Reflexión Evangélica para el Domingo 16 de Agosto de 2020. 20º del Tiempo Ordinario.
1. El evangelio de hoy es como el
reverso de la lectura de la carta a los Romanos, porque Jesús está
representando un papel. Vemos el caso de una mujer fenicia, cananea, que se
acerca a Jesús, aunque en territorio pagano (Tiro y Sidón). Jesús, al principio,
está escenificando miméticamente, la actitud de un judío ortodoxo y exigente.
Se ha dicho que es un evangelio difícil, pero no lo es tanto. Ya que las
palabras de Jesús, duras al principio como el pedernal, no son suyas, sino de
la teología oficial judía. Los discípulos quieren quitarse de encima a la mujer
que inoportuna y Jesús quiere darles una lección majestuosa.
2. La mujer no es hija de Israel
y no tiene derecho a pedir lo que pide y a decir lo que dice. Esta mujer
cananea ha sido alabada por su coraje y por su fuerza maternal, por la que
quiere echar fuera de su hija a todos los "demonios" de su vida (un
demonio muy malo). No olvidemos que el relato está enhebrado con mentalidad de
la época. Jesús quiere decir que a él, siendo judío, no le está permitido
"oficialmente" hacer el bien a una mujer pagana, a una cananea, que
es como los perros o como los cerdos. Eso es importante para entender el texto
y la propuesta de Jesús. Un judío no debe hacer lo que la mujer cananea le
pide. Jesús lo recalca para dejar más en evidencia la “oficialidad” de la
ortodoxia judía. Como decimos, pues, todo es una representación, porque ni
Jesús pensaba así, ni estaba de acuerdo con la mentalidad oficial que no le
permitía ni siquiera acercarse a los paganos, y menos a una mujer.
3. La lección es para sus
discípulos: esta mujer se comporta mejor que los judíos, es más que una hija de
Israel, es capaz de mover el mundo y llegarse al corazón de Dios por tal de
"desdemonizar", de liberar, a su hija. Jesús sabe, como experiencia
personal que en realidad "ha sido enviado para salvar a todos"
("no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores"). Y una
vez que queda en evidencia toda la "oficialidad" teológica y
religiosa del judaísmo de su tiempo, Jesús muestra quién es y qué ha venido a
hacer: llamar a todos, salvar a todos, "desdemonizar" a todos,
liberarlos.
4. Esto era lo que se podía
contemplar como lejano, pero real, en el oráculo de Is. 56,1.5-6 (nuestra Iª
Lectura del día). Jesús no había ido al territorio de Tiro y Sidón, país
pagano, por miedo o por cobardía, sino para poner de manifiesto que "algo
nuevo había llegado". No quiere despedir a la mujer porque le inoportuna,
como piden los discípulos, sino que pretendía algo más grande de ella. Al principio
se siente como un "perro" con sus amos, pero Jesús quiere elevar su
categoría de mujer pagana y de madre. Su fe es capaz de mover montañas y eso,
precisamente, no ocurría ni en la religión ni en la patria de Jesús. La lección
está dada. El demonio de la incomprensión, de la incomunicación, de la
inhumanidad entre pueblos y religiones ha sido expulsado. La suerte está
echada: el reino de la salvación llega para todos.
Fray Miguel de Burgos
Núñez
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