Reflexión del Evangelio del Domingo 18º del Tiempo Ordinario.
1.El evangelio de Juan nos lleva
de la mano hasta la ciudad de Cafarnaúm a donde Juan quiere traernos después de
la multiplicación de los panes, cuando Jesús huye de los que quieren hacerle
rey evitando un mesianismo político. Todo es, no obstante, un marco bien
adecuado para un gran discurso, una penetrante catequesis sobre el pan de vida,
en la que confluirán elementos sapienciales y eucarísticos. Este discurso es de
tal densidad teológica, que se necesita ir paso a paso para poder asumirlo con
sentido. Jesús no quiere que le busquen como a un simple hacedor de milagros,
como si se hubieran saciado de un pan que perece. Jesús hacía aquellas cosas
extraordinarias como signos que apuntaban a un alimento de la vida de orden
sobrenatural. De hecho, en el relato se dice que Moisés les dio a los
israelitas en el desierto pan, por eso lo consideran grande; esa era la idea
que se tenía. Jesús quiere ir más allá, y aclara que no fue Moisés, sino Dios,
que es quien tiene cuidado de nuestra vida.
2.Aunque el pan que sustenta
nuestra vida es necesario, hay otro pan, otro alimento, que se hace eterno para
nosotros. Juan, por su parte, quiere ir a lo cristológico, bajo la figura del
Hijo del hombre. Los rabinos consideraban que el maná era el signo de la Ley y ésta,
pues, el pan de vida; el evangelista combate dicho simbolismo en cuanto el maná
es un alimento que perece (como lo hace notar el texto de Ex 16,20) y, por la
misma razón, en esta oposición entre Jesús y la Ley, se pone de manifiesto que
la ley es un don que perece para dar paso a algo que permanece para siempre.
Jesús es el verdadero pan de vida que Dios nos ha dado para dar sentido a
nuestra existencia. El pan de vida desciende del cielo, viene de Dios, alimenta
una dimensión germinal de la vida que nunca se puede descuidar. La revelación
joánica de Jesús: “yo soy” (ego eimi) es para escuchar a Jesús y creer en El,
ya que ello, en oposición a la Ley, nos trae el sentido de la vida eterna.
3.El discurso refleja toda la
entraña polémica de la escuela o la comunidad joánica. No estamos ante un
discurso estético o simplemente literario. Ya vimos el domingo pasado que el
relato de la multiplicación de los panes era la “excusa” del autor o los
autores del evangelio de Juan para este discurso de hoy que llevará a una de
las crisis en el entorno del mismo Jesús (y según la interpretación de la
escuela joánica). Estamos, sin duda, ante un discurso que todavía es
“sapiencial” para acabar siendo “eucarístico” a todos los efectos como
reconocen los grandes intérpretes (Jn 6,53-58). Diríamos que en esta parte del
discurso de Jn 6 se nos está hablando del “pan de la verdad”, que es la palabra
de Jesús en oposición a la Ley como fuente de verdad y de vida para los judíos.
Antes, pues, de pasar a hablarnos del pan de la vida, se nos están
introduciendo en todo ello, por medio del signo y la significación del maná,
del pan de la verdad. Y el pan de la verdad nos ha venido, de parte de Dios,
por medio de Jesús que nos ha revelado la fuente y el misterio de Dios, del misterio
de la vida.
Fray Miguel de Burgos
Núñez
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