Homilía para el Domingo 11 de Enerode 2015. Fiesta del Bautismo de Jesús, B.
“Mirad a mi siervo a quien sostengo; mi
elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu para que
traiga el derecho a las naciones”. Este texto que hoy se lee en la misa
(Is 42, 1-4. 6-7) pertenece al primero de los cuatro “Cantos del Siervo
de Yahvéh”, que se encuentran en la segunda parte del libro de Isaías.
- El poema presenta a un misterioso personaje que parece identificarse
a veces con el pueblo de Israel. En primer lugar se nos dice que Dios
lo ha elegido y lo ama con predilección. Sobre él se ha detenido el
Espíritu de Dios para que se convierta en testigo y ejecutor de la
justicia divina.
- Por otra parte, se subraya que esa justicia se identifica con la misericordia de Dios. Su Siervo es enviado para “abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prision y de la mazmorra a los que habitan en las tiniebas”. Al Siervo le ha confiado Dios la misión de liberar a los pobres y a los marginados.
LA PALOMA
No es extraño que la tradición cristiana haya visto en este Siervo de
Yahvéh el anuncio del mismo Jesús. Él es el Hijo amado del Padre, su
predilecto. Así lo proclama la voz del cielo que se oye en el momento
del bautismo de Jesús en el Jordán, según lo recuerda el evangelio que
se lee en esta fiesta del Bautismo del Señor (Mc 1, 11).
Según el texto evangélico, al salir de las aguas del Jordán en las
que ha sido bautizado, Jesús ve rasgarse el cielo y al Espíritu Santo
bajar hacia él “como una paloma”. Al Jordán habían bajado Josué y Elías,
llenos de la fuerza de Dios. El Espíritu de la nueva creación baja
sobre Jesús para confiarle una misión. La de revelar la presencia de
Dios.
Así pues, el Bautismo es el momento de la revelación de Jesús y de su
misión en el mundo. Su origen divino no le aleja de la tierra y de sus
habitantes. La paloma que baja sobre él recuerda la otra paloma que
indicó a Noé el fin del diluvio. Jesús es la tierra firme de la nueva
humanidad. La tierra de la esperanza y de la vida.
EL AGUA Y EL ESPÍRITU
La visión de Jesús viene también a corroborar el anuncio de Juan el
Bautista. Juan reconocía no ser el profeta anunciado a Moisés. No era
Elías. Ni era el Mesías esperado. Su bautismo anunciaba el bautismo del
Mesías:
- “Yo os bautizo con agua”. Y no era poco. Por una orden del profeta
Eliseo, aquel agua del Jordán había limpiado de la lepra al general
sirio Naamán. Por el ministerio de Juan, el Bautismo era para su pueblo
una llamada al arrepentimiento y a la conversión. El pecado era y es en
realidad la verdadera lepra.
- “Él os bautizará con Espíritu Santo”. Eliseo sólo tenía un deseo:
heredar dos partes del espíritu de Elías. Era como la herencia del hijo
primogénito, estipulada por la Ley. Pues bien, Jesús es el Hijo
primogénito, que recibe el Espíritu de Dios y lo derrama con abundancia
sobre los que creen en él y deciden seguirlo por el camino.
Señor Jesús, en tu Bautismo hemos sido bautizados todos. Te
reconocemos como el Hijo enviado por el Padre para liberarnos del mal y
de nuestro egosísmo. Tú eres nuestro Salvador. Bendito seas, Señor!
Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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