Homilía para Domingo de Ramos 13 de Abril de 2014. Ciclo A.
Celebramos hoy el Domingo de
Ramos. En la primera lectura, se proclama uno de los cantos del Siervo del
Señor, que nos van a acompañar en estos días. “El Señor Dios me ha abierto el
oído; y yo no me he rebelado ni me he echado atrás”. Esta figura del siervo
profeta que escucha la palabra de Dios es el anticipo del Mesías Jesús, que,
según san Pablo, “se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte,
hasta la muerte en la cruz”.
La bendición y la procesión de
los ramos nos introduce en el ambiente de la Semana Santa. Como los peregrinos
que se acercaban a Jerusalén también nosotros
cantamos: “¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del
Señor! ¡Viva el Altísimo!” Que él traiga la salvación a nuestra vida.
Llevamos a casa uno de los ramos
bendecidos en este domingo. Y nos comprometemos a mirarlo con fe, para recibir
cada día al Señor que viene hasta nosotros.
EL PAPEL DE PILATO
Pero en el evangelio se lee
siempre la pasión de Jesús. En el relato según san Mateo encontramos algunos rasgos
exclusivos de este evangelista. Por ejemplo, estos tres:
• Sólo en él dice Jesús que
podría acudir al Padre, quien pondría a su disposición legiones de ángeles.
• Sólo en él se narra la muerte
de Judas y el destino de los dineros que había percibido por la traición.
• Y sólo en él se anota que en el
momento de la muerte de Jesús la tierra tembló, se abrieron los sepulcros y
muchos resucitaron.
Por otra parte, vemos que el
relato de la pasión de Jesús según san Mateo trata con respeto a Pilato y el
poder que representa. He aquí otros tres ejemplos:
• La mujer de Pilato interviene a
favor de Jesús, al que reconoce como inocente.
• El procurador se lava las manos
y parece descargar toda responsabilidad sobre los dirigentes de los judíos.
• Y por fin, Pilato permite poner
guardia frente al sepulcro de Jesús.
Y LA VOZ DEL PUEBLO
Para este relato evangélico, el
bien de la paz y la vivencia del mensaje de Jesús obligan a suavizar los
recuerdos de aquellos momentos tan dolorosos. Entonces y ahora la
evangelización está por encima y al margen de la revancha y del reproche.
Hoy contemplamos a Jesús, sumido
en el silencio frente a Pilato, mientras el pueblo le desafía gritando:
• “Su sangre caiga sobre nosotros
y sobre nuestros hijos”. Podemos aplicarnos esta proposición, conscientes como
somos de que nuestras rebeliones contra el proyecto de Dios han hecho correr la
sangre de su Hijo y la de muchos otros hijos de Dios.
• “Su sangre caiga sobre nosotros
y sobre nuestros hijos”. Por otra parte, tendríamos que repetir con humildad y
confianza este deseo, aparentemente blasfemo, puesto que sólo la sangre de
Cristo puede salvarnos de nuestros pecados individuales y estructurales.
- Señor Jesús, que derramaste tu
sangre por nosotros, ayúdanos a vivir en gratitud, ofreciendo lo mejor de
nuestra vida por nuestros hermanos, que son también los tuyos. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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