Homilía Domingo 24 de Agosto de 2014. 21 Tiempo
Ordinario A
“Colgaré de su hombro la llave
del palacio de David; lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie
lo abrirá” (Is 22,22). Después de un oráculo contra Sobná, mayordomo del
palacio real, el profeta Isaías incluye otro oráculo a favor de Eliacín, que le
ha de suceder en el cargo. La llave que se le promete es el símbolo del poder
que se le otorgará en el palacio.
Es cierto que Eliacín tampoco
sería fiel a su oficio. Seguramente se dejó llevar por las exigencias de su
propia familia. El profeta sugiere que con el tiempo este nuevo administrador
sería incapaz de sostener esa carga que su familia impuso sobre él.
En la misma línea, el Apocalipsis
atribuye a Cristo esa llave de David (Ap 3,7). Y con ese hermoso título se
proclama a Jesucristo en una de las
grandes antífonas del Adviento.
LA PREGUNTA
Según el evangelio que hoy se
proclama, Jesús se ha retirado con sus discípulos a la región de Cesarea de
Filipo (Mt 16,13-20). Se ve que el Maestro ha querido buscar un lugar de
descanso junto a las fuentes del Jordán y cerca de las abundantes cascadas a
las que ya se refería un levita desterrado (Sal 42,8).
En ese lugar tan apacible Jesús
dirige a sus discípulos dos preguntas fundamentales. Lo eran ya para ellos y lo
serán siempre para todo cristiano.
• “¿Quién dice la gente que es el
Hijo del Hombre?” Esa pregunta no requiere la fe. Para responder a ella basta
la información. Los discípulos, en efecto, refieren que las gentes identifican
a Jesús con Juan Bautista, con Jeremías o uno de los profetas.
• “¿Y vosotros quién decís que
soy yo?” Esta segunda pregunta interpela personalmente al discípulo. Exige una
respuesta en la que dé cuenta de la propia fe. Simón Pedro respondió con una
confesión: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
LA PROMESA
En su diálogo con Pedro, Jesús
afirma que la respuesta de la fe no es posible si no es revelada por el Padre
celestial. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “Sobre la roca de esta fe confesada por
Pedro, Cristo ha construido su Iglesia” (CCE 424). De hecho, tras esa confesión de fe, Jesús
añade una promesa y dos consecuencias.
• “Te daré las llaves del reino
de los cielos.” La promesa de Jesús recuerda la profecía de Isaías sobre el
futuro de Eliacín. “El poder de las llaves designa la autoridad para gobernar la casa de Dios que es la
Iglesia” (CCE 553).
• “Lo que ates en la tierra
quedará atado en los cielos.” Según el
mismo Catecismo, “el poder de atar y desatar significa la autoridad para
absolver los pecados, pronunciar sentencias doctrinales y tomar decisiones
disciplinares en la Iglesia” (CCE 553)
• “Lo que desates en la tierra
quedará desatado en los cielos”. Evocando estas palabras que unen los cielos a
la tierra, de nuevo el Catecismo nos recuerda que “la reconciliación con la
Iglesia es inseparable de la reconciliación con Dios” (CCE 1445).
- Señor Jesús, deseamos conocerte
con mayor claridad para proclamar con alegría y decisión nuestra fe en ti. Y
deseamos que esa fe nos lleve a amar cada día más a tu Iglesia, que nos convoca
como hermanos y nos reconcilia con Dios nuestro Padre. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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