Reflexión homilética para el Domingo 31 de Diciembre de 2017.
Festividad de la Sagrada Familia
En el domingo que sigue a la
solemnidad del Nacimiento de Jesús celebramos cada año la fiesta de la Sagrada
Familia. Esa realidad tan humana tiene una larga historia, que la memoria de
Israel sitúa y contempla ya en los orígenes del pueblo.
“Mira hacia el cielo y, si
puedes, cuenta las estrellas. Así será tu descendencia”. He ahí la promesa que
Dios dirige a Abraham, al constituirle padre de una multitud de naciones (Gén
15,1-6). Como se ve, los hijos son el signo y el resultado de la alianza que
Dios ofrece al anciano patriarca. La familia es una bendición.
El texto de la carta a los
Hebreos que hoy se lee (Heb 11,11-12) recuerda esa misma alianza: “De un solo
hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa
como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla
del mar”.
El mensaje es claro. El Dios de
la vida promete y promueve la vida. La vida es, por tanto, el primero de los
dones de Dios. Es un regalo gratuito. Sin embargo, ese don divino comporta la
aceptación humana. La vida de los hombres surge en el seno de la familia.
LA ESCUCHA Y EL ASOMBRO
El evangelio de esta fiesta
recuerda la presentación de Jesús en el templo (Lc 2,22-40). José y María
cumplen cuidadosamente las normas de la Ley, y contemplan la irrupción del
Espíritu en un hombre justo y piadoso. Simeón reconoce en el Niño al Mesías del
Señor. En él descubre al que ha de ser la gloria de su pueblo y la luz para los
pueblos paganos.
El padre y la madre de Jesús
quedan admirados por lo que oyen decir de él. El mismo evangelio de Lucas ha
referido que los pastores que velaban y cuidaban sus rebaños en la noche, se
acercaron a ver al Niño y contaron lo que habían oído pregonar a los ángeles.
- Los relatos sugieren la
importancia de los mensajeros que Dios envía a la familia de Jesús. El don de
aquella vida es tan grande que requiere la confluencia de muchas voces. También
hoy el don de la vida requiere un testimonio compartido sobre su valor.
- Pero ambos relatos nos sugieren
que José y María habían de escuchar una y otra vez el mensaje sobre aquel Niño.
A la escucha más atenta sucedió y ha de suceder siempre el asombro y la
admiración ante el misterio.
DONES Y TAREAS
Después de presentar a Jesús en
el templo y después de escuchar las palabras de Simeón y de Ana, José y María
regresaron a su ciudad de Nazaret. “Y el niño iba creciendo y se fortalecía,
lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él”.
- El crecimiento parece
garantizado por el tiempo. Pero requiere el esfuerzo de toda la familia. La
salud integral, siempre amenazada, exige vigilancia y cuidados sin cuento.
- La sabiduría no se reduce al
aprendizaje de técnicas. La familia es taller y escuela. Su ideal es enseñar y
transmitir los valores que verdaderamente valen.
- La gracia de Dios se derrama
generosamente sobre todos sus hijos. Pero la familia ha de cultivar el terreno
para que esa gracia produzca los frutos de las buenas obras.
Dios y Padre nuestro, en la
familia de Nazaret nos has dado un precioso modelo de vida. Ayúdanos a imitar
en nuestras familias sus virtudes y a vivir siempre en el amor. Por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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