Reflexión del Evangelio del Domingo 20 de Marzo de 2022. 3º de Cuaresma.
1. El evangelio de Lucas viene hoy a hacer una llamada a la
fidelidad de ese Dios salvador de la historia, que se ha jugado todo su
prestigio y toda su divinidad con el pueblo. Se narran dos episodios de
acontecimientos que ocurrieron, muy probablemente en tiempos de Jesús: unos
galileos que el Prefecto romano mandó masacrar mientras ofrecían un sacrificio.
Algunos apuntan a la sospecha de tipo político que tenían que ver con el
terrorismo zelote, pero no es fácilmente aceptable esta tesis. Sí es importante
el dato de que ocurrió mientras ofrecían un sacrificio, un acto religioso. No
sabemos a qué se refiere, aunque tenemos noticias de que Pilato (por Flavio
Josefo especialmente), responsable directo de la crucifixión de Jesús, fue uno
de los políticos más perversos y venales de la administración romana. El otro
episodio es mucho más normal, un accidente de trabajo, de tantos como ocurren
en la vida, en el trabajo y ante los que uno se pregunta por qué.
2. ¿Qué pueden significar estos episodios narrados por Lucas?
¿Tiene que ver algo Dios en estos? ¡Desde luego que no! Eso es lo primero que
debemos inferir en la lectura del texto ¿Por qué, pues, son narrados? Pues
sencillamente para poner de manifiesto que Dios no es venal como Poncio Pilato
y no tiene nada que ver con el accidente de la torre de Siloé del muro que
rodeaba la ciudad de Jerusalén; esas cosas pasan en la vida. Eso nos descubre
que somos lábiles y que no podemos vivir nuestra vida sin sentido. Todo el
conjunto del evangelio de hoy va en esa dirección de una llamada a la
conversión y a contar con Dios en nuestra vida. Jesús no ve en los samaritanos
sacrificados, ni en los obreros de la torre maldad alguna para ser castigados
por ello. No es el anuncio del Dios juez el que aquí aparece. Jesús habla de
los “signos” de terror de la vida. Es una lectura realista de lo que ocurre y
de lo que siempre ocurrirá, unas veces por la maldad humana y otras porque no
podemos dominar la naturaleza. Pero ¿acaso esto no nos debe hacer pensar que
debemos estar preparados siempre? ¿Para qué? No diríamos que para morir (aunque
pueda parecer que ese es el sentido del texto), sino para vivir con dignidad,
con sabiduría, con fe y esperanza. Y si llega la muerte, no nos ha de afanar
con las manos vacías.
III.3. El tercer momento de la lectura evangélica se centra
en una especie de parábola sobre la higuera plantada en una viña que, al cabo
de tres años, no da fruto y se la quiere arrancar. La parábola de la higuera
estéril es de la tradición (cf Mc 11, 12-14.20-26; Mt 21,18-22). Es curioso y
original que Lucas se haya decidido por unirla a esos episodios anteriores.
¿Por qué? Para dar a entender que nuestra vida es como un tiempo que Dios
permite (el dueño de la higuera) hasta el momento final de nuestra vida. Los Santos
Padres entendieron que Jesús era el agricultor que pide al dueño un tiempo para
ver si es posible que la higuera saque higos de sus entrañas. Sabemos que la
higuera era símbolo de Israel en el AT, concretamente en los profetas. Por
tanto, resuena aquí, de alguna manera, la interpelación profética a la
conversión. Nuestro evangelista le da mucha importancia en su obra al “hoy” y
al “ahora” de la salvación. Por eso ese tiempo concedido a la higuera… es para
un hoy y un ahora de salvación y de gracia.
4. Las conexiones de estos episodios se establecen en razón
de la necesidad de estar siempre en actitud de responsabilidad y preparados
para cambiar de vida, para arrepentirse; unas veces porque los hombres
perversos aniquilan y otras porque ocurren catástrofes. Jesús, con sus
palabras, exculpa a los que han sufrido la maldad de Pilato o la mala suerte
del accidente, en el sentido de que no son responsables individualmente de lo
que ha sucedido. Esto era importante entonces, donde todo se explicaba en razón
de conexiones entre responsabilidad personal y castigo. No, los galileos o los
trabajadores de la torre de Siloé no eran peor o más responsables que los que
no les sucedió nada. Por el contrario, todos debemos estar siempre en actitud
de conversión, porque Dios siempre ofrece oportunidades, como es el caso de la
parábola de la higuera estéril. Siempre, con el Dios de la salvación, tenemos
oportunidad de convertirnos y de buscar el bien.
Fray Miguel de Burgos Núñez
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