sábado, 28 de julio de 2018

EL SIGNO DE LOS PANES


Reflexión homilética para el Domingo 29 de Julio de 2018. 17º del Tiempo Ordinario, B.

“Comerán y sobrará” (2 Re 4, 43). Un hombre había llegado hasta Eliseo, trayéndole veinte panes de cebada. El profeta decide repartirlos entre un centenar de personas. Su criado objeta que aquellos panes no bastarán para alimentar a tanta gente. Pero el profeta se apoya en la promesa de Dios. 

El texto nos dice en primer lugar que el profeta es capaz de prestar atención a las necesidades de las gentes y de compadecerse de ellas.

Además, la actuación del profeta no se basa simplemente en los cálculos humanos, sino en la confianza en el oráculo divino.

Finalmente, se observa que, efectivamente, las gentes comieron del pan ofrecido por el profeta y al final sobró pan, como había predicho el Señor.

ANTICIPO DE LA CENA

En este año B del ciclo litúrgico, interrumpimos la lectura del evangelio de Marcos para escuchar y proclamar el evangelio de Juan, que dedica una amplia atención a la multiplicación y distribución de los panes y los peces (Jn 6,1-15). Ante este signo mesiánico, el papa Francisco ha subrayado tres puntos importantes:

En primer lugar, hay un joven que pone a disposición de Jesús todo lo que tiene: cinco panes y dos peces. Todos nosotros tenemos algo, por poco que parezca, que podemos poner a disposición del Señor.

- Jesús toma los panes, da gracias al Padre y los distribuye. Estos gestos anticipan los de la última Cena. El pan de Dios es Jesús mismo, que se ofrece filialmente al Padre y se entrega generosamente a todos los hombres.

- Nosotros podemos identificarnos con la multitud que busca al Señor. O con el joven que entrega lo que tiene. Pero también con Jesús. Con la gracia de Dios, algo podemos hacer ante la soledad, la pobreza y las necesidades de nuestros hermanos.

EL SERVICIO DE LOS DISCÍPULOS

Claro que también podemos identificarnos con los discípulos de Jesús. El texto evangélico los cita en cuatro momentos:

Con frecuencia nos parecemos a Felipe, que calcula lo que tienen los discípulos y constata que, por su cuenta, no pueden alimentar a la multitud.

Otras veces nos parecemos a Andrés. Descubrimos la generosidad de las gentes, pero creemos que no será posible solucionar los problemas que observamos.

De todas formas, hemos de obedecer al Señor. Él nos pide dirigirnos a las gentes, aun cuando no veamos todavía la solución a sus necesidades.

Y finalmente, escuchamos su advertencia: “Recoged los pedazos que han sobrado. Que nada se pierda”. Hemos de ser testigos de su intervención salvadora.

Señor Jesús, Tú conoces las necesidades de la humanidad y nuestra timidez al afrontarlas. Que tu Espíritu nos ayude a hacer presente en el mundo tu amor hacia los hambrientos y desposeidos. Que no perdamos nada de tu mensaje. Amen.
D. José-Román Flecha Andrés

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