Homilía para el Domingo 18 de Octubre de 2015. 29 del Tiempo
Ordinario, B.
Suele ser normal, al principio de
curso, hacer proyectos, marcar objetivos, programar acciones para evaluar
resultados. Y cuando cumplimos los objetivos y realizamos las actividades
programadas nos sentimos satisfechos.
Es bueno, mientras no se escucha
la voz interior, seguir la disciplina de un posible programa, pero hay
realidades que no son fruto de la realización de un proyecto, sino de la
obediencia al plan que Dios revela de diversas maneras, bien con mociones
interiores, en los acontecimientos, bien con una sorprendente providencia que
conduce como de la mano. El profeta afirma: “Lo que el Señor quiere prosperará
por su mano” (Is 52,13). A la vez que trabajamos en los distintos objetivos,
esta experiencia debe darnos confianza y sensibilidad para averiguar lo que
Dios quiere.
Es natural que al ver realizados
nuestros deseos sintamos alegría, pero no siempre lo que Dios quiere pasa por
el éxito mundano. Con frecuencia la voluntad divina se manifiesta en la
paradoja de la Cruz. “El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino
para servir y dar su vida en rescate por todos” (Mc 10, 45).
El autor de la carta a los
Hebreos nos invita a poner nuestros ojos en el Trono de gracia -“Acerquémonos
con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar
gracia que nos auxilie oportunamente” (Hbr 4, 16), que no es, como podría
parecer, la sede lujosa, sino la Cruz de Cristo.
El creyente no desea otra cosa
que colaborar con el plan divino, y cuando pone su afán en diversas tareas,
siempre debe condicionar el esfuerzo a la coincidencia con la gracia, para no
hacer del seguimiento evangélico, o de la evangelización un proyecto
pretencioso. El salmista recomienda la actitud adecuada: “Nosotros aguardamos
al Señor: él es nuestro auxilio y escudo” (Sal 32).
Este planteamiento choca con el
que tenían los discípulos de Jesús, cuando discutían por los primeros puestos,
y en ello cifraban el logro o el fracaso. ¡Cuantas veces los éxitos nos llevan
a un personalismo inadecuado! El Maestro les indica la participación necesaria
en su Cáliz, que no es otro que el dar la vida por amor a los demás.
Todo proyecto que busque la
realización personal, aunque sea honesto, puede caer en el error de los
Zebedeos, cuando le pidieron a Jesús: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a
tu derecha y otro a tu izquierda.» Mientras que los que buscan el plan de Dios,
no pretenden otra cosa que entregar la vida.
D. Ángel Moreno, Buenafuente
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