Reflexión del Evangelio del Domingo 18 de Febrero de 2024. 1º de Cuaresma.
Una llamada a la confianza en la
bondad de Dios
Las lecturas de este Primer Domingo de Cuaresma están todas
ellas conectadas con un mensaje de confianza en la bondad de Dios para con
nosotros, sus hijas e hijos: “Yo hago un pacto con vosotros y con vuestros
descendientes... no volveré a destruir la vida” (Gn 9,9.11).
También los textos recogidos como salmo responsorial abundan
en el mismo sentimiento: “El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a
los pecadores” (Sal 24, 8).
Igualmente, la segunda lectura, tomada de la Primera Carta de
San Pedro, alude al misterio de la Redención, expresión y culmen del Amor del
Padre ofrecido al mundo en la entrega de su Hijo: “Cristo murió por los pecados
una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conduciros a Dios” (1
P 3, 18).
En el fragmento del Evangelio de San Marcos podemos del mismo
modo entrever esta manifestación de la bondad del Padre Dios, que llena de su
Espíritu al Hijo, Jesús, el Señor, quien, conducido al desierto, tras vencer al
tentador, anuncia la proximidad del Reino de Dios y llama a la conversión: “Se
ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: convertíos y creed en el
Evangelio” (Mc 1, 15).
Pienso que la meditación de estos textos, el dejarnos
interrogar por ellos, llenarán de esperanza nuestros corazones y nos conducirán
a un vivir y obrar con mayor fidelidad al mensaje del Señor Jesucristo.
El Reino que anuncia es el del Amor del Padre por todas sus
hijas e hijos. Y el Evangelio que nos invita a acoger es la Buena Noticia que
nos explica y realiza como humanos. En el origen y en la meta de esta nuestra
vida está el Amor del Padre. Y sólo nos realizamos plenamente como hijas e
hijos suyos en la medida en que nuestra vida transite por las sendas de su
Amor.
Una llamada a la visibilización
del Invisible
“Convertíos y creed en el Evangelio”
Se me antoja conectar esta llamada clara y explícita del
Señor con el indicativo de San Pablo en su carta a Tito: “Ha aparecido la
bondad de Dios y su amor a los hombres” (3, 4). Aquí radica la llamada a la
conversión y a mantener viva la fe en el Evangelio. Añade una cualificación al
contenido de la fe. Creemos que el Misterio de Dios es principio y fin, origen
y meta; y creemos también que es fuente de Amor, que abre nuestra vida a la
confianza en Él, y reclama una respuesta henchida de amor por parte de cada uno
de nosotros.
Estamos asistiendo, incluso protagonizando, a un momento
histórico de fuertes contrastes y contradicciones. A veces se apodera de
nosotros el horror de nuestra propia fuerza destructiva; otras nos indignamos
por el demasiado lento crecimiento y consecución de la justicia, cuando nos
percatamos de cómo se agigantan los abismos que distancian la opulencia y la
pobreza.
A veces, los afortunados nos asombramos, admirados, de
nuestros propios logros que nos hacen la vida más grata y difuminan problemas y
preocupaciones... Y los creyentes, con preocupación, observamos como el interés
por el Misterio de Dios, y la relación con Él, se difuminan en la vida de
muchos de nuestros contemporáneos.
La Palabra del Señor quiere llegar, a través nuestro, a este
mundo de contrastes y contradicciones, y olvido de Él. Viene a sacudir nuestras
conciencias y a ponernos en alerta para ser testigos y propagadores del amor y
la bondad que se encierran en el Reino de Dios que anhela llegar a todos los
rincones del mundo.
Vivir la Cuaresma con talante y espíritu cristiano habrá de
empujarnos a aunar, y no a confrontar; a pacificar, y no generar violencia; a construir la justicia
destruyendo egoísmos; a tender puentes en vez de engendrar abismos; a generar
confianza donde abundan las dudas, sutilezas y resquemores; a ofrecer valores
sólidos a quienes inician las sendas de la vida para librarlos del aullido
destructor del vacío; a iluminar horizontes de esperanza donde las sombras tiñen
los rostros de tristeza; a llenar con la calidez del amor la gelidez de la
soledad y el desamor...
Quizás entonces pueda amanecer un mañana mejor para muchos, y
estaremos esbozando, con y desde el Evangelio del Reino de Dios, algún perfil
de Aquel cuyo misterio nos desborda.
Entremos dentro de nosotros en este tiempo santo, y busquemos
la senda, o las sendas, que habremos de transitar para hacer visible al
Invisible.
Que Él guíe, sin temor, nuestro caminar.
Fr. César Valero
Bajo O.P.
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