Reflexión Homilética para el Domingo 15 de Julio de 2018. 15º del Tiempo Ordinario, B.
“Vidente, vete y refúgiate en
tierra de Judá: come allí tu pan y profetiza allí”. No es muy educado este
saludo que Amasías dirige al profeta Amós, según se lee en este domingo 15 del
tiempo ordinario (Am 7,12-15). Se ve que el sacerdote Amasías no quería que las
gentes que acudían al santuario de Betel se vieran perturbadas por aquel pastor
llegado del sur.
Pero hay algo más inquietante.
Amasías, recuerda que aquél es un santuario real, “el templo del país”. El
reino del norte se ha independizado del reino de Judá. El poder oficial no
quiere saber nada del templo de Jerusalén y favorece el culto y los sacrificios
de los santuarios “autonómicos”. La política no acepta de buena gana a la
profecía.
Pero Amós replica con toda
franqueza. Él no es un profeta ni presume de serlo. Es tan solo un pastor y
cultivador de higos. Pero Dios lo ha enviado a proclamar un mensaje de
conversión en las tierras del norte y él no puede guardar silencio. Es bien
consciente de la fidelidad que debe al Señor que lo ha enviado.
TRES ACTITUDES
Del envío habla también el
evangelio que hoy se proclama (Mc 6,7-13). Ahora es Jesús quien elige y envía a
sus mensajeros, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Amós fue
rechazado por el poder establecido y por la corrupción que generaba. También
los discípulos de Jesús saben que a veces no serán recibidos ni escuchados.
Al enviarlos de dos en dos, Jesús
instruye a sus discípulos y les advierte, al menos, de tres cualidades que
deberán acompañarlos por el camino:
En primer lugar, la pobreza.
Habrán de caminar ligeros de equipaje. Les basta llevar lo más elemental.
Anunciar el mensaje con pobreza facilitará la rapidez de sus movimientos.
En segundo lugar, la sencillez.
Habrán de aceptar con gratitud el hospedaje que se les ofrezca. No tienen
derecho a sentirse importantes. No pueden exigir nada.
En tercer lugar, la valentía y la
libertad. El anuncio de un mensaje interpelante hará que los ignoren y
rechacen. Habrán de estar dispuestos a seguir su camino sin resentimiento.
UNA TRIPLE TAREA
Tras explicar el estilo que ha de
acompañar a los enviados, Jesús les expone el objeto mismo del envío. Una
triple lección, válida también para los evangelizadores de hoy.
Los discípulos salieron a
predicar la conversión. Es importante hablar siempre de Dios. Y es totalmente
necesario exponer a los hombres la voluntad de Dios. Y exhortarlos a conocerla,
a seguirla y a dar testimonio de ella.
Los discípulos expulsaron
demonios. Según el papa Francisco, el diablo no es “un mito, una
representación, un símbolo, una fugura, o una idea” (Gaudete et exsultate,
161). Esa es la mayor trampa del demonio. Así que hay que prepararse para el
combate.
Los discípulos ungían con aceite
a los enfermos y los curaban. En este mundo, desgarrado por el dolor y el
sufrimiento, muchos necesitan una curación integral. Los creyentes somos
enviados a llevar el consuelo y la compasión de Dios a todos los que sufren.
Señor Jesús, te damos gracias
por habernos elegido, instruido y enviado a anunciar a nuestros hermanos tu
palabra de vida y de salvación. Danos la valentía y la ternura necesarias para
hacer presente en esta tierra a nuestro Padre misericordioso. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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