).

Señor Jesús, que la comunión sacramental en tu cuerpo y sangre nos lleve a encontrarnos en el amor y en el servicio con todos nuestros hermanos que forman la familia de tu cuerpo eclesial y humano. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés 

ASUNCIÓN DE MARÍA


El, día 15 de agosto, es la solemnidad litúrgica de la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos. Venerado y profesado este misterio de la fe cristiana por el pueblo fiel durante siglos, en 1950 el Papa Pío XII lo proclamó como dogma de fe.

La fiesta de la Asunción significa que la Virgen María, al término de su peregrinación terrena y en virtud de su contribución a la historia de la salvación como Madre del Redentor, fue liberada por la gracia de Dios de la corrupción del sepulcro y su elevada en cuerpo y alma a los cielos, donde está y actúa como mediadora entre Dios y los hombres.

La fiesta de la Asunción es entonces el triunfo definitivo de María y es la prenda de la vocación de eternidad de todos los seguidores de Jesucristo. Nuestro común destino es el cielo, y  nosotros, al igual que María, solo podemos lograr el cielo con nuestra vida comprometida y cabalmente cristiana en la tierra.

Como dice la liturgia de la Iglesia, María, en y con su Asunción, es figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada, es consuelo y esperanza de su pueblo, todavía peregrino en la tierra.

Por todo ello y desde siglos, en torno al día de la Asunción –el 15 de agosto-, hay fiesta en honor de la Virgen Santísima bajo distintos títulos y advocaciones y en consideración de este misterio de su Asunción gloriosa. Así es la fiesta de la Virgen de los Reyes de Sevilla, de la Virgen del Sagrario en Toledo, de la Virgen de Prado en Ciudad Real, de la Virgen de la Paloma en Madrid,…

La Asunción es también la fiesta principal de Málaga, Elche –con su célebre y mítico “Misteri”-, San Sebastián, Brihuega, Cogolludo, Jaca, Chinchón, Jumilla…

Es, en suma, la fiesta popular de la Virgen de Agosto, el mes quizás junto a septiembre más mariano de todo el año.

sábado, 8 de agosto de 2015

LA FE Y LA VIDA


Homilía para el Domingo 9 de Agosto de 2015. 19 del tiempo ordinario, B.

“Levántate, come, que el camino es superior a tus fuerzas”. Con esas palabras el ángel del Señor trata de levantar el ánimo a Elías. El profeta huía de la amenaza real que se cernía sobre él. Había caminado ya durante una jornada por el desierto y se sentía tan desalentado y temeroso que se deseaba la muerte.

Animado por aquella voz que lo despertaba una y otra vez, “se levantó Elías, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento camino cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios” (1 Re 19,4-8).

Esa es también nuestra historia, reflejada por tantos elementos simbólicos, como el acecho del mal, la soledad del desierto, los cuarenta días que reflejan la plenitud de la existencia, el ángel que evidencia la presencia y misericordia de Dios, el monte santo en el que Moisés ha recibido la Ley del Señor, el anuncio de la justicia que se ha confiado al profeta. Y, en el centro, el pan para el camino que lleva al encuentro con Dios, el pan de la vida.

LA CUESTIÓN DE DIOS

El evangelio de hoy nos sitúa de nuevo en el contexto del pan y los peces repartidos y compartidos por la multitud que sigue a Jesús (Jn 6, 41-51). En la sinagoga de Cafarnaúm, el Maestro ha dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”. Pero los judíos critican esas palabras. Creen conocer a Jesús y a su familia. ¿Cómo se atreve a afirmar que ha bajado del cielo? Pero a ellos y a nosotros Jesús nos propone los dones de la fe y de la vida.

“No critiquéis”. También los hebreos habían murmurado de Dios en el desierto. Dios escuchó sus murmuraciones y respondió con el envío de las codornices y el regalo del maná. A las murmuraciones actuales, Dios responde enviándonos el pan de su Hijo.

“Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me ha enviado”. Dios está en el origen de la fe. Para aceptar a Jesús hay que abrirse a la fe y a la sospecha de una paternidad insospechada y reconocer que Dios nos ha enviado a Jesús.

“Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí”. La herencia de la tierra prometida estaba condicionada a la escucha de la voz del Señor (Dt 15,5). También ahora, la escucha de la voz del Padre nos llevará a descubrir al Mesías.

LA CUESTIÓN DE LA VIDA

Y junto al don de la fe en el Padre, Jesús expone en su discurso el don de la vida. Los dos están íntimamente unidos por el don del pan, que nos alimenta como al profeta Elías, mientras vamos de camino. Así lo dice Jesús:

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”. Su bajada fue un anonadamiento. Para él, bajar equivale a entregarse. Jesús ha bajado para encontrarse con nosotros, para revelarnos el amor del Padre y para facilitarnos el camino.

