Homilía para el Domingo 9 de Octubre de 2016. 28 del Tiempo Ordinario, C.
“En adelante tu servidor no
ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses fuera del Señor”. Con esa
solemne promesa se cierra el texto de la primera lectura que se lee en la
celebración de la Eucaristía de este domingo (2 Re 5, 14-17). Naamán, un
militar sirio, llegó hasta Samaría y allá fue curado de su lepra por el profeta
Eliseo.
En las aguas del Jordán dejó su
lepra y su orgullo. Insistía en agradecer al profeta el don de su curación,
pero Eliseó se negó a recibir cualquier regalo. Naamán pensaba que cada tierra
tenía su Dios y cada Dios tenía su tierra, así que decidió llevar hasta Damasco
una carga de tierra de Israel, para que Dios lo reconociera desde lo alto. La
curación le trajo la fe.
Con razón el salmo 97 nos invita
a recordar y confesar que “el Señor revela a las naciones su salvación”. Lo
hizo con un pagano extranjero, como Naamán, y puede hacerlo con todos nosotros.
LA LEY Y LA PALABRA
También el evangelio nos habla de
leprosos (Lc 17, 11-19). Bien sabemos que, según la Ley, habían de vivir
apartados de las gentes. Sin embargo, diez de ellos vinieron al encuentro de
Jesús, se pararon a lo lejos y a gritos le decían: “Jesús, Maestro, ten
compasión de nosotros”.
Nos llama la atención que Jesús los enviara
a los sacerdotes, según prescribía la Ley. Mientras iban de camino, quedaron
limpios de la lepra. Se nos dice que la Ley de Moisés puede solamente certificar
la enfermedad y alejar a los enfermos, pero no puede curarlos. Solo la palabra
de Jesús puede limpiarnos.
Además se indica que quedaron limpios
mientras iban de camino. Con ello se sugiere la confianza que les lleva a
obedecer el mandato del que reconocen como Maestro. La curación acontece
mientras van “de camino”. Los seguidores del Señor tendremos que prestar
atencion a ese dato, que refleja la vida cristiana.
FE Y GRATITUD
Pero el relato nos ofrece aún
otra sorpresa. Uno de los leprosos curados se volvió para dar gracias a Jesús.
Sorprendentemente, era un samaritano. Pertenecía al grupo más despreciado por
los judios. Ese retorno motiva tres palabras de Jesús:
“¿No han quedado limpios los diez?. Los
otros nueve ¿donde están?” Una pregunta que Intepela a lo largo de los siglos a
todos los que hemos sido liberados del pecado, del miedo y del sinsentido.
“¿No ha vuelto más que este extranjero para
dar gloria a Dios? Una constatación que nos revela que tambien “los de fuera”,
como Naamán, pueden reconocer el poder de Dios y su misericordia. Eso es lo que
da gloria a Dios.
“Levántate y vete: tu fe te ha salvado”.
Una exhortación que nos lleva a descubrir el valor de la fe, a agradecerla con
sinceridad y a confesarla con valentía una y otra vez mientras vamos haciendo
camino.
Señor Jesús, perdona nuestra
arrogancia y nuestro olvido. Queremos recordar el don de la salvación. Te damos
las gracias de todo corazón. ¡Bendito seas!. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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