Reflexión Homilética para el Domingo 25 de Noviembre de 2018.
Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo
“Vi venir en las nubes del cielo
como un hIjo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él” (Dn
7,13). El dominio que se le concede se extiende en las dos coordenadas que nos
determinan. En el espacio, alcanza a todos los pueblos de la tierra. Y en el
tiempo, no tendrá fin.
Ese dominio es concedido por Dios
a los hombres, en contraposición con las bestias, que previamente ha mencionado
el profeta. Frente al poder salvaje y tiránico, los santos del Altísimo
recibirán el Reino. Recibirán la corona del triunfo los que den testimonio de
su fe hasta el martirio. Son los testigos de su fe los que revelan el valor de
lo humano.
Los creyentes vieron en esa
profecía de Daniel el anuncio de un mesías salvador. Su poder no nacería de su
fuerza, sino de la elección del mismo Dios. Gracias a él dominaría a los
poderes del mundo. A esa promesa hace eco el salmo responsorial: “El Señor
reina, vestido de majestad; el Señor, vestido y ceñido de poder” (Sal 92,1).
Recordando la profecía de Daniel,
el Apocalipsis ve llegar a Jesucristo en las nubes del cielo. Lo confiesa como
el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes
de la tierra. Su poder nace del amor que demuestra el hecho de haber sido
traspasado para librar a los hombres de sus pecados (Ap 1,5-8).
EL REINO DE CRISTO Y LA VERDAD
El evangelio de Juan que hoy se
proclama recoge un momento culminante del proceso romano a Jesús (Jn 18,33-37).
Pilato le dirige cuatro preguntas para tratar de averiguar qué tipo de realeza
se atribuye aquel judío que han traído hasta su tribunal. Las preguntas del
gobernante se sitúan en un nivel político. Le interesa mantener la calma en
aquella tierra.
Las respuestas de Jesús van más
allá del alcance de las preguntas. Jesús afirma haber venido al mundo para ser
testigo de la verdad. No olvidemos que en griego el testigo se llama “mártir”.
No es extraño que en los escritos paulinos se diga que Cristo hizo una hermosa
confesión dando testimonio ante Pilato (1 Tim 6,13).
Cristo es testigo de la verdad
que es él mismo (Jn 14,6). Por eso su reino no es impone a nadie. Es acogido
por quienes aman la verdad. Todo el que es de la verdad escucha su voz (Jn
16,37). No es la imposición el medio como se extiende su Reino, sino el
ejercicio de la libertad del hombre y su responsabilidad ante la verdad que
salva.
EL REINO DE CRISTO Y EL MUNDO
Pero en la respuesta de Jesús a
Pilato hay otra frase que ha sido discutida una y otra vez: “Mi reino no es de
este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que
no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí”. ¿Qué nos
sigieren estas palabras de Jesús?.
“Mi reino no es de este mundo”.
Esta frase no puede significar que la fe aleja a los creyentes de las
realidades de esta tierra. Jesús había dicho a Nicodemo que Dios había amado al
mundo hasta entregarle a su Hijo. El Reino de Jesucristo se encuentra en esta
tierra, pero no es de esta tierra. Así pues, los discípulos del Señor amamos
este mundo con sinceridad y responsabilidad, con libertad y con alegría.
“Mi reino no es de aquí”. Es
evidente que Jesús no tiene una guardia armada para defenderlo. Su mensaje no
se impone por la fuerza. Jesús reprendió a Pedro por pretender defenderlo con
la espada (Jn 18,10). No pertenecen al reino de Jesús los que tratan de imponer
la verdad por medio de la violencia o de la coacción. O por otros medios más
sutiles, como la concesión de beneficios y prebendas.
Señor Jesús, sabemos y
proclamamos en el prefacio de esta fiesta que que el tuyo es el reino de la
verdad y de la vida, el reino de la santidad y de la gracia, el reino de la
justicia, del amor y de la paz. Tú nos enseñante a pedir al Padre celestial que
se haga en nosotros su voluntad para que venga a nosotros su reino. Que el
testimonio de tu vida y la luz de tu palabra nos ayuden a vivir y proclamar la
gracia de ese reino. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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