Domingo 12
de mayo de 2013. Solemnidad
de la Ascensión del Señor
Los peregrinos que viajan a la Tierra Santa
suelen visitar en lo alto del Monte de los Olivos el templete que, según la
tradición, recuerda la Ascensión de Jesús a los cielos. San Ignacio de Loyola
da cuenta de su curiosidad por ver en qué dirección se orientaba la huella que
allí se muestra.
El texto de los Hechos de los Apóstoles que
hoy se lee (Hech 1,4.8-11) no se fija en ese detalle, En cambio, se refiere a
dos hombres vestidos de blanco que nos recuerdan los que habían aparecido al
lado del sepulcro del Señor Resucitado. En este caso se dirigen a los apóstoles
con dos frases que se complementan.
* “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando
al cielo?” Jesús había dicho a sus discípulos que no se alejaran de Jerusalén
hasta que no hubieran recibido al Espíritu Santo. Después, animados con su
fuerza, habrían de ser testigos del Señor hasta en los últimos confines de la
tierra. Los mensajeros urgen a los discípulos a no olvidar aquel doble mandato.
* “El mismo Jesús que os ha dejado para subir
al cielo, volverá como le habéis visto marcharse”. Esta segunda advertencia
tiene el tono de una profecía. Los discípulos del Señor están llamados a vivir
el presente con los ojos fijos en el futuro. La misión queda abierta a la
esperanza de la manifestación del Señor.
SEGUIDORES Y
TESTIGOS
El evangelio de Lucas se refiere
explícitamente al misterio de la Ascensión de Jesús a los cielos (Lc 24,
46-53). Este relato que hoy se proclama es muy breve,. Pero no olvida los
elementos fundamentales de la fe cristiana y de su extensión en el mundo.
En primer
lugar, se habla del Mesías. En realidad, en boca de Jesús se pone un resumen
del misterio pascual, de su muerte y resurrección. Es interesante observar que
esos acontecimientos no ocurrieron por casualidad. Con ellos se cumplían las
Escrituras.
En segundo
lugar, se habla de su Iglesia. De hecho, se insinúa la misión de los
apóstoles, llamados a predicar la
conversión y a perdonar los pecados a todos los pueblos. La Iglesia no es una
sociedad benéfica. Es una comunidad a la que se ha confiado el misterio de la
salvación.
En tercer
lugar, se transmite a los discípulos el encargo de ser testigos de la vida y
del mensaje de su Maestro. Habían sido llamados para estar con él y
seguirle. Ahora han de tratar de
contagiar a todas las gentes el espíritu que a Él le movía.
Las tres
alusiones se complementan y exigen mutuamente. Se nos dice que Jesús ha
cumplido su misión y ha sido glorificado. Además, se nos recuerda que su obra
ha de continuar hasta el fin de los tiempos y el confín de las tierras. Y
finalmente se nos indica el testimonio que ha de ser el sello de la misión
BENDICIÓN Y
ALEGRÍA
Aún hay algo
muy importante. Tras recordar las palabras de Jesús, el texto evangélico se
fija en los gestos, descritos apenas en unas breves líneas.
El
primer gesto es la bendición. Una doble bendición. Jesús bendice a sus
discípulos y los bendecirá siempre.
Pero, por otra parte, la oración de los discípulos se caracterizará
precisamente por esa bendición “ascendente” que refleja la gratitud de la fe y
la alabanza.
El segundo gesto es la ascensión a los cielos.
Los cielos son la metáfora de Dios. El que ha bajado del Padre, asciende a Él.
El humillado es ensalzado. El Justo injustamente ajusticiado recibe ahora la
justificación definitiva de su obra.
Finalmente,
se nos dice que los apóstoles volvieron a Jerusalén con gran alegría. Al
comienzo del evangelio de Lucas se recordaba el nacimiento de Jesús con
alusiones a la gloria y la alegría (Lc 2, 10.14). Los mismos sentimientos
acompañan ahora su triunfo.
- Señor Jesús,
te damos gracias por tu vida y tu mensaje. Ayuda a tu Iglesia a difundirlo con
generosidad por el mundo. Y a cada uno de nosotros danos la alegría de poder
compartir tu camino. Amén. Aleluya.
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