Reflexión del Evangelio del Domingo 21 de Marzo de 2021. 5º de Cuaresma.
1. El texto de Juan nos ofrece
hoy una escena muy significativa que debemos entender en el contexto de toda la
«teología de la hora» de este evangelista. La suerte de Jesús está echada, en
cuanto los judíos, sus dirigentes, ya han decidido que debe morir. La
resurrección de Lázaro (Jn 11), con lo que ello significa de dar vida, ha sido
determinante al respecto. Los judíos, para Juan, dan muerte. Pero el Jesús del
evangelio de Juan no se deja dar muerte de cualquier manera; no le roban la
vida, sino que la quiere entregar El con todas sus consecuencias. Por ello se
nos habla de que habían subido a la fiesta de Pascua unos griegos, es decir,
unos paganos simpatizantes del judaísmo, “temerosos de Dios”, como se les
llamaba, que han oído hablar de Jesús y quieren conocerle, como le comunican a
Felipe y a Andrés. Es entonces cuando Jesús, el Jesús de san Juan, se decide
definitivamente a llegar hasta las últimas consecuencias de su compromiso. El
judaísmo, su mundo, su religión, su cerrazón a abrirse a una nueva Alianza
había agotado toda posibilidad. Una serie de “dichos”: sobre el grano de trigo
que muere y da fruto (v.24); sobre el amar y perder la vida (v. 25) (como en Mc
8,35; Mt 10,39; 16,25; Lc 9,24; 17,33) y sobre destino de los servidores junto
con el del Maestro, abren el camino de una “revelación” sobre el momento y la
hora de Jesús.
2. Efectivamente las palabras que
podemos leer sobre una experiencia extraordinaria de Jesús, una experiencia
dialéctica, como en la Transfiguración y, en cierta manera, como la experiencia
de Getsemaní (Mc 14,32-42; Mt 26,36-46; Lc 22,39-46) son el centro de este
texto joánico, que tiene como testigos no solamente a los discípulos que eran
judíos, sino a esos griegos que llegaron a la fiesta e incluso la multitud que
escuchó algo extraordinario. Muchos comentaristas han visto aquí, adelantado,
el Getsemaní de Juan que no está narrado en el momento de la Pasión. En eso
caso puede ser considerado como la preparación para la “hora” que en Juan es la
hora de la muerte y esta, a su vez, la hora de la gloria. El evangelista,
después de la opinión de Caifás tras la resurrección de Lázaro de que uno debía
morir por el pueblo (Jn 11,50s), está preparando todo para este momento que se
acerca. Ya está decidida la muerte, pero esa muerte no llega como ellos creen
que debe llegar, sino con la libertad soberana que Jesús quiere asumir en ese
momento.
3. Por tanto, era como si se Él
esperara un momento como este para ir a la muerte: ha llegado la hora que se ha
venido preparando desde el comienzo del evangelio, es la hora de la verdad, de
la pasión-glorificación. Y Jesús, con una conciencia absoluta de su misión, nos
habla del grano de trigo, que si no cae en tierra y muere, no puede dar fruto.
La vida verdadera solamente se consigue muriendo, dándola a los demás. Es
verdad que esta decisión, hablando desde la psicología de Jesús, no se toma
olímpicamente o con desprecio; le cuesta entregarse a la muerte en aquellas
condiciones. Por eso recibe el consuelo de lo alto para ir hasta el final, y
antes de que le secuestren su vida, la entrega como el grano de trigo. El ama
su vida entregándola a los demás, poniéndola en las manos de Dios y de los
hombres. Todo parece demasiado extraordinario; en Juan no puede ser de otra
manera, pero también es muy humano. Jesús no tiene miedo a la hora de la
verdad, porque confía plenamente en el Padre, y advierte que los suyos tengan también esta misma disposición.
4. Los vv. 31-33 nos describen, con un lenguaje apocalíptico, la victoria sobre la muerte en la cruz. Esta es una teología muy propia de Juan que no ha visto en la cruz fracaso alguno de Jesús; al contrario, es desde la cruz desde donde “atraerá” al mundo entero (cf Jn 3,14-15; 8,28). Y ello no porque Juan pensara que Jesús resucitaba en la cruz, en el mismo momento de la muerte, como actualmente se está defendiendo, razonablemente, en muchos escritos teológicos. Sino porque la muerte de Jesús le confiere un poderío inconmensurable. La muerte no se la imponen, no es la consecuencia de un juicio injusto o inhumano, sino porque es el mismo Jesús quien la “busca” como el grano de trigo que necesita morir para “tener vida” y porque provoca el juicio sobre el mundo, sobre la falsedad del poder y la mentira del mundo. La hora de Jesús es la hora de la cruz, porque es la hora de la verdad de Dios. Y entonces, la mentira del mundo quedará al descubierto. Pero Jesús “atraerá” a todos los hombres hacia El, hacía su hora, hacia su verdad, hacia su vida nueva.
Fray Miguel de Burgos Núñez
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