sábado, 2 de diciembre de 2017

ESPERAR EN VELA


Reflexión homilética para Domingo 3 de Diciembre de 2017. I de Adviento. B.

“¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!” (Is 63,19). El pueblo de Israel se siente atribulado a causa de sus enemigos. Pero siente también su parte de responsabilidad. Sabe que ha perdido el camino. Ve que se ha endurecido su propio corazón y que ha olvidado el temor o respeto al Señor.

Como se ha dicho en los versículos precedentes, es preciso que Dios se muestre una vez más. Que muestre su poder y su ternura, su fuerza y su compasión. Que muestre que es el Padre de su pueblo. En ese contexto, el orante manifiesta un deseo que se convierte en súplica apasionada y ferviente. ¡Que Dios rasgue los cielos y baje!

El salmo responsorial se hace eco de ese anhelo irrefrenable: “Señor, Dios nuestro, que brille tu rostro y nos salve” (Sal 79). Estas súplicas, tan apropiadas al Adviento que hoy comienza, encuentran apoyo en las palabras de San Pablo. A los que aguardan la manifestación de Jesucristo les asegura que el Señor los mantendrá firmes hasta el final (1Cor 1,7-8). Es la promesa más oportuna para los que tratamos de mantener viva la esperanza.

ATENCIÓN Y VIGILANCIA

A lo largo del año lítúrgico que hoy comienza se nos ofrecerá la lectura del evangelio según san Marcos. En este primer domingo del Adviento escuchamos una invitación de Jesús a mantener una esperanza despierta y vigilante (Mc 13,33-37).

“Estad atentos y vigilad”. Es este un aviso importante para creyentes y no creyentes. Hoy todo nos invita a vivir apresuradamente. La frivolidad se ha convertido en nuestro estilo habitual. Las noticias y los acontecimientos pasan con toda velocidad. Prestar atención a lo que sucede es una buena medida de prudencia.

“No sabéis cuándo es el momento”. Por numerosos que sean los adivinos y los agoreros, no somos capaces de adivinar el futuro. Creyentes y no creyentes vamos caminando en la oscuridad. No podemos vivir en la indiferencia. Es pecado distraernos. Vigilar el curso de la historia es una obligación moral.

Estas actitudes de la atención y la vigilancia se reflejan en la parábola de los criados que aguardan el regreso de su amo. Como el portero de la casa, hemos de permanecer en vela.

LA IMAGEN DEL PORTERO

Es importante recordar el deber del portero. El texto evangélico se hace eco de la última palabra de esa parábola. Con ello indica que ese era el punto central del mensaje.

Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el Señor de la casa. Nuestros cálculos no son de fiar. Nuestros programas pastorales no pueden certificar el momento en que las personas y las estructuras podrán reflejar la presencia del Señor.

Que no venga inesperadamente. El Señor viene a este escenario del mundo. Está viniendo siempre. Pero con demasiada frecuencia nosotros vivimos distraídos, prestando atención a mil bagatelas. Es un dolor que él llegue y no estemos esperándolo.

Que no os encuentre dormidos. El papa Francisco ha dicho que una de las tentaciones del evangelizador es la acedia. Nos hemos acomodado en la poltrona y nos hemos quedado dormidos. Es hora de despertar de nuestra modorra.

Señor Jesús, perdona nuestra desesperanza y nuestra presunción. No saber el tiempo de tu llegada nos invita a velar y trabajar. Queremos vivir en esperanza.
D. José-Román Flecha Andrés

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