Homilía para el Domingo 23 de Octubre de 2016. 30 del Tiempo Ordinario, C.
“El Señor es un Dios justo que no
puede ser parcial”. Así comienza el texto del libro del Eclesiástico, que se
lee en la celebración de la Eucaristía de este domingo (Eclo 35,12). Con
frecuencia la Biblia nos presenta a Dios por contraposición con las actitudes
humanas que vemos a nuestro alrededor. Así pues, Dios no es parcial como
nosotros.
Su imparcialidad se manifiesta
sobre todo en la escucha. Dios presta atención a las súplicas de los marginados
y oprimidos, de los pobres y los enfermos. Hermosamente se nos dice que “los
gritos del pobre atraviesan las nubes”.
Con razón, el salmo 33 nos invita
a repetir como estribillo un eco de nuestra experiencia histórica o, más bien,
el testimonio de nuestra fe: “Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha”.
San Pablo sabe que, aunque los hombres abandonen al apóstol, el Señor seguirá
librándolo de todo mal (2 Tim 4,18).
ORGULLO Y HUMILDAD
Sabemos que el evangelio de Lucas
insiste con frecuencia en la grandeza, la belleza y la necesidad de la oración.
El texto que se proclama este domingo se refiere tanto a la oración de los
hombres cuanto a la escucha con que Dios la acoge o la rechaza (Lc 18,9-14).
Hay que orar con humildad. Jesús
expone esta idea con una parábola en la que, una vez más, se contraponen dos
personajes y dos actitudes. Ambos acuden al templo. Ambos hacen oración. Pero
¡qué diferencia entre uno y otro!
- En primer lugar, aparece un
fariseo. Presenta a Dios sus méritos. Cumple fielmente la Ley y va más allá de
lo prescrito. Da gracias a Dios, pero piensa que Dios tiene que estarle
agradecido a él. Y su orgullo ante Dios lo lleva a despreciar a los hijos de
Dios. Él se ve a sí mismo como el modelo de la santidad. A todos los demás los
considera como pecadores.
- En contraste, aparece un
publicano, un cobrador de impuestos. Solo puede presentar su miseria ante Dios.
No puede contar con méritos propios. Él se percibe a sí mismo como un pecador.
Es despreciado por los hombres, así que solo puede contar con la misericordia
de Dios. Su humildad es asombrosa.
LA SUBIDA Y LA BAJADA
La subida a la casa de la oración
une a dos creyentes. Su oración refleja la imagen que ambos tienen de Dios y de
sí mismos. Dios no puede escuchar a los dos del mismo modo. Así que la bajada
del templo revela su silueta humana y religiosa. Así lo dice Jesús:
- “El publicano bajó a su casa
justificado y el fariseo no”. Dios es el único Justo. Es compasivo y
misericordioso. Así que solo puede participar de su “justicia” y santidad quien
está dispuesto a reconocerlo a él como la fuente de la gracia.
- “El que se enaltece será
humillado y el que se humilla será enaltecido”. Esta idea responde a la
experiencia humana. Ya se reflejaba en los Proverbios. Pero el seguidor del
Mesías Jesús sabe que en él se ha hecho evidente ese cambio.
Padre de los Cielos, tú conoces
nuestras obras y también nuestras intenciones. Sabemos que no podemos atribuirnos
mérito alguno en tu presencia. Perdona nuestra arrogancia y ayúdanos a
presentarnos ante tí con la desnuda verdad de nuestra vida. Por Jesucristo
nuestro Señor, que se ha humillado hasta morir en una cruz. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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