Reflexión del Evangelio del Domingo 7 de Marzo de 2021. 3º del Tiempo Ordinario
1. El relato de la expulsión de
los vendedores del templo, en la primera Pascua “de los judíos” que Juan
menciona en su obra, es un marco de referencia obligado del sentido de este
texto joánico. En el trasfondo también debemos saber ver las claves mesiánicas
con las que Juan ha querido presentar este relato, teniendo en cuenta un texto
como el de Zac 14,21 (el deutero-Zacarías) para anunciar el día del Señor. Es
de esa manera como se construyen algunas ideas de nuestro evangelio: Pascua,
religión, mesianismo, culto, relación con Dios, vida, sacrificios. Jesús
expulsa propiamente a los animales del culto. No debemos pensar que Jesús la
emprende a latigazos con las personas, sino con los animales; Juan es el que
subraya más este aspecto. Los animales eran los sustitutos de los sacrificios a
Dios. Por tanto, sin animales, el sentido del texto es más claro: Jesús quiere
anunciar, proféticamente, una religión nueva, personal, sin necesidad de
“sustituciones”. Por eso dice: “Quitad esto de aquí”. No se ha de interpretar,
pues, como un acto político-militar como se hizo en el pasado. Es,
consideramos, una profecía “en acto”.
2. El evangelio de Juan, pues,
nos presenta esa escena de Jesús que cautiva a mentes proféticas y renovadoras.
Desde luego, es un acto profético y no podemos menos de valorarlo de esa forma:
en el marco de la Pascua, la gran fiesta religiosa y de peregrinación por parte
de los judíos piadosos a Jerusalén. Esta es una escena que no debemos permitir
se convierta en tópica; que no podemos rebajarla hasta hacerla asequiblemente
normal. Está ahí, en el corazón del evangelio, para ser una crítica de nuestra
“religión” sin corazón con la que muchas veces queremos comprar a Dios. Es la
condena de ese tipo de religión sin fe y sin espiritualidad que se ha dado
siempre y se sigue dando frecuentemente. Ya Jeremías (7,11) había clamado
contra el templo porque con ello se usaba el nombre de Dios para justificar
muchas cosas. Ahora, Jesús, con esta acción simbólico-profética, como hacían
los antiguos profetas cuando sus palabras no eran atendidas, quiere llevar a
sus últimas consecuencias el que la religión del templo, donde se adora a Dios,
no sea una religión de vida sino de… vacío. Por eso mismo, no está condenando
el culto y la plegaria de una religión, sino que se haya vaciado de contenido y
después no tenga incidencia en la vida.
3. No olvidemos que este episodio
ha quedado marcado en la tradición cristiana como un hito, por considerarse
como acusación determinante para condenar a muerte a Jesús, unas de las causas
inmediatas de la misma. Aunque Juan ha adelantado al comienzo de su actividad
lo que los otros evangelios proponen al final (Mc 11,15-17; Mt 21,12-13; Lc
19,45-46), estamos en lo cierto si con ello vemos el enfrentamiento que los judíos
van a tener con Jesús. Este episodio no es otra cosa que la propuesta de Jesús
de una religión humana, liberadora, comprometida e incluso verdaderamente
espiritual. Aunque Juan es muy atrevido, teológicamente hablando, se está
anunciando el cambio de una religión de culto por una religión en la que lo
importante es dar la vida los unos por los otros, como se hace al mencionar el
«cuerpo» del Jesús que sustituirá al templo. Aquí, con este episodio (aunque no
sólo), lo sabemos, Jesús se jugó su vida en “nombre de Dios” y le aplicaron la
ley también “en nombre de Dios”. ¿Quién llevaba razón? Como en el episodio se
apela a la resurrección (“en tres días lo levantaré”), está claro que era el
Dios de Jesús el verdadero y no el Dios de la ley. Esta es una diferencia
teológica incuestionable, porque si Dios ha resucitado a Jesús es porque no
podía asumir esa muerte injusta. Pero sucede que, a pesar de ello, los hombres
seguimos prefiriendo el Dios de la ley y la religión del templo y de los
sacrificios de animales. Jesús, sin embargo, nos ofreció una religión de vida.
Fray Miguel de Burgos
Núñez
No hay comentarios:
Publicar un comentario