sábado, 13 de junio de 2020

NO SÓLO DE PAN


Reflexión Homilética para el Domingo 14 de Junio. Solemnidad del Corpus Christi

      La experiencia del pueblo de Israel en el desierto es el punto de partida de las lecturas de este día tan importante. Allí el pueblo aprendió que su vida estaba en las manos generosas de Dios, que no dependía de sus propias fuerzas. El pueblo pasó hambre, se sintió desfallecer, se vio perseguido y acosado. Pero allí también experimentó el poder de Dios que con brazo fuerte y mano poderosa los libró de los enemigos, los alimentó y los llevó a la tierra prometida. Nada sucedió porque el pueblo fuese poderoso. Fue la pura gracia de Dios que les sacó de la esclavitud y les alimentó con el maná.

      La comunidad cristiana se sabe hoy también en camino. Peregrinamos en busca de la morada definitiva. Cada uno, cada familia, sabe de las penurias y dificultades, de los momentos de gozo pero también de los muchos momentos de dolor y desesperanza. Sabemos por experiencia que nuestras fuerzas son pequeñas, que estamos muy limitados. Pero en medio de nuestro caminar siempre podemos hacer un alto. Una parada en el camino. Para celebrar con los hermanos y hermanas la Eucaristía. Es un tiempo de encuentro solidario. Los rostros de los otros al entrar en la iglesia se nos hacen amables. Brota el saludo. Allí vamos a experimentar la comunidad y, lo más importante, al que es el vínculo de unión de la comunidad, el que anima nuestra esperanza y da fuerza a nuestro caminar: Jesús. Juntos cantamos y alabamos, juntos escuchamos y meditamos su palabra, juntos damos gracias y compartimos su cuerpo y su sangre. Juntos celebramos la Eucaristía sabiéndonos miembros de una inmensa comunidad que está extendida por todo el mundo.

      En la Eucaristía, en la misa, aprendemos que nuestro caminar tiene sentido, que a pesar del cansancio vale la pena seguir esforzándose. En la Eucaristía descubrimos que no estamos solos, que los hermanos y hermanas que nos rodean están comprometidos en el mismo camino, que Dios está con nosotros, porque se ha hecho alimento, el pan y el vino que dan la verdadera vida. “El que come de ese pan vivirá para siempre” dice Jesús en el Evangelio. Ahora ya sabemos que no sólo de pan vivimos. Sabemos que nuestro pan, nuestros esfuerzos, vale poco. Y reconocemos que en el pan de la Eucaristía, el cuerpo mismo del Señor, hallamos la vida verdadera, la que no se acaba, la que nos orienta en nuestro caminar.

      Al salir cada domingo de la Eucaristía hemos recuperado las fuerzas. Los problemas afuera, en el trabajo, en la familia, en la ciudad, son los mismos. No han cambiado. Pero nosotros hemos recibido la visita de Dios en nuestros corazones. Y sentimos su gracia y su fuerza. Y seguimos caminando.

Fernando Torres CMF

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