Reflexión del Evangelio del Domingo 21 de Febrero de 2021. 1º de Cuaresma.
1. El evangelio, en todos los
ciclos, el primer domingo de cuaresma, es el relato de las tentaciones de Jesús
en el desierto. Este de Marcos es el relato más sobrio de los sinópticos, sobre
el que Mateo y Lucas construyeron un episodio cargado de insinuaciones
teológicas. Que Jesús estuviera el desierto, como lo estuvo Juan el Bautista,
no es un hecho del que debamos dudar. Pero, no obstante, el desierto está
cargado de simbolismo en la teología de Israel: de la misma manera que es un
tiempo de tentación, es también un tiempo de purificación. El número cuarenta,
los cuarenta días, señalan, evidentemente, a los cuarenta días del diluvio (por
eso se ha escogido en la liturgia de hoy el texto de Génesis sobre el diluvio),
o a los cuarenta años del pueblo caminando por el desierto hacia la libertad.
2. Por lo mismo, debemos ponernos
en esa clave simbólica para entender este momento previo a la vida pública de
Jesús que se prepara a conciencia para abordar la gran batalla de su
existencia, es decir, la proclamación de la llegada del Reino de Dios. Y es el
Espíritu el que le impulsa al desierto (por consiguiente, no puede ser malo el
desierto); pero allí se le presentan los animales adversos (alimañas) e incluso
ese misterioso personaje, sin rostro y sin identidad, Satanás; aunque también
los ángeles que son, por el contrario, la fuerza de Dios. Este es un relato
tipo que quiere describir la actividad de Jesús en su pueblo, que vivía como en
el desierto. Y es allí donde él debe aprender la necesidad que tienen los
hombres del evangelio.
3. Señalemos también que el mismo
Espíritu, después, le impulsa a Galilea para proclamar el gran mensaje
liberador, como se puso de manifiesto en el tercer domingo de este ciclo B.
Para vencer en el desierto, es necesaria la fidelidad a Dios por encima de
todas las sugerencias de poder y de gloria. El simbolismo en el que debemos
leer hoy nuestro relato nos permite ver que el desierto y los cuarenta días es
el mundo de Jesús, el tiempo de Jesús con las fuerzas adversas (las de Satanás)
y la de Dios (los ángeles). Eso es lo que está presente en la vida, en toda
sociedad. ¿Qué hacer? Pues, como Jesús, proclamar que el tiempo de Dios, el de
la salvación y la misericordia no puede ser vencido por el de la maldad, la
injusticia o la guerra. Si Jesús estaba guiado por el Espíritu, eso quiere
decir que es el Espíritu mismo la voz resonante del evangelio como buena
noticia que llama a salir de lo peor que tiene el desierto: las fuerzas del
mal.
Fray Miguel de Burgos
Núñez
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