Reflexión Homilética para el Domingo 10 de Diciembre de 2017. 2º de Adviento.
“Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro
Dios”. Estas palabras justifican el título
de “Libro de la Consolación”, que suele darse a esta segunda parte del
libro de Isaías”. El pueblo de Israel ha padecido la deportación y el exilio en
Babilonia. Pero suena ya la hora del retorno a su tierra. Así que el consuelo no es una palabra vacía
de contenido.
“Una voz grita: En el desierto
preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro
Dios” (Is 40,3). ¿Hay que preparar un camino al Señor o al pueblo que ha sido
humillado? ¿No será una confusión del profeta? ¿O será que Dios se identifica
con aquellos que han sido deportados y
maltratados en tierra extraña?
Es hora de olvidar los
sufrimientos del pasado. “La salvación está ya cerca de sus fieles… La justicia
marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos”. No puede ser vana esa
promesa que canta el salmo responsorial (Sal 84).
Pero si Dios no se olvida de
nuestra miseria, algo hemos de hacer nosotros.
Al menos, hemos de mirar hacia delante. Eso es. “Esperar y apresurar la
venida del Señor” (2 Pe,3,12).
LOS SENDEROS
El evangelio de este segundo domingo del
Adviento modifica levemente el mensaje del profeta: “Una voz grita en el
desierto: Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos” (Mc 1,3). El
desierto era antes la vía de retorno de los desterrados. El desierto es ahora
el lugar donde resuena la voz de Juan Bautista. Pero la exhortación es la
misma.
- “Preparar el camino al
Señor”. Dios es discreto, pero no es
indiferente. Es el Señor de este mundo y ama a todos sus hijos. Es cierto que
muchos parecen vivir alejados de él. Pero no podemos quedar paralizados por el
“pesimismo estéril” que denuncia el papa Francisco. Hay que tender puentes para
que Dios pueda encontrarse con sus hijos.
- “Allanad sus senderos”.
Muchos encuentran dificultades para andar por el camino del Señor. Unos gritan su
rechazo con blasfemias y otros lo demuestran con su indiferencia. Hay rocas
institucionales que habrá que dinamitar. Pero ahí están también todos los
escandalosos altibajos que presentamos los que decimos creer en Dios.
Es cierto que vivimos en un
desierto. Pero es cierto que en el desierto resuena una voz que grita para
despertarnos. Es urgente allanar
senderos para facilitar el encuentro.
EL ENCUENTRO
Nos llama la atención tanto el
extraño vestido del Bautista como su dieta de saltamontes y miel silvestre.
Pero olvidamos su humildad y su mensaje.
- “Detrás de mí viene el que
puede más que yo”. Anunciar al que viene. Porque el Señor está viniendo. He ahí
el resumen de la tarea que nos ha sido
confiada. Esa es la forma de superar las tentaciones de la desesperanza y de la
orgullosa presunción.
- “Él os bautizará con Espíritu
Santo”. Hemos sido bautizados con agua. Y no es poco, si ese bautismo significa
el don de la fe y el compromiso de vivirla cada día. Pero el baño del Espíritu
nos hará abandonar nuestros miedos y vivir con la osadía de su fuerza.
Señor Jesús, sabemos que estás viniendo a
nuestro mundo. A nuestro mundo, que es el tuyo. Necesitamos recuperar la fe y
el coraje para preparar los caminos que hagan posible tu encunetro con tus
hermanos. Tus hermanos, que son los nuestros. No podemos olvidarlo. Ven, Señor
Jesús.
D. José-Román Flecha Andrés
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