sábado, 22 de agosto de 2015

TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA


Homilía para el domingo 23 de Agosto de 2015. 21 Domingo Tiempo Ordinario B.

“Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros!” Es conmovedor este grito de los dirigentes de Israel. Según el libro de los Jueces, Josué reunió a las tribus de Israel y les planteó el dilema más importante de su historia: la elección de un Dios, y en consecuencia el tipo de cultura que pretendían adoptar (Jos 24, 1-18).

Servir a los dioses a los que habían adorado sus padres en Ur de Caldea o adorar a los dioses de los cananeos, que habian encontrado en la tierra prometida.  Esa era la cuestión. Había que situarse entre la memoria de un pasado remoto y la difícil convivencia que ya se presentía para el futuro.

Pero Josué había vivido en Egipto, había sido fiel a Moisés, y con Caleb había explorado la tierra prometida y ofrecido esperanzas a su pueblo. Él había pasado el Mar Rojo y había atravesado el Jordán. Era un testigo de la alianza y de la fidelidad de Dios. Y por eso dio el testimonio de su opción: “Yo y mi casa serviremos al Señor”.

Esa firmeza del jefe y la memoria de la liberacion obrada por Dios son los grandes motivos que  llevan al pueblo a formular su propia confesión de fe: “¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios… También nosotros serviremos al Señor”.

EL PAN Y LA ENTREGA

También en el evangelio que hoy se proclama, se evoca una tensión y una seria interpelación (Jn 6, 60-69). En el discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, que sigue a la distribución de los panes y de los peces, Jesús  ha escandalizado a “muchos” de sus discípulos. No pueden aceptar la idea  de “comer la carne” del Hijo del hombre y “beber su sangre”, para tener vida verdadera.

El texto incluye una enseñanza de Jesús sobre el fundamento último de la fe: “El espíritu es quien da vida, la carne no sirve de nada”. Pero las palabras de Jesús son espíritu y vida. Quien se aleja de Jesús es que no ha acogido de verdad esas palabras de vida. Esa era, es y será siempre la tentación de los discípulos de Jesús.

Nos impresiona la nota que añade el evangelista: “Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar”. La frase que sigue tiene una clara conexión con lo anterior: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Creer en Jesús e ir a Él se identifican. Las dos decisiones son imposibles para el hombre si no cuenta con la gracia del Padre.

Quien no cree y no va a Jesús termina alejándose de él. No olvidemos que no son los jefes de los judíos quienes lo abandonan. Son sus propios discípulos quienes se echan atrás y no vuelven a ir con el Maestro, aunque Él los ha alimentado con el pan y les ha explicado el sentido y el alcance de su entrega.

LA ALEGRÍA Y LA VIDA

Ante la deserción de “muchos discípulos”, Jesús pregunta directamente a los doce apóstoles que Él ha elegido personalmente: “¿También vosotros queréis marcharos?” Esa interpelación tiene una dramática actualidad también en nuestros tiempos. Una vez más, la respuesta de Pedro representa a toda la Iglesia.

“Señor, ¿a quién vamos a acudir?” Muchos cristianos piensan que por el hecho de creer están haciendo un gran favor a Dios. No se dan cuenta de que en nada ni en nadie podrán hallar refugio y ayuda si no es en el Señor.

“Tú tienes palabras de vida eterna”. Para el cristiano las palabras de Jesús son fuente de vida. Como ha escrito el Papa Francisco, “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”.

“Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”. Los cristianos hemos de estar dispuestos a repetir esta confesión de fe en Jesucristo. Ese es nuestro testimonio. La fe sólo se conserva cuando se aúna y se comparte.

Señor Jesús, tus palabras alientan y alimentan nuestra vida. Sin ti nuestra existencia sería triste y mortecina. No permitas que nos apartemos de ti. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

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