Reflexión homilética para el Domingo 29 de Julio de 2018. 17º del Tiempo Ordinario, B.
“Comerán y sobrará” (2 Re 4, 43).
Un hombre había llegado hasta Eliseo, trayéndole veinte panes de cebada. El
profeta decide repartirlos entre un centenar de personas. Su criado objeta que
aquellos panes no bastarán para alimentar a tanta gente. Pero el profeta se
apoya en la promesa de Dios.
El texto nos dice en primer lugar
que el profeta es capaz de prestar atención a las necesidades de las gentes y
de compadecerse de ellas.
Además, la actuación del profeta
no se basa simplemente en los cálculos humanos, sino en la confianza en el
oráculo divino.
Finalmente, se observa que,
efectivamente, las gentes comieron del pan ofrecido por el profeta y al final
sobró pan, como había predicho el Señor.
ANTICIPO DE LA CENA
En este año B del ciclo
litúrgico, interrumpimos la lectura del evangelio de Marcos para escuchar y
proclamar el evangelio de Juan, que dedica una amplia atención a la
multiplicación y distribución de los panes y los peces (Jn 6,1-15). Ante este
signo mesiánico, el papa Francisco ha subrayado tres puntos importantes:
- Jesús toma los panes, da gracias
al Padre y los distribuye. Estos gestos anticipan los de la última Cena. El pan
de Dios es Jesús mismo, que se ofrece filialmente al Padre y se entrega
generosamente a todos los hombres.
- Nosotros podemos identificarnos
con la multitud que busca al Señor. O con el joven que entrega lo que tiene.
Pero también con Jesús. Con la gracia de Dios, algo podemos hacer ante la
soledad, la pobreza y las necesidades de nuestros hermanos.
EL SERVICIO DE LOS DISCÍPULOS
Claro que también podemos
identificarnos con los discípulos de Jesús. El texto evangélico los cita en
cuatro momentos:
Con frecuencia nos parecemos a
Felipe, que calcula lo que tienen los discípulos y constata que, por su cuenta,
no pueden alimentar a la multitud.
Otras veces nos parecemos a Andrés.
Descubrimos la generosidad de las gentes, pero creemos que no será posible
solucionar los problemas que observamos.
De todas formas, hemos de
obedecer al Señor. Él nos pide dirigirnos a las gentes, aun cuando no veamos
todavía la solución a sus necesidades.
Y finalmente, escuchamos su
advertencia: “Recoged los pedazos que han sobrado. Que nada se pierda”. Hemos
de ser testigos de su intervención salvadora.
Señor Jesús, Tú conoces las
necesidades de la humanidad y nuestra timidez al afrontarlas. Que tu Espíritu
nos ayude a hacer presente en el mundo tu amor hacia los hambrientos y
desposeidos. Que no perdamos nada de tu mensaje. Amen.
D. José-Román Flecha Andrés
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