“El que coma de este pan vivirá para siempre”. Jesús nos da la vida descendiendo y entregándose. Comer es hacer nuestra su vida y su presencia. Su palabra y su eucaristía alimentan nuestra vida y le abren un horizonte de eternidad.

“Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Desde los tiempos de las primeras persecuciones nos acusaron de comer la carne de Cristo. Pero bien sabemos que su inmolación es fuente de salvación no solo para nosotros sino también para todo el mundo.

Señor Jesús, tú has dicho que “el que cree tiene vida eterna”. Te reconocemos como el Maestro de la fe y como el pan que nos asegura la vida sin tiempo y sin límite. Queremos escuchar y acoger tu palabra, como prenda de salvación para toda la humanidad. Amén.


 D. José-Román Flecha Andrés

sábado, 1 de agosto de 2015

LA NECESIDAD Y EL DESEO


Homilía para el Domingo 2 de Agosto de 2015. 18 del Tiempo Ordinario, B.

“Yo haré llover pan del cielo: que el pueblo salga a recoger la ración de cada día; lo pondré a prueba a ver si guarda mi ley o no”. Así habla Dios a Moisés, cuando los israelitas se lamentan y añoran los alimentos de que disfrutaban en Egipto. Prefieren la esclavitud del pasado a la libertad que se les ofrece en esperanza.

Pero Dios no abandona al Pueblo que ha elegido, por mucho que éste trate de falsificar el sentido del camino del éxodo. Dios es fiel a su proyecto de liberación. Las bandadas de codornices y el maná que aparece cada mañana como el rocío en el desierto son el signo de su providencia.

Dios es Dios, aunque los hombres no sepamos interpretar las señales de su presencia y nos preguntemos cada día como aquel pueblo: “¿Qué es esto?” También a nosotros se dirigen las palabras de Moisés: “Es el pan que el Señor os da de comer” (Ex 16,2-4.12-15).

LOS CONTRASTES

El evangelio de hoy recuerda que las gentes alimentadas por Jesús le buscan y le siguen, por todas partes (Jn 6,24-35). Pero Jesús no sólo observa los hechos, sino que conoce las intenciones de las gentes. El texto se articula al menos en tres contraposiciones:

“Me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros”. La búsqueda es una categoría importante en el camino de la fe. Pero exige buscar más al Donante que a sus propios dones. Si la búsqueda de Dios es interesada, es que nos hemos colocado a nosotros mismos en el puesto de Dios.

“Trabajad no por el alimento que perece sino por el alimento que perdura”. En la vida es importante satisfacer nuestras necesidades inmediatas. Pero sería una pena que el presente nos impidiera mirar al futuro. Nuestras necesidades temporales no pueden ahogar nuestros deseos de lo eterno.

“No fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo”. En nuestro camino hay que reconocer y agradecer el servicio que nos prestan los que nos ayudan a caminar. Pero los mensajeros no podrán hacernos olvidar al Dios y Padre de las misericordias.

HAMBRE Y SED

“¿Cómo podremos ocuparnos en los trabajos que Dios quiere?”. Así preguntan las gentes a Jesús. Pero Jesús afirma que no importa realizar muchas obras sino una sola: creer en el que Dios ha enviado. La fe es mi propia responsabilidad, mi búsqueda y mi programa. Mi tarea diaria. Precisamente ahí se sitúa la revelación de Jesús:

“Yo soy el pan de vida”. Ante la Samaritana, Jesús había afirmado que podía dar el agua que salta hasta la vida eterna. Ahora se presenta como el pan de la vida. Las imágenes son expresivas para orientar nuestros deseos más profundos.

“El que viene a mí no pasará hambre”. Tan peligroso es morir de hambre como tratar de satisfacerla con alimentos impropios de nuestra dignidad. Sólo el Señor puede saciar nuestra hambre de verdad, de bondad y de belleza.

“Y el que cree en mí no pasará nunca sed”. El que se ofrecía a calmar la sed junto al pozo de Jacob, morirá en la cruz confesando su propia sed. Pero a él nos dirigimos como la cierva que busca las corrientes de agua.

Señor Jesús, te reconocemos como el verdadero maná, llovido del cielo. Tú has venido a nosotros para alimentarnos mientras caminamos por el desierto de la vida. Tú nos alimentas cuando vagamos temerosos y desconfiados por el desierto cultural que se abre cada día ante nosotros. Amén.


D. José-Román Flecha Andrés