Reflexión homilética para el Domingo 18 de Noviembre de 2018. 33º del Tiempo Ordinario, B.
“Entonces se salvará tu pueblo:
todos los inscritos en el libro” (Dan 12,1). Ante los tiempos difíciles que
preanuncia Daniel, se destaca esta profecía. Llegará la salvación para todos
los que estén inscritos en ese libro de la vida, que aparece ya en las páginas
del Éxodo (Éx 32,32) y en los salmos (Sal 69,29).
Ante esa perspectiva de futuro,
es cautivadora la posibilidad de brillar entre los astros de los cielos. Así
que el profeta añade un anuncio que es una exhortación. Solo brillarán como
estrellas en el firmamento los que hayan ganado esa sabiduría que consiste en
ser justos y enseñar a otros el camino de la justicia.
Ese horizonte aparece también en
la oración confiada del justo: “Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás
de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha“ (Sal 15,11). Si el
justo espera encontrarse con el Señor, también Cristo aguarda a “los que van
siendo santificados” (Heb 10,14).
LOS ASTROS Y LA HIGUERA
También en el relato evangélico
que hoy se proclama, Jesús orienta la atención de sus discípulos hacia los
últimos acontecimientos de la historia humana. Tiempos de desolación en los que
hasta los astros temblarán y caerán de los cielos. Será un momento de crisis
para todos los que han adorado a los astros.
Sin embargo, el discurso se
centra en la figura del Hijo del hombre. Lo que importa es saber y creer que el
Señor manifestará su poder y su gloria (Mc 13,24-32). Es lo que afirmamos
continuamente en el Credo, al confesar que Jesucristo “vendrá con gloria para
juzgar a vivos y muertos”.
En el texto evangélico se incluye
una breve parábola. Cuando las ramas de la higuera se ponen tiernas y aparecen
las yemas, deducimos que el verano está ya cerca. Jesús nos advierte que es
preciso observar los signos de los tiempos para percibir su presencia en el
mundo y su juicio sobre la historia humana.
LOS ÍDOLOS Y LA PALABRA
Siempre nos hemos preguntado
cuándo se manifestará el Señor. Pero Jesús no ha precisado el “cuando”. Solo
nos ha dicho: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. La
ignorancia del futuro es la condición de la libertad.
“El cielo y la tierra pasarán”.
Todo en este mundo tiene fecha de caducidad. No podemos poner nuestra confianza
solo en la técnica, en las promesas políticas o en una información manipulada.
La espera del Señor juzga nuestras estructuras.
“Mis palabras no pasarán”. Todo
es efímero, pero la palabra del Señor es un faro que nos guía. A su luz podemos
realizar un discernimiento para distinguir el bien y el mal. La palabra del
Señor nos alienta en el presente y nos juzgará en el futuro.
Señor Jesús, demasiadas veces
hemos confiado en los ídolos que nosotros mismos nos hemos creado. Sabemos que
tu palabra nos revela la verdad del mundo y de la historia. Que nuestra fe nos
ayude a escuchar tu voz, a vivir en la esperanza y a producir los frutos del
amor. “Ven, Señor Jesús”.
D. José-Román Flecha Andrés
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