Homilía para la Solemnidad de Todos los Santos, 1 de noviembre de 2015.
“Vi una muchedumbre inmensa, que
nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante
del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en las
manos”.
Siempre nos fascina esa visión
del libro del Apocalipsis que se proclama en la primera lectura de esta
solemnidad de todos los Santos (Ap 7, 2-14). Nos impresiona esa multitud de
mártires que han ganado la palma del triunfo con su sangre. Ellos son los que
forman el gran coro de los que aclaman y cantan: “La salvación es de nuestro
Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero”.
Paradójicamente, los mártires
“han blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero”. Se han negado a adorar a
los ídolos que cada día se presentan exigiendo nuestra adoración. Ellos son lo
mejor de esta tierra. Son los que han entendido como nadie la libertad de
adorar al único que merece nuestra adoración.
LA VERDAD DEL SER HUMANO
Hoy todos coinciden en exaltar el
ideal del hombre, su imagen y su dignidad. Pero el coro se divide al pretender
señalar qué es el hombre, cuáles son las notas que lo definen. En qué consiste
su dignidad.
Unos afirman que es libre pero
olvidan que ha de ser solidario. Otros
afirman que todos los seres humanos son iguales, pero parecen dispuestos a
olvidar que cada uno es un individuo único e irrepetible.
En el evangelio de hoy leemos una
vez más el texto que recoge las bienaventuranzas incluidas en el Sermón de la
Montaña (Mt 5, 1-12). Con frecuencia las vemos como escandalosas. Sin embargo,
en ellas está la clave de la felicidad.
Jesús es la Palabra de Dios y
también la imagen definitiva y perfecta del ser humano. Las bienaventuranzas
que él proclamó nos revelan la verdad última del hombre. Nos dicen qué
significa ser humano en plenitud. Nos recuerdan los valores profundos que hacen
que nuestra existencia sea humana y humanizadora.
CAMINOS DE FELICIDAD
Muchas imágenes del ser humano
son engañosas. En las bienaventuranzas Jesús nos dice qué significa ser
persona. Y cómo se puede ser feliz.
La felicidad no está en acaparar
bienes, sino en compartirlos.
La felicidad no está en la
violencia, sino en la humildad y la mansedumbre.
La felicidad no está en el desdén
hacia los afligidos, sino en la compasión
La felicidad no está en la
instalación, sino en el camino hacia el bien.
La felicidad no está en el
individualismo, sino en la misericordia.
La felicidad no está en la
mentira, sino en la limpieza del corazón.
La felicidad no está en el
conflicto, sino en la lucha por la concordia
La felicidad no está en la
traición, sino en la fidelidad a la fe y al amor.
Señor Jesús, nosotros
proclamamos que solo tú eres Santo. Que tu ejemplo y tu palabra nos ayuden a
seguirte por el camino que han seguido todos los santos que en el mundo han sido.
Tú que vives y reinas y nos esperas por los siglos de los siglos. Amén
D. José-Román Flecha Andrés
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