Reflexión para el Domingo 1 de Julio de 2018. 13º del Tiempo Ordinario.
“Dios no creó la muerte ni se
recrea en la destrucción de los vivientes; todo lo creó para que subsistiera”.
Con estas palabras del libro de la Sabiuría se abre la primera lectura que se lee en este domingo
(Sab 1,13). El texto nos dice que el
pecado es lo que hace penosos los fenómenos naturales de la vida humana, como
la enfermedad, la debilidad o la muerte.
Más importante aún es la
afirmacion de que Dios nos ha creado para la inmortalidad, puesto que nos ha
hecho a imagen de su propio ser. Estamos acostumbrados a pensar en esa
categoría de la imagen y semejanza de Dios en términos del conocimiento. Pero
es importante verla a la luz de nuestra vocación a vivir siempre junto al Autor
de la vida.
Con esa confianza podremos
proclamar con el salmo: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado” (Sal 29).
Por otra parte, escuchamos cómo san Pablo invita a los Corintios a participar
en la colecta a favor de los pobres de Jerusalén. No se trata solo de
compartir. Se trata de imitar la generosidad de Jesucristo. Esa es la norma y
el ideal de nuestra vida.
EL RUEGO DE LA FE
El evangelio que hoy se proclama
nos introduce en un esnecario de dolor y de muerte. Ahí aparece el jefe de una
sinagoga. Se llama Jairo o Yaír. Su nombre parece significar: “Que él (Dios) lo
ilumine”. Y efectivamente, este padre que sale al encuentro de Jesús para
suplicarle la curación de su hija parece guiado por la luz de lo alto.
Su ruego es sencillamente
patético: “Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella para
que sane y viva” (Mc 5,23). Jesús
escucha la petición y se pone en camino con Jairo. Pero
alguien llega anunciando que la niña ha muerto. Jesús oye el mensaje y
le dice a Jairo: “No temas, basta que tengas fe” (Lc 8,51).
Los discípulos más cercanos de
Jesús acompañan al padre y a la madre de la niña. Por todas partes hay mucha gente alborotada.
Hay flautistas y plañideras a sueldo. En ese contexto se sitúa la exclamación
de Jesús: “¿Qué estrépito y qué lloros son estos?” (Mc 5,39).
EL PECADO DE LA ACEDIA
Además, Jesús pronuncia una
afirmación sorprendente: “La niña no está muerta, está dormida”. Todo son
burlas. Las mujeres que lloran a sueldo creen saber cuándo ha muerto una
persona. Los profesionales del duelo no siempre descubren la posibilidad de la
esperanza.
- “La niña no está muerta, está
dormida”. Seguramente esas palabras sugerían una reflexion sobre el pueblo de
Israel. Llamado por Dios a la alianza y a la vida, parecía dormido en su nostalgia y en sus falsas
seguridades.
- “La niña no está muerta, está dormida”. Es
posible que las primeras comunidades cristianas se hayan aplicado a sí mismas
estas palabras de Jesús. Tanto la persecución como la rutina adormecían a los
que debían vivir el mensaje del Maestro.
- “La niña no está muerta, está
dormida”. Con todo, esa advertencia de
Jesús es especialmente importante para nuestro tiempo. Con frecuencia culpamos
a la sociedad de nuestra situación eclesial. Pero es evidente que padecemos esa
“acedia” que nos mantiene pasivos, según ha dicho el papa Francisco.
Señor Jesús, tú sabes que
muchas de nuestras comunidades parecen muertas. Nos cuesta mantener la
esperanza. Te pedimos con la fe de Jairo que te acerques, nos tomes de la mano
y nos levantes. Porque tu eres el Camino, la Verdad y la Vida de nuestra vida.
D. José-Román Flecha Andrés
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