lunes, 13 de agosto de 2012

ASUNCIÓN DE LA VIRGEN



Al cielo vais, Señora, y alla os reciben con alegre canto.
¡Oh quien pudiera ahora asirse a vuestro manto
para subir con vos al monte santo!
De angeles sois llevada de quien servida
sois desde la cuna, de estrellas coronada:
¡Tal Reina habra ninguna, pues os calza los pies la blanca luna!
Volved los blancos ojos, ave preciosa, sola humilde y nueva,
a este valle de abrojos, que tales flores lleva,
do suspirando estan los hijos de Eva.
Que, si con clara vista, mirais las tristes almas desde el suelo,
con propiedad no vista, las subireis de un vuelo,
como piedra de iman al cielo, al cielo. 

Fray Luis de León


Oración en la Fiesta de la Asunción de la Virgen María

Hoy celebramos que tu Espíritu, Jesús hijo de María, acompañó siempre a tu Madre, llenándola de Gracia, de Amor divino; desde "su concepción inmaculada", hasta "la asunción a los cielos". 
Así, caminando por tu camino de humildad y servicio, es también "figura y primicia de la Iglesia que
un día será glorificada"; "consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra."
Hoy unimos nuestros ruegos a los suyos, implorando el don del Espíritu Santo:
que tus creyentes nos acerquemos al Padre en un mismo espíritu;
que sintamos al Espíritu como fuente de vida que permanece siempre;
que creamos que habita en la Iglesia y en los corazones nuestros;
que respetemos sus dones y funciones a favor de la fraternidad común;
que apreciemos los frutos del Espíritu:
el amor, la alegría, la paz, la tolerancia, el agrado, la sencillez, la generosidad ...

Este Espíritu alentó la vida de María, tu madre

Le hizo percibir la grandeza del Amor divino: por él sintió la alegría en Dios, nuestro salvador.
Por él creyó que el Amor mira la humildad de cualquier vida y que toda vida es un tesoro, un hijo o hija de Dios, donde el Padre hace grandes cosas en favor de todos nosotros: nos entrega su Espíritu.
Por Él, ella canta que el Espíritu desbarata a los soberbios; levanta la verdadera relación fraternal;
sienta a la mesa a todos y sacia su necesidad.
Les encomienda a todos a la Misericordia, al Amor sin medida.
Que este Espíritu moldee también nuestro corazón. Amén.

(Extracto de la revista Homilética)

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